Pilares de una educación para la democracia:
Consecuencias para una educación cívica permanente

Por Chad Hoggan1 y Tetyana Hoggan-Kloubert2
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 7


RESUMEN: En este artículo se reflexiona sobre qué significa vivir en democracia y sobre el papel de la educación en la labor de dotar a los ciudadanos de competencias, valores éticos y conocimientos cívicos que contribuyan a la construcción de la democracia. Se distinguen cuatro modelos de democracia: liberal, participativa, deliberativa y cosmopolita. Para cada uno de ellos, se exponen las características fundamentales, así como los pilares que lo sustentan. Estos se reconocen además como fuerzas opuestas, en constante tensión, y se argumenta que la dirección en la que se inclinan tales tensiones determina la forma de democracia resultante y, en consecuencia, la forma en que se desarrolla la educación cívica.

Este texto se ha elaborado a partir de la conferencia pronunciada por los autores en el seminario Learning to live together: Pillars of education for democracy, que tuvo lugar en la Facultad de Educación de la Universidad de Alcalá el 3 de marzo de 2023.

PALABRAS CLAVE: Educación cívica, democracia, educación de adultos, ciudadanía.


ABSTRACT: This article discusses about the meaning of living in democracy and the role of education in providing citizens with the skills, ethical values and civic knowledge that can contribute to the construction of our democracies. Four democratic models (liberal, participatory, deliberative, and cosmopolitan democracy) are presented, describing their fundamental characteristics, as well as the pillars that support them. These pillars are also constituted as opposing forces that are in constant tension, such as autonomy versus solidarity with others, or rationality versus pluralism of ideas. Depending on which way these tensions lean, we will be favouring the construction of a different form of democracy that will also have important repercussions on the way in which the civic education of its citizens is developed.

This text is based on the authors’ lecture during the seminar Learning to live together: Pillars of education for democracy, which took place at the Faculty of Education of the University of Alcalá on 3 March 2023.

KEYWORDS: Civic education, democracy, adult education, citizenship.


Figura 1. Cartel del seminario Learning to live together: Pillars of education for democracy

1. Introducción

Actualmente, en los Estados Unidos, un gran problema que enfrenta la educación es que está enfocada exclusivamente a preparar a las personas para saber desarrollar un futuro trabajo. Pero, en países que se caracterizan por vivir en democracia, la educación no puede solo preparar a las personas para saber desenvolverse en el mundo laboral, sino que debería contribuir a formar ciudadanos democráticos. Porque las democracias realmente funcionan solo si las personas participan activamente en ellas.

Así que podríamos preguntarnos: ¿Cómo nos podemos preparar individualmente para vivir juntos en sociedades democráticas que se están desarrollando cada vez más y están cambiando en sus formas? ¿Existen ciertos pilares para la vida en democracia? ¿Cómo debe ser la educación para contribuir a la promoción de sociedades democráticas? ¿Qué significa ser demócratas?

Para que la democracia funcione, necesita demócratas. Las competencias y los conocimientos cívicos no bastan. La educación debe apoyar la democracia y no contradecirla, no solo en los cursos de educación cívica. Ser demócrata significa tener conocimientos, tener competencias, pero además de eso se debe dedicar atención a los valores éticos y los fundamentos de la democracia.

En Alemania, por ejemplo, no existe una asignatura en las escuelas sobre educación cívica en ninguno de los niveles educativos. La educación cívica, sin embargo, se puede enseñar en cualquier asignatura o lugar. De hecho, en todas las asignaturas se pueden enseñar valores cívicos cuando promovemos la reflexión y el pensamiento crítico, por ejemplo.

Por estas razones, en el presente artículo vamos a hablar de los pilares de la democracia que subyacen en la educación y en el día a día.

En la actualidad tenemos la posibilidad de viajar y conocer la realidad de muchos países que viven en democracia. Esto nos permite pensar sobre cómo sería una democracia ideal, modélica. De hacerlo, cada persona imaginaría diferentes tipos de democracia, dependiendo del origen de cada uno, de sus valores, de su cultura, etc.; y se podrían definir algunos pilares fundamentales como la empatía, la libertad, la autonomía, la participación activa, etc.

