Por Daisaku Ikeda
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 1 · Jun. 2020
Magnífico rector de la Universidad de Alcalá, Doctor D. José Vicente Saz Pérez;
respetados profesores de la Universidad de Alcalá, cuyo claustro docente encarna el acervo inextinguible del saber dedicado al bien de la humanidad;
distinguidos invitados:
Hay lazos prodigiosos, que trascienden las barreras del tiempo y del espacio, y unen a las personas en torno al propósito más noble… Así son, indudablemente, los lazos de la educación.
Con inmensa alegría, hoy celebro la inauguración de un centro de investigaciones que unirá a Europa y a Asia, salvando una distancia de miles de kilómetros, gracias al esfuerzo conjunto de una universidad con cinco siglos de la mejor tradición académica, como la Universidad de Alcalá, y de nuestra joven Universidad Soka, que se dispone a cumplir sus primeros cincuenta años en la enseñanza.
Es un profundo honor saber que este nuevo centro llevará mi nombre; con todo, considerando que este mes de junio se conmemora el 148.° natalicio del maestro Tsunesaburo Makiguchi –fundador del sistema pedagógico Soka orientado a la creación de valores– y consciente de la relación inseparable que nos une como mentor y discípulo, quisiera dedicar tal reconocimiento a este educador de estatura sublime, que dio la vida en la lucha y en la obra por la paz. Agradezco infinitamente al señor rector, a las autoridades y a los profesores de la universidad cuya sinceridad y consideración han hecho posible el establecimiento de este Instituto.
Es interesante notar que, en la misma época en que Makiguchi proponía su teoría de la educación enfocada en la felicidad de los niños, niñas y adolescentes, ya albergaba el sueño de crear un instituto de investigación dedicado a elaborar su ideal pedagógico.
Para él, era fundamental contar con un espacio académico así, que, aun teniendo un fuerte compromiso con la realidad y reconociendo el cambio social ligado a los procesos políticos, económicos o ideológicos, mantuviera una visión y un propósito invariables en relación con el futuro, más allá de las dinámicas circunstanciales. Makiguchi pensaba que una actividad de esa naturaleza solo podía cimentarse en el esfuerzo colaborativo de personas provenientes de diversos ámbitos, que comprendieran esencialmente el valor de la educación y no perdieran de vista sus metas más sublimes.
Consciente de ello, aspiraba a crear una institución que, basada en las valiosas experiencias de los predecesores, sumara nuevos saberes y prácticas para contribuir al desarrollo de la educación empleando los recursos de la innovación creativa.
Siento que nadie se sentiría tan dichoso con la inauguración de este centro de estudios como el propio maestro Makiguchi; de solo pensar en ello, me embarga una profunda emoción.
En la Universidad de Alcalá ya se están dictando cursos trasversales de Educación para la Felicidad, en los cuales se aplican los principios de la educación creadora de valores y se intercambian activas ideas sobre diversos aspectos de la práctica educativa, con la valiosa coordinación del profesor Alejandro Iborra, director del Instituto, y de la profesora Ana Belén García, su subdirectora.
Tal y como afirma el director Iborra, estos espacios son foros de diálogo que promueven la reflexión de los estudiantes y los invitan a examinarse por dentro, a desplegar fuerza creativa para generar nuevos valores y a ejercitar con dinamismo la búsqueda de la felicidad. Numerosos pedagogos y educadores del Japón y del mundo se han enterado de esta iniciativa de vanguardia a través del diario Seikyo Shimbun y han respondido con beneplácito, reconociendo el aliento y la inspiración que este curso brinda a todos los que trabajan en la formación docente.
El sol de la educación es una fuente de cálida y brillante esperanza…
Vienen a mi mente estas profundas palabras de Miguel de Cervantes, la gran pluma de las letras castellanas cuyo nombre lleva la egregia distinción conferida en la Universidad de Alcalá: «No sería esperanza aquella […] a que pudiesen contrastar y derribar infortunios, pues, así como la luz resplandece más en las tinieblas, así la esperanza ha de estar más firme en los trabajos…».[1]
La esperanza es la luz que disipa los nubarrones de la congoja y nos mantiene erguidos ante las aflicciones. Es la fuerza que buscaron y reconocieron los pensadores de todas las épocas. A mi entender, la esencia de una Educación para la Felicidad es alentar a cada persona a generar y proyectar esa luz de esperanza desde su propio interior, libremente y sin inhibiciones.
Esto es más cierto aun cuando pensamos en la vida exuberante y creativa que es capaz de promover en los estudiantes –y, junto con ellos, en toda la sociedad– la labor solidaria de los docentes que velan con todo su ser por la felicidad de sus jóvenes discípulos, y cotidianamente vuelcan pasión y compromiso en el ejercicio de su tarea.
El doctor Díez Hochleitner, presidente honorario del Club de Roma y español cosmopolita de gran nobleza, con quien hemos publicado una compilación de nuestros diálogos, dijo en una oportunidad: «El cosmos humano interno, es decir, el alma, disfruta de un estado saludable cuando el amor la guía en busca de cosas útiles para los demás y para el propio individuo. En cambio, concentrarse en los intereses propios conduce a la degradación y la perversión. En lugar de la ignorancia y el egoísmo, la sabiduría y la solidaridad deberían ser nuestras guías».[2]
En cualquier sociedad, cuanto más opresiva es la atmósfera que se cierne sobre los tiempos, más resplandece la labor de los verdaderos docentes, que día a día enseñan y encarnan los valores de la solidaridad, la sabiduría y el amor humanitario.
Espero que la Universidad de Alcalá, en colaboración con la Universidad Soka, siga abriendo grandes caminos de valores creativos por donde puedan marchar los ciudadanos del mundo en el siglo XXI, y que el desafío conjunto de ambas instituciones contribuya a la felicidad del género humano y a crear una sociedad global de coexistencia en paz y prosperidad.
Quisiera finalizar mis palabras con este aliento de Cervantes, que expresa cabalmente mi sentimiento y mis expectativas: «… Aún hoy comenzamos a navegar y el ánimo me está diciendo que nos aguardan y esperan mil felices sucesos».[3]
Muchísimas gracias a todos por su considerada atención.
7 de junio de 2019
Daisaku Ikeda
Fundador de la Universidad Soka
Referencias
[1] Cervantes, M. de (2017). Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Madrid: Biblioteca Clásica de la Real Academia Española – Barcelona: Espasa-Calpe, p. 62.
[2] Díez Hochleitner, R. e Ikeda, D. (2019). Un diálogo entre Oriente y Occidente. Barcelona: Galaxia Gutenberg, p. 138.
[3] Cervantes, op. cit., p.186.