La gestión del tiempo en educación:
Reflexiones a partir del libro “La sociedad de las prisas”

Por Ana Belén García-Varela1
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 8


Novo, M. (2023). La sociedad de las prisas: Vivir despacio para vivir mejor. Ediciones Obelisco.

1. Sobre La sociedad de las prisas, de María Novo

La sociedad de las prisas, obra de María Novo, nos mueve a reflexionar sobre el ritmo acelerado con el que vivimos en la vida contemporánea. Nos ofrece una mirada crítica, pero a la vez compasiva, sobre cómo esta cultura de la prisa afecta a nuestra salud física y mental, así como a las relaciones que construimos con otras personas y a cómo nos relacionamos con nuestro medio ambiente. Nos muestra cómo esta sociedad de lo efímero en la que estamos inmersos no nos deja asombrarnos de lo cotidiano porque no tenemos tiempo para vivir despacio, para detenernos en lo extraordinario de cada día con serenidad. De esta forma, el tiempo se convierte en una medida de nuestra propia libertad. Como recurso finito se agota y habitualmente nos sentimos presos dentro de nuestra propia vida, formando parte de la estructura social y económica que hemos construido. Y es que hemos creado las máquinas dándoles la lógica de la eficiencia y la rapidez. Pero las máquinas, en manos de la economía, han trasladado esa lógica a los humanos. Debemos ser capaces de construir una sociedad que nos permita humanizar nuestra existencia, ralentizando el ritmo de vida y valorando las relaciones y nuestros propios ritmos vitales. Para ello, es fundamental aprender a desconectar de la tecnología, la cual nos hace sentir que todo es urgente y requiere nuestra atención inmediata.

Así, esta obra nos invita a reflexionar sobre el uso del tiempo y, en relación con la educación, tema que trabajamos en el Instituto Ikeda, nos ha impulsado a reconsiderar cómo se gestionan los tiempos en el ámbito educativo.

2. El tiempo en educación desde el punto de vista del aprendiz

En la labor docente, a menudo nos obsesionamos con el rendimiento y el ritmo acelerado que imponen las programaciones y los temarios. Sin embargo, es crucial aprender a distinguir lo urgente de lo importante. Este discernimiento nos permite improvisar y fluir con la vida, aceptando que no todo necesita estar planificado ni comprometido previamente. También nos ayuda a comprender mejor las necesidades de nuestros estudiantes, que no pueden planificarse de antemano y van surgiendo a lo largo del proceso de aprendizaje. Esto nos invita a conciliar el sentido de responsabilidad, que podemos sentir hacia nuestra planificación previa, con la improvisación necesaria para tener en cuenta todos estos procesos que no están previstos inicialmente. Esto da vida a nuestros espacios educativos y hace sentir a nuestros estudiantes que lo que ocurre en el aula, que su propia vida y su experiencia, es una base fundamental de la educación, más allá de adquisición de unos conocimientos prefijados en los que suelen basarse las programaciones. En el mejor de los casos, podríamos referirnos a competencias en lugar de contenidos, pero inevitablemente estas también están prefijadas en nuestras programaciones sin considerar el contexto real del día a día en el aula.

Son esos momentos imprevistos los que nos hacen vivir experiencias únicas y se convierten en oportunidades para dar voz a procesos que, de otro modo, tal vez no habrían sido posibles. Así, se transforman en momentos de esperanza, en respiros que pueden propiciar pequeños cambios personales. Este cambio implica una conexión ecológica con uno mismo y con el entorno, respetando nuestros propios ritmos personales y nuestra relación con la naturaleza.

Para comprenderlo mejor, consideremos un ejemplo basado en la naturaleza. A veces, forzamos a las plantas a florecer fuera de su tiempo natural, como las flores de Pascua en Navidad, que necesitamos que florezcan rápidamente y de manera exuberante para su venta en unos días concretos. Sin embargo, este ritmo forzado, impuesto mediante el uso de fertilizantes específicos y luces artificiales, puede llevar a que la planta muera prematuramente una vez que llega a los hogares de los compradores debido al agotamiento. De manera similar, los procesos de desarrollo evolutivo y la madurez de un aprendiz no se pueden forzar. Podemos estimularlo para que supere ciertas pruebas, pero, a largo plazo, esto puede generar desmotivación y confusión debido a aprendizajes que no se han construido de manera significativa. Es esencial que acompañemos estos procesos en lugar de tratar de acelerarlos, permitiendo que el aprendizaje y el desarrollo se den de forma natural.