Así que la democracia, en principio, debe tener unos pilares fundamentales, pero los diferentes modelos de democracia dependen de dónde se ponga el énfasis. En cada uno de esos modelos de democracia se da más importancia a unos aspectos que a otros.

2. Enfoques de la democracia y sus fundamentos

En este artículo se expondrán cuatro posibles enfoques democráticos y, a continuación, se detallarán sus características principales y los fundamentos de la democracia misma.

Los modelos democráticos a los cuales haremos referencia son los siguientes:

  1. Democracia liberal: Pone el énfasis en las libertades individuales como la libertad de expresión, la libertad de prensa y de credo. El Gobierno suele ser representativo y se elige mediante unas elecciones libres y justas (para más información sobre el tema, véanse los escritos de Mill y Gutmann).

La educación cívica en las democracias liberales tiende a hacer hincapié en la autonomía y la racionalidad individuales, así como en el compromiso con la protección de los derechos y las libertades individuales. Esto implica a menudo la enseñanza de habilidades de pensamiento crítico y la promoción del desarrollo de un sentido de responsabilidad personal para el compromiso cívico.

  1. Democracia participativa: Hace hincapié en la participación ciudadana activa en la toma de decisiones. Se incluye a los grupos marginados en las decisiones políticas, a través, por ejemplo, de la descentralización del poder a las comunidades locales. Se fomentan iniciativas de democracia directa como los referéndums y otras formas de iniciativas ciudadanas (para más información, véanse los escritos de Barbero).

En las democracias participativas, la educación cívica suele centrarse en promover la participación activa de los ciudadanos en el proceso político. Esto puede implicar la enseñanza de habilidades como la comunicación eficaz, la negociación y la resolución de conflictos, así como hacer hincapié en la importancia de la toma de decisiones colectiva y el desarrollo del capital social.

  1. Democracia deliberativa: Enfatiza los debates informados y respetuosos entre ciudadanos al tomar decisiones colectivas. Se prioriza el uso de la razón y se da mucha relevancia a la racionalidad en las tomas de decisiones. Durante los debates, se fomenta la diversidad de puntos de vista e intereses. El objetivo principal es lograr el bien común y el consenso a través del diálogo y las discusiones (para más información véanse los escritos de Habermas).

La educación cívica en las democracias deliberativas suele hacer hincapié en la importancia del debate y el diálogo racionales, así como en el cultivo de un sentido compartido de responsabilidad por el bien común. Esto puede implicar la enseñanza de habilidades como la escucha activa, el desacuerdo respetuoso y la capacidad de construir argumentos razonados, así como la promoción de la comprensión de la importancia de las diversas perspectivas y el pluralismo de valores.

  1. Democracia cosmopolita: Pone de relieve la importancia de la creación de una comunidad política global que vaya más allá del concepto de Estado o nación. Se reconocen los deberes y los derechos humanos universales. Se promueven instituciones globales y se fomenta la participación de la ciudadanía en los procesos globales de toma de decisiones (para más información, véanse Nussbaum, Archibugi).

En la democracia cosmopolita, la educación cívica suele hacer hincapié en la importancia de la interdependencia global, así como en el compromiso de solidaridad con personas de diferentes culturas y naciones. Esto puede implicar la enseñanza de habilidades como la comunicación intercultural, la empatía y la capacidad de trabajar más allá de las fronteras culturales y lingüísticas, así como el fomento de la comprensión de la importancia de los derechos humanos, la justicia social y la sostenibilidad medioambiental.

3. Fundamentos de la democracia

Existen valores que son fundamentales para la construcción de la democracia. Si los dispusiéramos en un diagrama de coordenadas X e Y, podríamos ver que dichos valores pueden mantener cierta tensión entre sí cuando hablamos de educación.

Existe una tensión, por ejemplo, entre los valores autonomía y solidaridad. Si fomentamos demasiado la autonomía, estaremos perdiendo de vista la importancia del valor solidaridad. Existe otra tensión entre el valor pluralismo (entendido como promoción de múltiples opiniones o visiones) y el valor racionalidad (entendida como promoción de un debate meramente intelectual, donde domine la objetividad). Lo importante es no perder de vista la importancia de dichas tensiones, porque garantizan que haya democracia en lugar de otros tipos de gobierno.

En este diagrama ficticio de coordenadas, entrarían también los modelos democráticos mencionados anteriormente.

