Por Alejandro Iborra y Ana Belén García-Varela
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 2 · Dic. 2020
En este número de Cuadernos del Instituto Ikeda hemos querido incluir una sección dedicada al estudio del diálogo desde diferentes perspectivas. Dentro de nuestro trabajo en el IEDDAI, el estudio del diálogo es un tema crucial para poder analizar los procesos de aprendizaje y de cambio social.
Cuando usamos mucho un término, éste puede difuminar su significado. Diálogo es uno de estos términos. Conceptos complejos que significan cuestiones diferentes en función de quién los emplee. Es fácil situar el diálogo como un elemento central en el aprendizaje o en los procesos de cambio personal y social. Lo difícil es tratar de comprender cómo funciona dicho diálogo y qué características debería tener para resultar generativo, para producir conversaciones relevantes por generar nuevas oportunidades a todos los que participan en ellas.
Somos conscientes, dada nuestra práctica educativa y profesional, de lo que cuesta dialogar. En clase, nuestros alumnos de grado, de máster, incluso de doctorado suelen manifestar su incomodidad, su falta de costumbre, hasta su incapacidad por aprender dialogando con sus compañeros y con el profesor o los profesores presentes en dicha clase. Lo mismo podríamos decir si analizamos muchas de las reuniones en las que participamos, coincidiendo con otros profesionales. Generar un tiempo en el que indagar sobre un tema es algo bastante inusual. La gente aprueba y discute en las reuniones sobre cuestiones puntuales, pero raramente conversamos sobre temas complejos, que implican la integración de múltiples puntos de vista diferentes. Si no practicamos diálogos genuinos, difícilmente podremos practicarlos en otros contextos profesionales, como una clase.
El diálogo, bien se entienda desde la perspectiva filosófica humanista de Daisaku Ikeda, o desde los planteamientos pedagógicos pertenecientes a comunidades de aprendizaje profesional, o desde los fundamentos propios de terapeutas colaborativos, hace algo posible: visibiliza nuestra manera de relacionarnos. El diálogo que defendemos se construye desde una relación horizontal, donde el poder de transformación procede de las ideas que van surgiendo en la conversación, no de quién las dice. Son esas ideas las que van generando nuevas posibilidades de comprensión, de acción, de construcción de sentido. Y eso sólo se puede hacer desde un intercambio libre, realizado desde un propósito compartido de reflexionar juntos, con la incertidumbre que todo proceso vivo lleva consigo.
La noción de diálogo sobre la que queríamos reflexionar en este número de la revista la planteamos desde tres perspectivas complementarias. Tres perspectivas para mostrar al menos, las similitudes y diferencias entre cada una de ellas. Para construir algo entre las tres, que emerge al tomarlas como un todo (algo que no se posibilita al tratarlas por separado).
Es por ello que se incluyen tres enfoques: el primero de ellos, plantea el análisis del diálogo desde la perspectiva de Daisaku Ikeda, ya que en su obra ha defendido el diálogo como una herramienta fundamental para la transformación individual y la construcción de la paz. El segundo, aborda el papel del diálogo en educación, desde el enfoque de las prácticas colaborativas como un modo de trascender el aprendizaje transmisivo, para llegar a un contexto de intercambio de ideas en el aula, comprendiendo la naturaleza dialógica del conocimiento. El tercer capítulo de esta sección aborda el papel del diálogo desde el enfoque de las prácticas colaborativas y dialógicas que se usan en psicoterapia y otros contextos de cambio, como un modo de superar la visión del terapeuta como experto que diagnostica, dando paso a un colaborador que facilita el surgimiento de ideas a través del diálogo. Además, la forma del capítulo es en sí un diálogo entre sus autores. De esta manera, en este tercer capítulo, forma y contenido aparecen entrelazados, convirtiendo la reflexión en un ejemplo en sí mismo de lo reflexionado.
Tanto desde el enfoque educativo, como desde el enfoque psicológico, las prácticas colaborativas tienen en común con los planteamientos de Ikeda la importancia de la escucha del otro para la construcción del diálogo. Se mantiene que la realidad se construye a través del diálogo, en lugar de ser el diálogo quien muestre una realidad preexistente. Por tanto, el diálogo nos permite modificar y reenfocar nuestra realidad para crear nuevos matices e interpretaciones. Los enfoques colaborativos beben de fuentes comunes como la pedagogía crítica de Freire, dando voz a las personas individuales para abordar los problemas de nuestra sociedad, o los textos de Bakhtin y Voloshinov, en los que se profundizaba sobre los aspectos éticos y estéticos necesarios para la creación de un espacio dialógico en el que las voces pueden expresarse sin silenciarse entre sí.
Esperamos que cada lector tenga oportunidad de entablar un diálogo personal con cada uno de estos artículos, que le anime ante todo a complementar o modificar su propia práctica personal y profesional.