Desde un punto de vista evolutivo, comprender los procesos en la infancia nos permite apoyar mejor su desarrollo. El aprendizaje, vinculado al crecimiento, tampoco puede ser forzado. Necesitamos tiempo para que estos procesos se desarrollen de manera natural y con sentido. De este modo, no solo logramos un aprendizaje más profundo, sino también una vida más equilibrada y armoniosa. Necesitamos tiempo para ayudar a los jóvenes a descubrir su excelencia, ya que esto se da a través de la práctica y la dedicación, y ambas requieren tiempo.

Por el contrario, desde muy pequeños enseñamos a los niños y niñas a consumir el tiempo de manera voraz, vinculándolo al éxito. Llenamos sus horarios de actividades extraescolares en las que tienen que seguir rindiendo, y destacando, en jornadas que les dejan exhaustos. Desde muy pequeños les enseñamos a rendir por encima de todo y después nos sorprende que tengamos cada vez más casos de problemas emocionales en la infancia o problemas de atención. Es crucial que los niños tengan tiempo libre para aprender a gestionar sus propios ritmos, comprendiendo el valor del aburrimiento como un espacio desde el cual pueden desarrollar su creatividad. Necesitan momentos de inactividad para explorar sus intereses, reflexionar y construir su propio entendimiento del mundo. Este tiempo libre no solo les permite descansar, sino que también les enseña a valorar y manejar su propio tiempo, promoviendo un desarrollo emocional saludable y una mayor capacidad de atención. Solo así podemos ayudarles a crecer de manera equilibrada y plena, preparados para enfrentar los desafíos de la vida sin sacrificar su bienestar emocional. De este modo, necesitan adultos que los acompañen en ese proceso de aprendizaje y de crecimiento, que les guíen dedicando el tiempo que sea necesario en cada momento.

3. El tiempo en educación desde la perspectiva de los docentes

También es necesario repensar sobre el tiempo en educación desde la perspectiva de los docentes, cómo se sienten presionados por los ritmos escolares y cómo esto afecta a su labor educativa. La profesión docente es a menudo subestimada por diferentes motivos. Uno de ellos es que suele ser percibida erróneamente como una ocupación con muchas vacaciones y jornadas de trabajo cortas. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Después de la jornada laboral, la mayoría de los docentes necesita dedicar gran parte de su tiempo libre a tareas como el diseño de las clases, la elaboración de materiales o la evaluación, además de enfrentarse a tediosos procesos burocráticos. Este esfuerzo constante ha contribuido en los últimos años a numerosos problemas depresivos en los docentes derivados del estrés y al desarrollo de lo que se ha denominado el síndrome del burnout en la profesión docente. Estudios como el de Agyapong et al. (2022) reportan una alta prevalencia de diagnósticos de estrés, agotamiento, ansiedad y depresión entre los y las docentes, sugiriendo que estos problemas psicológicos están muy extendidos y merecen especial atención tanto a nivel de políticas educativas como desde los propios centros.

Teniendo en cuenta esto, es crucial reconocer la importancia del bienestar emocional y mental de los docentes, tanto por su propia salud como por la labor fundamental que desarrollan en nuestra sociedad. Crear un entorno de apoyo y comprensión es esencial para que los docentes puedan encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades profesionales y su vida personal. Este es un problema de conciliación familiar que no es ajeno a cualquier otro tipo de profesión.

Como nos muestra la obra de María Novo, necesitamos tiempo para poder crear un mundo distinto en el que podamos entender que “la mayor experiencia es el encuentro en paz con uno mismo y con las personas queridas” (p.9). En el ritmo de vida que llevamos, nos conformamos con resistir, con sobrellevar cada una de las tareas hasta llegar exhaustos al final de la jornada que es, paradójicamente, el tiempo que solemos dedicar al hogar o a los seres queridos. Novo nos hace reflexionar sobre cómo, de este modo, vivimos a un ritmo que no corresponde ni a las necesidades de nuestro cuerpo ni a las exigencias reales de nuestro entorno.

Es fundamental reflexionar sobre estos aspectos para mejorar la calidad de vida de los docentes y, en consecuencia, valorar más la labor educativa que realizan. Necesitamos reconsiderar cómo se gestiona el tiempo en la educación y promover un equilibrio que les permita encontrar paz y satisfacción tanto en su vida profesional como personal. Al hacerlo, no solo mejoramos el bienestar de los educadores, sino también la calidad de la educación, revirtiendo en el bienestar de los aprendices y, por tanto, de nuestra sociedad.