Figura 2. Diferentes aproximaciones a la democracia y sus fundamentos (Fuente: Elaboración propia de los autores)

A continuación, vamos a profundizar algo más en detalle en los fundamentos de la democracia.

3.1. Autonomía

La autonomía es la capacidad de utilizar las propias habilidades racionales para determinar la valía de las creencias, juicios, valores y acciones (ya sean propias o del interlocutor).

Según Adorno (1971, 2013, p.107), el célebre filósofo alemán:

Las personas que se integran ciegamente en colectivos ya se están convirtiendo en algo parecido a material inerte, borrándose como seres autodeterminados. Esto incluye la voluntad de tratar a los demás como masas amorfas. […] Una democracia que no solo se supone que funciona, sino que funciona de acuerdo con su concepto, requiere personas autónomas.

La autonomía en la toma de decisiones (aunque no sea del todo alcanzable, dadas las limitaciones) no puede abandonarse como principio regulador que apunta al ideal. Fomentar la autonomía en una democracia es la condición sine qua non para respetar la dignidad de cada ser humano, tratándolo como sujeto (y no como objeto). Pero la autonomía equiparada a un individualismo extremo estaría mal concebida.

Una parte importante cuando educamos a las personas, por lo tanto, es promover la autonomía de pensamientos, guiarlas para que tomen decisiones adecuadas y para que puedan luchar por sus valores y derechos.

3.2. Solidaridad

Otro valor importante es la solidaridad. La solidaridad se puede ver de distintas maneras.

La solidaridad vista como responsabilidad colectiva se puede definir como:

  • Solidaridad social: Supone cohesión dentro de un grupo y tiene las siguientes características: parte de normas socialmente compartidas; es interdependiente; implica “sentir con” (por ejemplo, repulsión compartida ante el sufrimiento); implica “sentir por” los otros (por ejemplo, simpatía, lástima, etc.); identificación y pérdida del yo; contagio en cuanto a dejarse llevar por los sentimientos de otros. Llevada al extremo, la solidaridad social puede implicar que las personas se identifiquen exclusivamente con el grupo, perdiendo su propia identidad. Eso suele ocurrir, por ejemplo, con las ideologías políticas o cuando se manipula a las personas.
  • Solidaridad cívica: La solidaridad cívica garantiza que se satisfagan las necesidades de todos para una participación efectiva en la vida cívica. Desde este punto de vista, la comunidad tiene la obligación de proteger a cada ciudadano de ciertas vulnerabilidades y garantizar la capacidad de cada uno para actuar en libertad (Scholz, 2015).
  • Solidaridad epistémica: Pretende entender la verdad a través de la búsqueda mutua de la verdad mediante las diferencias; implica buscar, no debatir; parte del respeto a los demás como poseedores de conocimientos frente a la injusticia testimonial; plantea una apertura para nombrar nuevas verdades contra la injusticia hermenéutica.

La autonomía sin solidaridad es un proyecto neoliberal. La solidaridad sin autonomía es un proyecto totalitario (ya sea de derechas o de izquierdas).

3.3. Racionalidad

La racionalidad apela a razones para generar, justificar, evaluar y modificar creencias y acciones (Siegel, 1988). En nuestra vida necesitamos darnos razones que sean coherentes con nuestra forma de pensar y actuar. Además, estas razones están interconectadas entre sí y crean cierta consistencia y coherencia, de modo que las razones no son contraproducentes.

La racionalidad no garantiza ni el progreso ni la verdad. De hecho, a lo largo de la historia, se ha utilizado erróneamente para justificar fines monstruosos (para más información, véanse los escritos de Horkheimer y Adorno) y la subyugación de otros (para más información, véanse los escritos de Foucault).

El valor de la racionalidad no es la verdad, sino que es necesaria como base para el diálogo, para pensar y actuar mejor. Es importante para vivir en colaboración y colectivamente, en lugar de vivir aislados o segregados. De hecho, la racionalidad permite tener un horizonte más amplio de visiones del mundo.

