Por Daisaku Ikeda
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 7
(Este artículo recoge fragmentos de la propuesta de paz que Daisaku Ikeda presentó a las Naciones Unidas en 2018, de la que toma el título, centrados en la cultura y la educación en materia de derechos humanos).
1. Las fuentes espirituales de las leyes sobre derechos humanos
El primer tema que quiero recalcar es que en el corazón de los derechos humanos yace el juramento de no permitir jamás que otro deba sufrir lo que uno mismo ha padecido. […]
En su autobiografía, Mandela describe la motivación que, en su juventud, lo inspiró a luchar por la libertad:
La continua acumulación de pequeñas ofensas, las mil indignidades y momentos olvidados, despertaron mi ira y mi rebeldía, y el deseo de combatir el sistema que oprimía a mi pueblo.[i]
Pese al brutal tratamiento que debió soportar en prisión, el corazón de Mandela jamás se dejó envolver por el odio, porque aún en los momentos más duros de su encarcelamiento se aferró a ese “ápice de humanidad”[ii] que veía en los guardias y se alimentó de él para seguir de pie.
El señor Mandela, consciente de que no todos los blancos odiaban a los negros, se esforzó por aprender a hablar afrikáans, el idioma hablado por sus carceleros, y logró conmover sus corazones al dirigirse a ellos en su lengua materna. Hasta el despótico alcaide se permitió exhibir cierta consideración hacia él, por primera vez, al dejar su puesto de trabajo. Esta respuesta inesperada hizo entender a Nelson Mandela que a ese funcionario la falta de humanidad “le había sido impuesta por un sistema inhumano”.[iii]
Durante sus veintisiete años de reclusión –casi diez mil días privado de la libertad–, Mandela cultivó la convicción inamovible de que “la bondad del hombre es una llama que puede quedar oculta, pero que nunca se extingue”.[iv] Ya liberado y al frente de la nación como presidente, adoptó medidas para proteger la vida y la dignidad de todas las personas por igual, negras o blancas.
En una oportunidad, un grupo de blancos perpetró una nueva masacre contra la población de color, y esto provocó un estallido de furia en la comunidad negra. Pero Mandela evitó emplear frases trilladas o banales para restaurar la armonía. En medio de un discurso de campaña, de pronto se dirigió a una mujer blanca que estaba de pie al fondo de la multitud y le pidió que subiera al escenario. Con una sonrisa, la presentó al público diciendo que era la enfermera que lo había atendido hasta recuperarse cuando, en la cárcel, había caído enfermo.
El problema no está dado por la diferencia racial, sino por lo que predomina en el corazón humano. Cuando la multitud tuvo ante sí este mensaje de su líder, la atmósfera cambió, y se contuvo el clamor de venganza. En su forma de responder esa situación, Mandela mostró conocer –y haber aprendido con mucho dolor– los perversos efectos que un sistema inhumano puede surtir en la vida al despojar a los sujetos de toda su humanidad.
2. El poder de la educación en derechos humanos
El segundo tema que quisiera explorar se vincula con el papel vital de la educación en materia de derechos humanos a la hora de superar las divisiones sociales. En años recientes, ciertas cuestiones referidas a las fronteras internacionales ‒como el endurecimiento de los controles migratorios en respuesta a la afluencia de personas refugiadas y migrantes, y las disputas territoriales en torno a recursos‒ han sido objeto de especial atención. Con todo, al mismo tiempo se observa un incremento de la conectividad global a través de diversas infraestructuras que atraviesan las fronteras nacionales, como los ferrocarriles, las redes de suministro eléctrico y el tendido submarino de cables para internet.