Es esencial que las políticas educativas reconozcan y aborden la necesidad de proporcionar a los docentes el tiempo y los recursos adecuados para realizar su trabajo de manera efectiva y saludable. Además, es imprescindible que los centros educativos faciliten tiempos de cuidado entre los propios docentes, donde más allá de objetivos de rendimiento se pueda repensar la educación desde un punto de vista más humano. También los docentes necesitan repensar sobre su propia labor para encontrar la motivación para seguir siendo el motor de nuestra sociedad y no dejarse llevar por los ritmos burocráticos a los que les somete el sistema. Es crucial que profundicen en el sentido de su labor para no perderse en procesos administrativos sin fin o en exigencias del sistema.

4. Una visión de la educación desde la ternura y los cuidados

Como podemos ver, analizar el uso del tiempo desde la perspectiva de los aprendices como desde los docentes nos lleva a pensar sobre los cuidados. Y conectado con el tema de los cuidados, y como un concepto central en esta obra de María Novo, está el tema de la ternura. La autora sostiene que la ternura es un don del tiempo y que sin tiempo la ternura no puede existir. No se trata solo de observar a una persona, sino de contemplarla en profundidad. Debemos dedicar tiempo a los cuidados y alejarnos de la idea de que solo el tiempo de calidad es suficiente; también es necesaria una cantidad significativa de tiempo.

Los cuidados son esenciales para el ser humano y requieren tiempo. Como nos muestra María Novo, la ternura, como un don del tiempo, implica más que una simple mirada; es una observación profunda. A los ojos de un niño, el amor se manifiesta a través del tiempo compartido. El éxito es un gran impostor, y la verdadera medida del éxito es ser significativo para aquellos que nos importan.

Vivimos en una sociedad que nos empuja a ignorar los cuidados esenciales, tratándolos como si fueran un complemento sin importancia en nuestra rutina diaria. Esto nos lleva a olvidar su verdadero valor, reduciendo los cuidados a meras transacciones comerciales. Esta situación se refleja, por ejemplo, en la dependencia de actividades extraescolares o centros de día cuando no podemos atender a nuestros hijos o personas dependientes. Pero el acto de cuidar establece vínculos profundos, y esta es una de sus cualidades más bellas, ya que quienes cuidan y quienes son cuidados crecen juntos a través de la experiencia de dar y de recibir.

Debemos asumir que no somos autosuficientes. Tenemos una deuda con aquellos que han apoyado nuestro crecimiento y educación en algún sentido; por ejemplo, aquellos que nos enseñaron habilidades fundamentales como leer y escribir, nos dieron herramientas emocionales para poder valernos en la vida, o confiaron en nuestros procesos. Detrás de cada uno de nuestros aprendizajes, están el tiempo y la paciencia de los educadores. Una sociedad bien organizada es aquella que reconoce el derecho a dar y recibir cuidados, valorando el tiempo y el trabajo de cuidar como una prioridad social y comunitaria.

También debemos entender nuestra interconexión con la naturaleza. Novo nos invita a reflexionar sobre cómo somos parte de la naturaleza y constatar que esta no está separada de nosotros; sus límites son nuestros propios límites. Así, nos anima a aprender a desear mejorar para cuidar nuestro medio ambiente y a pensar en cuánto es suficiente. Para vivir de manera más respetuosa con el medio ambiente y construir una sociedad más justa y feliz, necesitamos un cambio de conciencia. Nos exhorta a ser el cambio que queremos ver en el mundo, en nuestra comunidad, viviendo de manera responsable y libre, teniendo en cuenta los cuidados.

La calma y la ternura nos enseñan a mirar para ver a los seres humanos, las situaciones, la naturaleza… Cuando lo hacemos, el sentimiento de paz se abre paso, al igual que el respeto y los afectos. Pero también pueden emerger el rechazo y la envidia… Todo lo humano aparece con la contemplación que desvela lo bello y lo feo, lo que tiene color y lo incoloro… Eso nos permite distinguir, optar, hacer elecciones. El tiempo que dedicamos a ver nunca es un tiempo perdido. (P.34).