3.4. Pluralismo

El pluralismo consiste en la capacidad de sentirnos cómodos con las personas que tienen valores diferentes, dentro un marco de horizontes humanos. No se debe confundir el relativismo con el pluralismo. En el relativismo todo vale, incluso lo inmoral; se aceptan todos los puntos de vista. Según el pluralismo, en cambio, si los valores de las personas entran en un marco de horizontes humanos, es decir, respetan los derechos humanos, se puede discrepar de otras personas y de sus valores, al mismo tiempo que se aceptan y se busca el diálogo y el entendimiento. Si los valores en los que se cree no respetan la dignidad humana, allí no hay debate que se pueda mantener (para profundizar en el tema, véanse los escritos de Berlin).

La homogeneidad, en cambio, es una fantasía y, además, es indeseable en cualquier circunstancia. No obstante, una relatividad extrema socavaría la posibilidad de vivir juntos, si no existe una base para el entendimiento compartido.

La racionalidad con pluralismo daría lugar a una hegemonía. El pluralismo sin racionalidad es una pesadilla de la posverdad.

Ser consciente de estos cuatro pilares para la democracia, de sus tensiones y de la complejidad resultante puede servir de guía para una educación que apoye el aprendizaje cívico en todas las asignaturas y a lo largo de toda la vida. Es importante que las personas se planteen cuáles son sus valores cívicos.

Por último, una vez que se ha profundizado en los valores básicos de la democracia y la importancia de mantener cierta tensión entre ellos, para garantizar la democracia y no caer en otros tipos de gobierno, a continuación, se plantearán con más detalle cada uno de los modelos democráticos propuestos al principio y las consecuencias de la promoción de cada uno de ellos en la educación cívica permanente de las personas.

4. Democracia liberal: Fomento de la racionalidad y la autonomía

Las democracias liberales hacen mucho hincapié en la protección de los derechos individuales, incluido el derecho a la autonomía. El papel del Gobierno es garantizar que los individuos sean libres de tomar sus propias decisiones sobre sus vidas, sin interferencias indebidas del Estado o de otros individuos. (Para una ampliación del tema, véase los escritos de Stuart Mill).

En una democracia liberal, además, el Estado de derecho garantiza que todos los individuos reciban el mismo trato ante la Ley, independientemente de su condición social o sus conexiones políticas. Esto impulsa el uso de la racionalidad al proporcionar un marco jurídico estable y predecible, que permite a los individuos planificar y tomar decisiones, basándose en normas y reglamentos conocidos. (Para una ampliación del tema, véase los escritos de Friedrich Hayek).

Las democracias liberales, asimismo, promueven el debate libre y abierto, el cual permite a los individuos expresar sus opiniones y entablar un discurso racional con los demás. Esto es esencial para la autonomía, ya que los individuos deben poder expresar libremente sus opiniones e ideas para tomar decisiones sobre su vida con conocimiento de causa. (Para una ampliación del tema, véase los escritos de Jürgen Habermas).

Por último, la libertad de expresión es un valor clave de la democracia liberal. Esta libertad permite a los individuos expresar sus propias opiniones e ideas, participar en debates y discusiones racionales y desafiar las estructuras de poder establecidas.

4.1. Consecuencias para la educación cívica permanente desde la democracia liberal

Muchas democracias liberales insisten en un tipo de educación que fomente el desarrollo del pensamiento racional y la capacidad de razonamiento crítico. Al promover este tipo de educación, las democracias liberales impulsan una cultura que valora la racionalidad y la toma de decisiones informada.

Las democracias liberales, como se ha mencionado anteriormente, impulsan la participación ciudadana en el proceso político, lo que permite a los individuos comprometerse con las políticas que les afectan y darles forma. Esto lleva a los individuos a ejercer su autonomía y tomar decisiones racionales.

Se empujan y promueven las oportunidades de aprendizaje no formal e informal. Entre ellas se encuentran las organizaciones comunitarias, las redes sociales y los foros en línea. Estas plataformas pueden facilitar el compromiso cívico y proporcionar a las personas oportunidades para aprender y practicar las competencias democráticas.

Como ya se ha mencionado, la autonomía y la racionalidad son valores clave de la democracia liberal. Las habilidades de pensamiento crítico son esenciales para que los individuos ejerzan su autonomía y tomen decisiones racionales. Por lo tanto, la educación cívica permanente, en este tipo de democracia, debe hacer hincapié en el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico, a través de diversos medios como el aprendizaje basado en problemas, el aprendizaje basado en la indagación y el cuestionamiento abierto (Freire, 1970).