Se estima que en el mundo existen 750 000 kilómetros de cables de internet submarinos y 1 200 000 kilómetros de vías ferroviarias, cifras que superan holgadamente los 250 000 kilómetros de fronteras nacionales lineales que hay en nuestro planeta. El gasto mundial en infraestructura asciende a los 3 billones de dólares estadounidenses por año, casi el doble del desembolso anual en defensa, equivalente a 1,75 billones. Y la brecha entre ambas partidas de gastos tiende a ser cada vez más acentuada.[v]
En vista de estos hechos, Parag Khanna, investigador titular de la Universidad Nacional de Singapur, ha propuesto una revisión de nuestra mirada geopolítica:
La ausencia en nuestros mapas de toda la panoplia de infraestructuras construidas por el hombre produce la impresión de que las fronteras triunfan sobre otros medios de representar la geografía humana. Pero hoy sucede lo contrario: las fronteras solo importan donde importan; otras líneas son más relevantes la mayor parte del tiempo.[vi]
Khanna recalca que este compromiso global con la infraestructura no se limita solo a regiones trasnacionales como la Unión Europea, sino que se observa, también, en zonas de tensión geopolítica; en estos contextos, ofrece a los Estados la oportunidad de superar “los obstáculos de la geografía natural y política”[vii] y de crear beneficios recíprocos a través de ese enfoque.
La labor de Khanna para dar visibilidad a la importancia de la geografía funcional en el marco de los proyectos de infraestructura transfronterizos, sin por ello dejar de reconocer el papel de la geografía política, es afín a la perspectiva adoptada por Tsunesaburo Makiguchi en su obra Geografía de la vida humana. Makiguchi, además de destacar que la conducta de los seres humanos y de los Estados era fuertemente afectada por la percepción e interacción con la geografía, proponía que basaran sus actividades en el principio de la “competencia humanitaria”; es decir, trascender conscientemente los móviles egoístas y orientarse a proteger y mejorar no solo la propia vida sino también la vida de los congéneres.
Aunque las fronteras nacionales se asocien a soberanías no negociables, el crecimiento constante de los entramados de infraestructura global tendidos entre países puede generar lazos más amplios entre ellos. Esta actividad, creo yo, sería una innovadora expresión de la competencia humanitaria propuesta por Makiguchi.
Una de las bases de la filosofía de Makiguchi es la noción de que los valores se generan en contextos relacionales. Este mismo principio se puede aplicar al reto de los derechos humanos, en la medida en que exhorta a expandir las redes conectivas entre personas y cosas, por encima de las diferencias.
Como se ve, por ejemplo, en el caso de la enfermera o el de los carceleros, Nelson Mandela fortaleció su convicción en las posibilidades humanas de todos los individuos a través de ampliar su red de vínculos personales; esta experiencia, a su vez, se convirtió en sustento de sus actividades políticas luego de su liberación. Esto muestra que las relaciones cumplen una función transformadora y dan lugar a valores positivos a pesar de las profundas diferencias.
Shakyamuni, en su constante afán por reafirmar la dignidad de todas las personas, solía advertir a sus discípulos sobre el peligro de dejar que nuestro lenguaje proyectara las cosas de manera fija o inmutable. Les hacía ver que un brahmán[viii] ‒es decir, una persona digna del mayor respeto‒ no lo era por su linaje, sino por sus acciones. Dicho de otro modo, el valor de un individuo nunca debe estar determinado por el lenguaje con el cual se lo describe.
En las enseñanzas budistas aparece la frase “detestar, rechazar y excluir los otros nueve estados”,[ix] que se emplea para describir y criticar la cosmovisión que separa a los budas de los seres humanos. Según explica este término budista, para lograr el estado más elevado y sublime de la vida (la Budeidad), uno primero debe aborrecer, rechazar y evitar todas las demás condiciones de vida (los nueve estados).
Con esto en mente, Nichiren escribe:
La doctrina que excluye del logro de la Budeidad a las personas de los dos vehículos no fue un motivo de lamentación solo para tales personas. ¡Hoy entendemos que también fue una causa de pesar para nosotros![x]
Esta declaración revela que, cuando negamos la dignidad y el potencial de una persona o de determinado grupo, no solo estamos lesionando la dignidad de ellos, sino también nuestra propia dignidad. Aunque esta sea una referencia específicamente budista sobre la naturaleza de la vida, también señala una verdad que debe tomarse en cuenta a la hora de analizar la problemática de los derechos humanos en la actualidad, y es el peligro intrínseco a la creación de barreras que impidan a otro el ejercicio de su propia dignidad.