Para completar nuestro compromiso con el planeta, debemos ofrecer nuestros cuidados y ternura también hacia la naturaleza, devolviéndole parte del tiempo que nos brinda. Esto implicará adoptar estilos de vida más sencillos y comprender que la Tierra puede satisfacer nuestras necesidades, pero no nuestros deseos desmedidos. En este sentido, existen experiencias muy interesantes vinculadas a la educación al aire libre (outdoor education; Birbes, 2018; Peris, 2017; Farné y Bortolotti, 2018) con diferentes iniciativas de prácticas educativas escolares y extraescolares que tienen en común la puesta en valor de la naturaleza como un eje fundamental para el desarrollo humano.

5. Conclusión

En resumen, La sociedad de las prisas, de María Novo, nos invita a reflexionar sobre los impactos negativos del ritmo acelerado de la vida contemporánea en nuestra salud, nuestras relaciones y nuestra conexión con el entorno. En el ámbito educativo, esta reflexión es crucial, ya que resalta la necesidad de gestionar el tiempo de manera más humana y equilibrada tanto para los docentes como para los estudiantes. La autora, en una metáfora, nos invita a operar más como artistas que como ingenieros, sugiriendo un enfoque más creativo, flexible y humano en la forma en que abordamos la vida y sus desafíos, en lugar de primar la eficiencia y la rigidez que pueden imponer las máquinas. Esto nos permitiría vivir de manera más plena y auténtica, enfrentando los desafíos de forma holística y sostenible.

Es esencial reconocer la importancia del tiempo y los cuidados, así como nuestra interconexión con la naturaleza, que puede llevarnos a construir una sociedad más justa y feliz. Al valorar la ternura y el cuidado, y al entender que no somos autosuficientes, podemos crear una comunidad que priorice el bienestar y el desarrollo integral de todos sus miembros. La concienciación sobre este tema podrá llevarnos a la implementación de políticas educativas que reconozcan y aborden estas necesidades que son esenciales para mejorar la calidad de la educación y, en última instancia, el bienestar de nuestra sociedad.

6. Sobre la autora

María Novo es catedrática titular de la Cátedra UNESCO de Educación Ambiental y Desarrollo Sostenible de la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) con un amplio y reconocido trabajo en el campo de la educación y la sostenibilidad. Novo ha publicado numerosas obras, tanto científicas como de divulgación y sensibilización, sobre medio ambiente, educación ambiental y sostenibilidad que promueven nuevas formas de entender y vivir en el mundo, abogando por una educación más humana basada en el desarrollo sostenible. Ha trabajado como consultora de la Unesco en proyectos internacionales y nacionales, y es miembro de la Junta Directiva del Capítulo Español del Club de Roma.

En el año 2007 Novo fundó, junto con otros colegas, el movimiento Slow People,[i] para promover la reflexión sobre los ritmos de vida acelerados en los que nos vemos inmersos y cómo afecta esto a nuestra calidad de vida y a la sostenibilidad global. En esta línea publicó en 2010 su libro Despacio, despacio: 20 razones para ir más lentos por la vida, donde ya animaba a repensar nuestra actitud ante la vida y el tiempo, y que es precursor de la obra que inspira este artículo.

Los numerosos artículos y obras de María Novo han influido profundamente en el ámbito educativo y ambiental, promoviendo la educación ambiental y fomentando una forma de vida en armonía con la naturaleza. Además, Novo ha expresado su inmensa creatividad a través de la poesía, el relato y la pintura.


[1] Ana Belén García-Varela es subdirectora del Instituto Universitario de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda, en la Universidad de Alcalá. Es también profesora titular de universidad e imparte docencia en el Departamento de Ciencias de la Educación de dicha Universidad.


Notas

[i] Sitio web del movimiento Slow People: http://www.slowpeople.org/new/quienes.php


Referencias

Agyapong, B., Obuobi-Donkor, G., Burback, L., Wei, Y. (2022). Stress, burnout, anxiety and depression among teachers: A scoping review. International Journal of Environmental Research and Public Health, 19(17), 10706.  https://doi.org/10.3390/ijerph191710706.

Birbes, C. (2018). Outdoor education. Sguardi interpretative e dimensioni pedagogiche. Pensa Multimedia.

Farné, R. y Bortolotti, A. (2018). Outdoor education: prospettive teoriche e buone pratiche. Carocci.

Novo, M. (2023). La sociedad de las prisas. Viste despacio para vivir mejor. Ediciones Obelisco.

Novo, M. (2010). Despacio: 20 razones para ir más lentos por la vida. Ediciones Obelisco.

Peris, L. (2017). Outdoor Education: Una forma de aprendizaje significativo. Punto rojo Libros.

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