Un principio clave de la democracia liberal es la idea de ciudadanía activa, en la que los individuos no son meros miembros pasivos de la sociedad, sino que participan activamente en los procesos de toma de decisiones. La educación cívica permanente está pensada para que promueva oportunidades para que las personas participen en actividades cívicas como el voto, el voluntariado y la defensa de los derechos (Dewey, 1916).

La autonomía y la racionalidad requieren el reconocimiento de perspectivas diversas y la capacidad de evaluarlas críticamente. Por lo tanto, la educación cívica permanente debe promover la diversidad y la inclusión mediante la exposición de los individuos a diferentes puntos de vista, culturas y experiencias (Hooks, 1994).

La democracia liberal, finalmente, valora el diálogo y el intercambio de ideas. La educación cívica permanente en este tipo de democracia debe fomentar una cultura del diálogo alentando debates respetuosos y constructivos entre personas con perspectivas diferentes (Habermas, 1984).

5. Democracia participativa: Autonomía y pluralismo

La democracia participativa hace hincapié en la importancia de la autonomía individual en el proceso de toma de decisiones. Según autores como Pateman (1970) y Chambers (2003), la democracia participativa promueve la autonomía individual al permitir que los ciudadanos participen directamente en el proceso de toma de decisiones, en lugar de estar sujetos a las decisiones tomadas por representantes electos o expertos.

La democracia participativa también valora el pluralismo, o el reconocimiento y la aceptación de diversas perspectivas y opiniones. Teóricos como Barber (1984) sostienen que la democracia participativa es necesaria para promover el pluralismo, ya que permite la participación activa de ciudadanos de diversos orígenes y perspectivas en el proceso de toma de decisiones.

La democracia participativa también capacita a los individuos para implicarse activamente en el proceso político y ejercer su autonomía. Según autores como Fung (2003), la democracia participativa promueve la autonomía individual al permitir a los ciudadanos desempeñar un papel activo en la configuración de sus comunidades y en la determinación de sus propios destinos.

La democracia participativa promueve la justicia social dando voz a quienes tradicionalmente han sido excluidos del proceso político. Al dejar que los grupos marginados y minoritarios participen en la toma de decisiones, la democracia participativa contribuye a corregir los desequilibrios de poder y a promover una mayor igualdad. Como sostiene la teórica política Fraser (1997), la democracia participativa se basa en el principio de reconocimiento, según el cual todos los miembros de la sociedad son reconocidos como participantes iguales en el proceso político, independientemente de su condición social o su procedencia.

5.1. Consecuencias para la educación cívica permanente desde la democracia participativa

La democracia participativa valora la autonomía y el pluralismo, lo que requiere que los individuos piensen críticamente y analicen la información desde diversas perspectivas. Por lo tanto, la educación cívica permanente, acorde con este modelo democrático, debe hacer hincapié en las habilidades de pensamiento crítico, lo que permite a los individuos tomar decisiones con conocimiento de causa y participar eficazmente en el proceso democrático (Dewey, 1916).

Un aspecto clave de la democracia participativa es la capacidad de expresar opiniones y entablar un diálogo significativo con los demás. La educación cívica permanente debe dar prioridad al desarrollo de habilidades comunicativas que permitan a los individuos articular eficazmente sus puntos de vista y entablar conversaciones constructivas con los demás (Habermas, 1989).

Asimismo, la democracia participativa valora la participación de voces y opiniones diversas. La educación cívica permanente se concibe como algo cuyo fin es crear entornos de aprendizaje inclusivos y diversos que fomenten el respeto y el entendimiento mutuos. Esto puede lograrse mediante el fomento de la competencia intercultural y la sensibilidad a la diversidad (Kymlicka, 1995).

La democracia participativa, al mismo tiempo, hace hincapié en la participación activa de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones. La educación cívica permanente debe fomentar el compromiso cívico brindando a las personas la oportunidad de participar en iniciativas comunitarias, dejándoles ofrecerse como voluntarios y participar en la toma de decisiones y campañas políticas. Esto permite a los individuos desarrollar un sentido de responsabilidad cívica y fomenta, a la vez, una comprensión más profunda de los principios democráticos (Barber, 1984).