En todo el mundo se ven inquietantes casos de xenofobia que apuntan a personas o a grupos como objeto de rechazo, aislamiento o desprecio. El año pasado, durante el período ordinario de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, se aprobaron dos resoluciones contra la discriminación. Una combate la intolerancia basada en las creencias o la religión de las personas; la otra establece el inicio de negociaciones sobre el protocolo adicional a la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial.
La Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes, aprobada por la Asamblea General en 2016, también advertía: “La demonización de los refugiados o migrantes atenta gravemente contra los valores de dignidad e igualdad de todos los seres humanos que hemos prometido defender”.[xi]
Hasta cierto punto, es natural identificarse con los grupos formados por personas con las que se comparten atributos. Del mismo modo, puede producir cierta aprensión incluir a individuos de diferentes orígenes nacionales en la comunidad que alguien considera propia. Sin embargo, debemos reconocer que estos sentimientos pueden derivar en conductas de exclusión y violaciones de los derechos humanos, y que la enemistad y la hostilidad se exteriorizan en discursos de odio y en otras prácticas discriminatorias.
En estos últimos años, el apogeo de la sociedad posindustrial de la información ha incrementado nuestra capacidad de conectarnos con los demás, pero al mismo tiempo ha dado lugar a otro fenómeno, y es que hoy la gente solo se vincula con quienes tienen su mismo marco referencial. Una de las causas de esta “burbuja de filtros” es la capacidad de los análisis de datos y búsquedas de ofrecer al usuario información perfilada de acuerdo con su historial y preferencias, dejando afuera otras fuentes. De a poco, sin advertirlo, uno queda envuelto en una membrana aislante de información preseleccionada.
Lo que perturba de este fenómeno es su enorme poder de influir en la comprensión de las personas acerca de los problemas sociales. Aunque alguien busque activamente información sobre un asunto de su interés particular, el contenido hallado en sitios web o en redes sociales termina pareciéndose mucho a las ideas que el sujeto ya tenía antes. De esa manera, queda aislado de las opiniones divergentes, que nunca llegan a ser cuidadosamente ponderadas.
El ciberactivista Eli Pariser advierte: “En una época en que el intercambio de información es la base de la experiencia compartida, la burbuja de filtros actúa como una fuerza centrífuga que nos separa”.[xii] La capacidad de tomar decisiones acertadas depende de la conciencia y del contexto situacional. Y, sin embargo, escribe, advirtiéndonos sobre los efectos adversos de las búsquedas restringidas: “En la burbuja de filtros, uno no tiene 360 grados, y quizá no obtengas más que uno”.[xiii]
Las investigaciones sobre la diversidad han mostrado que, en una sociedad, los miembros de los grupos dominantes no suelen ser conscientes de que gozan de la libertad de no ser discriminados. La contracara de esta falta de conciencia es la atmósfera social claustrofóbica que padecen los miembros de las minorías. Nunca olvidaré el relato de Rosa Parks (1913-2005), la madre del movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos, cuando en enero de 1993 me contó su experiencia, y su lucha contra un sistema de racismo legal que provocaba inmenso sufrimiento a infinidad de personas.
Hasta que los afroamericanos hallaron el medio de visibilizar y dar forma tangible a la angustia que sentían, este dolor fue en gran medida ignorado por la sociedad blanca estadounidense. Si el histórico movimiento de boicot a los autobuses ‒iniciado por la rotunda negativa de la señora Parks a consentir la injusticia‒ pudo generar una corriente de cambio tan grande, fue porque logró comunicar esa angustia de manera amplia y eficaz.
3. Aprender a vivir juntos
Por su parte, en la sociedad japonesa abunda la discriminación contra los chinos, los coreanos y los ciudadanos de otros países asiáticos.
En el marco de mis iniciativas por promover el intercambio con los países vecinos y fomentar la confianza y el entendimiento recíprocos, entablé amistad con el ex primer ministro de Corea del Sur, Lee Soo-sung, cuyo padre fue juez durante la ocupación colonial japonesa en la península coreana (1910-1945). El padre del futuro mandatario mantuvo su costumbre de presentarse a trabajar vestido con el tradicional atuendo coreano, negándose a usar el idioma japonés en su profesión. Su rebeldía ante la orden que obligaba a los coreanos a adoptar nombres japoneses le costó su carrera como jurista. Las autoridades japonesas lo despojaron de su cargo y le prohibieron ejercer la abogacía.