La democracia participativa, además, subraya la importancia del compromiso de la comunidad y de la toma de decisiones colectiva. Por lo tanto, la educación cívica se ve como algo que debe incluir oportunidades para que las personas trabajen en colaboración a través de proyectos e iniciativas comunitarios.

Finalmente, la democracia participativa busca promover la justicia social y la igualdad. La educación cívica permanente, según este modelo democrático, debe dar prioridad a las cuestiones de justicia social, como la pobreza, la discriminación y las violaciones de los derechos humanos. Esto puede lograrse mediante el servicio comunitario y la defensa de los derechos que permiten a los individuos contribuir al cambio social y promueven los principios de la democracia participativa (Young, 1990).

6. Democracia deliberativa: Racionalidad y solidaridad

La democracia deliberativa sostiene que la toma de decisiones colectiva debe basarse en la razón y la evidencia, en lugar de emociones o intereses. Mediante la deliberación, los ciudadanos pueden evaluar diferentes perspectivas y argumentos, y tomar decisiones con conocimiento de causa. Esto fomenta la racionalidad y el uso del pensamiento crítico, en lugar de basarse en simples eslóganes o frases hechas. Habermas (1989), destacado teórico de la democracia deliberativa, sostiene que la deliberación pública es esencial para que una sociedad democrática funcione correctamente. Además, considera que la comunicación racional entre los ciudadanos puede conducir a la formación de un “consenso racional” sobre cuestiones públicas.

La democracia deliberativa, además, hace hincapié en la importancia de la solidaridad, o el sentido de pertenencia y preocupación mutua entre los ciudadanos. Al entablar un diálogo con otras personas que tienen perspectivas diferentes, los ciudadanos pueden desarrollar un sentido de empatía y comprensión hacia los demás. Esto fomenta la solidaridad social y el reconocimiento de intereses y valores compartidos. Young (1990), otra destacada teórica de la democracia deliberativa, sostiene que la deliberación puede promover la “solidaridad comunicativa” al permitir a los individuos reconocer las dimensiones sociales y políticas de sus experiencias personales. Al entablar un diálogo con los demás, los individuos pueden desarrollar un sentido de responsabilidad mutua y de preocupación por el bien común.

Seyla Benhabib (2006), en línea con las mencionadas elaboraciones teóricas, sostiene que la deliberación puede fomentar la solidaridad, al permitir a los individuos reconocer su interdependencia con los demás. Mediante el diálogo con otros, los individuos pueden desarrollar un sentido de propósito común y responsabilidad compartida para abordar los problemas públicos.

6.1. Consecuencias para la educación cívica permanente desde la democracia deliberativa

La democracia deliberativa subraya la importancia del razonamiento y la argumentación racional en los procesos de toma de decisiones. En consecuencia, la educación cívica permanente, acorde con este modelo democrático, debe hacer hincapié en el desarrollo de las capacidades de pensamiento crítico y ofrecer oportunidades a las personas para que participen en procesos de reflexión y debate respetuoso.

La democracia deliberativa, además, valora la inclusión de perspectivas diversas y el reconocimiento del pluralismo. Por tanto, la educación cívica permanente debe esforzarse por crear entornos de aprendizaje integradores en los que personas de distintos orígenes puedan compartir sus puntos de vista y experiencias.

En este modelo democrático, se insiste en la importancia de la participación activa en los procesos de toma de decisiones. Por tanto, la educación cívica permanente debe tener como objetivo desarrollar el sentido de la responsabilidad cívica en las personas y dotarlas de las habilidades necesarias para participar en deliberaciones públicas significativas.

La democracia deliberativa, finalmente, hace hincapié en la importancia del diálogo y la colaboración en los procesos de toma de decisiones. Por lo tanto, la educación cívica permanente debe promover el desarrollo de las capacidades de comunicación y colaboración de las personas, así como ofrecerles oportunidades para entablar un diálogo significativo con los demás.

7. Democracia cosmopolita: solidaridad y pluralismo

La democracia cosmopolita reconoce el valor de la diversidad y la existencia de múltiples culturas, creencias y perspectivas. Según Archibugi (2008), este reconocimiento es esencial para construir una sociedad basada en el pluralismo de valores, en la que los individuos y los grupos sean respetados por sus diferencias y se les permita participar desde la igualdad en los procesos de toma de decisiones.