Con los años, he dialogado extensamente con jóvenes del Japón sobre las dolorosas lecciones de la historia. Lo he hecho llevado por la imperiosa necesidad de transmitir a las futuras generaciones el testimonio de personas como el ex primer ministro Lee, para no olvidar nunca el trato inhumano que nuestro país impuso a sus vecinos, antes y durante la guerra, y el tremendo dolor que les ocasionó.
En una disertación conmemorativa que ofreció a los estudiantes de la Universidad Soka en octubre de 2017, el exmandatario les dijo:
Ni siquiera la persona más talentosa y exitosa debería menospreciar a los demás. Los integrantes de un grupo étnico jamás deben ser altivos o arrogantes con los de otros grupos.
Espero sinceramente que la joven generación atesore estas palabras para erradicar el prejuicio y la discriminación que siguen siendo moneda corriente en la sociedad japonesa.
Mucha gente que pertenece a los grupos sociales dominantes cree que la discriminación es algo ajeno a su vida. Pero, para las personas de grupos marginados, es la realidad incuestionable con la cual conviven a diario. La educación en derechos humanos pone sobre el tapete estas predisposiciones inconscientes que fomentan la discriminación y, de esa manera, ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la conducta cotidiana. En su labor promotora de una educación sobre derechos humanos, la SGI ha priorizado el empoderamiento y la toma de conciencia para restablecer la dignidad de todas las personas y construir una sociedad pluralista e inclusiva.
Al respecto, nuestra organización apoyó el Decenio de las Naciones Unidas para la Educación en la esfera de los Derechos Humanos (1995-2004). Propusimos la adopción de un marco internacional de seguimiento y participamos en actividades de apoyo al Programa Mundial para la Educación en Derechos Humanos iniciado en 2005. En asociación con otros movimientos de la sociedad civil, respaldamos la Declaración de las Naciones Unidas sobre Educación y Formación en materia de Derechos Humanos en 2011 y, desde entonces, hemos trabajado para desarrollar una red de organizaciones de la sociedad civil enfocada en la capacitación sobre estos derechos. La SGI también coprodujo y organizó proyecciones del documental Camino hacia la dignidad: El poder de la educación en derechos humanos, y actualmente está auspiciando la exhibición internacional de su última muestra: “Transformar vidas: El poder de la educación en derechos humanos”, inaugurada en marzo de 2017 en la sede europea de las Naciones Unidas en Ginebra.
Un caso analizado tanto en el documental como en la muestra es el de un programa de formación en derechos humanos implementado en la policía de Victoria, Australia, que permitió obtener grandes resultados en la reducción de las tensiones sociales. Una investigación reveló conductas abusivas de parte de la policía de Victoria con los integrantes de la comunidad LGBT; como solución, el Departamento de Policía decidió adoptar un programa de formación en derechos humanos que, además, mejoró el trato hacia los miembros de las comunidades migrantes.
Como resultado de esta iniciativa, el personal policial pudo esclarecer su función en el contexto de los derechos humanos y la necesidad de no confundir entre el individuo ‒que siempre debe ser protegido‒ y la conducta ‒que, si es ilegal, debe ser contenida en el marco de la ley‒.
Estas transformaciones en la actitud policial también provocaron un cambio en las comunidades de migrantes. Un joven inmigrante explicó que siempre había sentido temor ante la proximidad de la policía. Un día, un oficial lo invitó a conocer sobre un programa de liderazgo juvenil. Después de participar en este curso, la actitud del joven hacia la policía cambió, en la medida en que pudo entender que tanto el agente como él eran personas corrientes, y que la única diferencia entre ellos era que uno llevaba uniforme.
En este caso, un programa de formación en derechos humanos hizo posible un cambio en la actitud de la policía hacia los integrantes de una comunidad. Pero también disminuyó el sentimiento de aversión de las comunidades de inmigrantes hacia la fuerza policial, y permitió fortalecer los lazos de confianza entre los residentes locales y la institución.[xiv]
Tal como el estudio de este caso revela, el verdadero propósito de la educación y de los programas de formación en derechos humanos va mucho más allá de adquirir conocimientos específicos en la materia; en verdad, su valor yace en disponernos a percibir la humanidad en común que nos une a quienes son diferentes, y a construir vínculos en una vida social compartida con otros.
El Programa Mundial para la Educación en Derechos Humanos, que cada cinco años se dirige a diferentes grupos meta, hasta ahora se ha implementado en tres fases. La primera (2005-2009) estuvo centrada en la educación en derechos humanos en los sistemas escolares primarios y secundarios; la segunda (2010-2014) se orientó a la educación superior y a la formación en derechos humanos de docentes y educadores, funcionarios públicos, personal de fuerzas de seguridad y de fuerzas armadas; la tercera fase (2015-2019), actualmente en curso [en 2018], apunta a los profesionales del periodismo y los medios de comunicación. Quiero proponer que la cuarta fase, cuyo inicio está previsto para 2020, tenga a la juventud como grupo destinatario.
Así como los jóvenes son particularmente vulnerables a los efectos de la burbuja de filtros en esta era digital, también tienen una especial aptitud para compartir con sus pares lo que aprenden sobre los derechos humanos en su vida; por ende, son una fuerza insoslayable para expandir el círculo de personas que luchan contra la discriminación y los prejuicios. El grupo central de personas que lideraron ICAN estaba formado por jóvenes entre los 20 y los 30 años. Si los miembros de la joven generación pueden, del mismo modo, dar forma al movimiento promotor de los derechos humanos, sin falta podremos hacer que la corriente global se aparte de la división y el conflicto y se incline hacia la convivencia.
Quienes permanecen atrapados en la cámara de eco de esa burbuja de filtros, o limitados por los muros que han construido inconscientemente, no pueden ver el brillante fulgor del humanismo inherente a los otros. Pero tampoco dejan asomar la luz humana que ellos mismos poseen, y por eso no pueden iluminar a quienes los rodean. La educación en derechos humanos ofrece un medio para eliminar las barreras entre el yo y el otro, erigidas por las diferencias de identidad y de posición social, y por ende amplía las posibilidades de hacer brillar al máximo esa luz humana, tanto para uno mismo como para las demás personas.
El budismo Mahayana propone la analogía de la red de Indra, una gigantesca red suspendida sobre el palacio de la deidad budista Indra, en cada uno de cuyos nudos hay una piedra preciosa engarzada. Cada gema, además de irradiar su propio brillo, contiene y refleja la imagen de todas las demás joyas que hay en la red. Y esta, en su totalidad, resplandece magníficamente. La red de Indra refleja la clase de sociedad ideal que puede lograrse mediante la educación en derechos humanos.
La sociedad pluralista e inclusiva que contempla la Declaración de las Naciones Unidas sobre Educación y Formación en materia de Derechos Humanos encuentra su firme cimiento en el proceso de tender infinitos lazos conectivos que nos permitan a cada uno encender la luz de nuestra humanidad y ser iluminados por la luz que emiten los demás.
4. Una cultura de los derechos humanos tejida con los hilos de una alegría colectiva
El tercer tema que quiero plantear es que los hilos que forman una cultura de los derechos humanos se tejen entrelazando experiencias de alegría compartida con los semejantes.
Con motivo del septuagésimo aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 2017 se presentó públicamente una campaña alusiva en el Palais de Chaillot de París ‒el mismo lugar donde se promulgó en 1948 la DUDH‒. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Raʼad Al Hussein, señaló: “Debemos adoptar una postura decidida y rotunda: cuando apoyamos resueltamente los derechos humanos de los demás, también proclamamos nuestros propios derechos y los de las generaciones venideras”.[xv]
La conciencia que subyace a esta exhortación también se aprecia en otras campañas de las Naciones Unidas. Se advierte, por ejemplo, en JUNTOS, la campaña de las Naciones Unidas dedicada a mejorar la calidad de la vida de los refugiados y los migrantes, y en las actividades llevadas a cabo por HeForShe, el movimiento de solidaridad de las Naciones Unidas para la igualdad de género. Como sugieren los nombres de estas campañas, expandir las redes de solidaridad interseccionales es decisivo para construir una cultura de los derechos humanos realmente auténtica: algo intrínsecamente distinto de la tolerancia pasiva en la cual nadie comprende de verdad las dificultades experimentadas por el otro.