La democracia cosmopolita promueve la solidaridad y la cooperación entre diferentes naciones y culturas, haciendo hincapié en la importancia de una humanidad compartida y de la ciudadanía global. Según Held (2004), este sentido de la solidaridad es esencial para abordar retos mundiales como el cambio climático, la pobreza y las violaciones de los derechos humanos.

La democracia cosmopolita, asimismo, anima a los individuos a participar en el diálogo y el intercambio intercultural, fomentando una mayor comprensión y empatía hacia otras culturas y formas de vida. Este intercambio, siguiendo a Beck (2006), puede ayudar a derribar barreras y promover el respeto mutuo y la cooperación entre diferentes grupos.

Este modelo democrático reconoce la importancia de los derechos humanos universales y la necesidad de un marco jurídico global para proteger estos derechos. Este reconocimiento, según Bohman (2007), promueve valores como la dignidad, la igualdad y la justicia, que son esenciales para construir una sociedad basada en la solidaridad y el respeto a la diversidad.

7.1. Consecuencias para la educación cívica permanente desde la democracia cosmopolita

La democracia cosmopolita pone el énfasis en la importancia de los derechos humanos y la justicia social. Por lo tanto, la educación cívica debería promover la concienciación sobre estos valores y animar a los individuos a convertirse en ciudadanos activos en la promoción de los derechos humanos y la justicia social a escala local y mundial (Beitz, 2009).

Asimismo, la democracia cosmopolita reconoce la importancia de proteger el medio ambiente mundial. Por ello, la educación cívica debe promover la conciencia medioambiental y animar a los individuos a participar en los esfuerzos para proteger el medio ambiente a escala local y mundial (Eckersley, 2005).

8. Conclusión

En este artículo se ha puesto de manifiesto que se pueden definir diferentes formas de educación cívica permanente dependiendo de la perspectiva de democracia adoptada en cada una.

La educación cívica en la democracia liberal tiende a hacer hincapié en la autonomía y la racionalidad individuales, así como en el compromiso con la protección de los derechos y las libertades individuales. Esto suele implicar la enseñanza de habilidades de pensamiento crítico y la promoción del desarrollo de un sentido de responsabilidad personal para el compromiso cívico.

En la democracia participativa, en cambio, la educación cívica suele centrarse en promover la participación activa de los ciudadanos en el proceso político. Esto puede implicar la enseñanza de habilidades como la comunicación eficaz, la negociación y la resolución de conflictos, además de hacer hincapié en la importancia de la toma de decisiones colectiva y el desarrollo del capital social.

La educación cívica en la democracia deliberativa, a su vez, suele hacer hincapié en la importancia del debate y el diálogo racionales, así como en el cultivo de un sentido compartido de responsabilidad por el bien común. Esto puede implicar la enseñanza de habilidades como la escucha activa, el desacuerdo respetuoso y la capacidad de construir argumentos razonados, así como el fomento de la comprensión de la importancia de las diversas perspectivas y del pluralismo de valores.

En la democracia cosmopolita, finalmente, la educación cívica suele hacer hincapié en la importancia de la interdependencia global, así como en el compromiso de solidaridad con personas de diferentes culturas y naciones. Esto puede implicar la enseñanza de aptitudes como la comunicación, la empatía y la capacidad de trabajar más allá de las fronteras culturales y lingüísticas, así como fomentar la comprensión de la importancia de los derechos humanos, la justicia social y la sostenibilidad medioambiental.

De este modo, las personas que quieran dedicarse a la enseñanza de una educación cívica deben tener presente que esta puede plantearse con objetivos diversos, y reflexionar también sobre cuáles los suyos.


[1] Chad Hoggan es profesor de la Universidad Estatal de Carolina del Norte (EE. UU.), en el Departamento de Liderazgo Educativo, Política y Desarrollo Humano. Sus investigaciones se centran en el aprendizaje transformacional y la educación cívica. Actualmente es coeditor de la revista científica Transformative Education.

[2] Tetyana Hoggan-Kloubert es profesora de la Cátedra de Educación de Adultos y Educación Permanente de la Universidad de Augsburgo (Alemania). Sus trabajos de investigación se centran en la educación de adultos, el fenómeno de las migraciones y la educación cívica.


Referencias

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