La tolerancia pasiva está muy lejos de la coexistencia en el sentido real del término; genera el peligro de que las acciones de la gente se mantengan en un nivel mínimo y superficial, limitadas a permitir que otros vivan en el vecindario de uno o a acatar lo que dictan las leyes y normas, sin ir más lejos de esto. La tolerancia pasiva no ayuda a las personas a reconocer activamente la humanidad de otras a quienes se percibe como “diferentes”; por ende, no es una práctica eficaz para contrarrestar las fuerzas de exclusión en períodos de tensión social exacerbada. Esto ha promovido un nuevo enfoque, liderado por las Naciones Unidas, que pretende crear una cultura de los derechos humanos basada en el trabajo conjunto, para orientar la conciencia de la gente hacia una sociedad donde todos puedan vivir con dignidad.
En el budismo encontramos la frase: “La alegría auténtica es la que se comparte con los demás”.[xvi] A partir de este principio, creo que la fuente para crear una sociedad de convivencia mutuamente enriquecedora se encuentra en una forma de vida que nos permita alegrarnos de corazón cada vez que vemos a otra persona irradiar dignidad y expresar su máximo potencial.
(El texto íntegro de la propuesta de paz de 2018 de Daisaku Ikeda está disponible en edición impresa, por Ediciones Civilización Global, y en línea, en daisakuikeda.org).
Notas
[i] Mandela: El largo camino hacia la libertad, 105.
[ii] Ib., 645.
[iii] Ib., 479.
[iv] Ib., 645.
[v] ONU. Centro de Noticias: “Conference to Negotiate Legally Binding Instrument”.
[vi] Khanna: Conectografía, 32-33.
[vii] Ib., 35.
[viii] Ib., 37.
[ix] Véase Norman (trad.): The Group of Discourses, 2:18.
[x] Nichiren: Nichiren Daishonin gosho zenshu, 403.
[xi] Nichiren: The Writings of Nichiren Daishonin, 2:472.
[xii] ONU. Asamblea General: «Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes», 3-4.
[xiii] Pariser: El filtro burbuja, 19.
[xiv] Ib., 145.
[xv] Véase HREA, SGI, OACNUDH: A Path to Dignity.
[xvi] OACNUDH: “Los valores consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos están bajo asedio”.
Referencias
HREA, SGI, OACNUDH (2012). A Path to Dignity: The Power of Human Rights Education. Película. Disponible en línea en inglés: http://path-to-dignity.org/film-english
Khanna, P. (2017). Conectografía: Mapear el futuro de la civilización mundial. Trad. Pablo Hermida Lozano. Barcelona: Paidós.
Mandela, N. (1995). El largo camino hacia la libertad. Trad. Antonio Resines y Herminia Bevia. Madrid: El País. Aguilar.
Nichiren (1952). Nichiren Daishonin gosho zenshu. Ed. Nichiko Hori. Tokio: Soka Gakkai.
Nichiren (2006). The Writings of Nichiren Daishonin. Vol. 2. Ed. y trad. The Gosho Translation Committee. Tokio: Soka Gakkai.
Norman, K. R. (trad.) (2001). The Group of Discourses (Sutra-nipata). Oxford: The Pali Text Society.
OACNUDH (2017). «Los valores consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos están bajo asedio y debemos defenderlos». Declaración de Zeid Ra’ad Al Hussein. 10 de diciembre. Disponible en línea: http://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=22507&LangID=S
ONU. Asamblea General (2016). “Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes”. A/RES/71/1. Aprobada por la Asamblea General. 19 de septiembre. Disponible en línea en: http://www.acnur.es/PDF/declaracindenuevayork_20161201163917.pdf
ONU. Centro de noticias (2017). “Conference to Negotiate Legally Binding Instrument Banning Nuclear Weapons Adopts Treaty by 122 Votes in Favour, 1 against, 1 Abstention”. 7 de julio. Disponible en línea en inglés: https://www.un.org/press/en/2017/dc3723.doc.htm
Pariser, E. (2017). El filtro burbuja: Cómo la red decide lo que leemos y lo que pensamos. Trad. Mercedes Vaquero. Barcelona: Taurus.