Comprender y transformar nuestro entorno a través de la investigación:
Diálogo con Laura Formenti

Por Laura Formenti1, Ana Belén García-Varela2 y Luana Bruno3
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 6 · Dic. 2022


RESUMEN: En este diálogo entre Laura Formenti (profesora titular de Pedagogía General y Social en la Universita’ degli Studi di Milano Biccoca y coordinadora del Laboratorio Permanente de Investigación sobre Pedagogía de las Transformaciones Laborales) Luana Bruno y Ana Belén García-Varela, se reflexiona sobre el poder del lenguaje para construir significados y dar sentido a la realidad. En él, Laura Formenti nos habla de su amplia experiencia en investigación desde un enfoque sistémico y cómo construir procesos de indagación donde al mismo tiempo estemos creando valor en nuestra sociedad. Destaca en él, su trabajo con terapeutas familiares y sus últimas investigaciones en los que se enfoca la inmigración desde el fenómeno del newcomer (o recién llegado), que nos permite reinterpretar el significado de la integración cultural.

PALABRAS CLAVE: Inmigración, diálogo, investigación, etnografía, terapia sistémica, creación de valor.


ABSTRACT: This dialogue between Laura Formenti (Professor of General and Social Pedagogy at the Universita’ degli Studi di Milano Biccoca and coordinator of the Permanent Research Laboratory on the Pedagogy of Labour Transformations), Luana Bruno and Ana Belén García-Varela reflects on the power of language to construct meanings and give meaning to reality. In it, Laura Formenti talks about her extensive experience in research from a systemic approach and how to build processes of enquiry where at the same time we are creating value in our society. She highlights her work with family therapists and her latest research on immigration through the phenomenon of the newcomer, which allows us to reinterpret the meaning of cultural integration.

KEYWORDS: Immigration, dialogue, research, ethnography, systemic therapy, value creation.


Laura Formenti

1. Introducción

La Dra. Laura Formenti es profesora titular de Pedagogía General y Social en la Universita’ degli Studi di Milano Biccoca e imparte su docencia en el área de Pedagogía Familiar y Asesoramiento Pedagógico en el Departamento de Ciencias Humanas de la Educación. Coordina el Laboratorio Permanente de Investigación Pe.Tra.Lab. (Pedagogía de las Transformaciones Laborales) y es presidenta de la Red Universitaria Italiana para el Aprendizaje Permanente (RUIAP). Involucrada desde 1992 en la escena internacional de la educación y el aprendizaje de adultos, participa activamente en las actividades científicas de varios grupos, redes de investigación y sociedades, incluida la European Society for Research on the Education of Adults (ESREA) de la que fue Presidenta de 2014 a 2019 y, en particular, como Coordinadora Conjunta de la red de investigación «Life History and Biography in Adult Education» (LHBN) (junto con Linden West y Alan Bainbridge, Christ Church University, Reino Unido) e «Interrogating Transformative Processes in Learning» (ITPL); International Transformative Learning Conferences (ITLC), las ICQI International Conferences for Qualitative Inquiry (Urbana-Champaign, Illinois); forma parte del grupo organizador de las European Qualitative Inquiry Conferences (ECQI) y de la sociedad asiática (Corea del Sur) Biography, Lifelong Learning and Culture (IBLLC).

Actualmente, participa en proyectos de investigación sobre el empoderamiento de los profesionales de la educación en la protección de la infancia (Erasmus Plus KA2 ERRCI), sobre el uso de métodos colaborativos y basados en el arte en la exploración de temas de justicia social, en museos (Taller Feminista, Victoria, 2020), sobre metodologías sensobiográficas en la investigación de migrantes (ALSOS, 2019-2020) y sobre la relación con el territorio (Sensotra, ERC 2017-2021).

2. Abriendo el diálogo: conociendo a Laura Formenti

Ana Belén García-Varela: Queríamos darte la bienvenida desde el Instituto de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda de la Universidad de Alcalá y agradecerte la oportunidad de dialogar sobre algunos temas que nos interesa conocer sobre tu trabajo. Para nosotros es un placer recibirte en nuestra universidad y por ello, además, hemos organizado una jornada inspirada en la Propuesta de Paz de Daisaku Ikeda[i]. En este diálogo que vamos a compartir, nos gustaría que nos contaras un poco más sobre tu trabajo para que nuestras lectoras y lectores puedan conocer tus interesantes proyectos de investigación tan conectados con aspectos que son para nosotros relevantes, como respetar la dignidad de la vida humana y transformar nuestra sociedad a partir del diálogo.

Laura Formenti: Muchísimas gracias por haberme invitado; pues estoy muy contenta de poder compartir con vosotras varias ideas.

Luana Bruno: Es para nosotras un placer. Para que nuestros lectores puedan conocerte un poco más, nos gustaría que nos comentarás algo más sobre ti, sobre lo que haces y sobre tus últimas investigaciones.

Laura Formenti: Tengo una historia de tipo zig zag. Siempre me he dejado guiar más por las preguntas de investigación que me surgían, que por una identidad de tipo académico. Entonces, muy a menudo me he sentido como un pez fuera del agua en cuanto a mi perfil académico, porque, por ejemplo, mi formación inicial fue como psicóloga, pero mi tesis después se enfocó más hacia la epistemología. Realmente siempre he sentido un gran interés hacia la epistemología.

Desde siempre, me fascina cómo piensan las personas, pero no como individuos aislados, sino como grupo.

Siempre he compartido la idea de que para pensar hay que ser, por lo menos, dos personas. Y, además, considero que el pensamiento está estrechamente relacionado con el lenguaje. Así que el lenguaje es algo colectivo y social.

En el momento actual de mi carrera, me defino como pedagoga, pero, en muchas ocasiones, cuando me presento me defino con una doble identidad porque soy al mismo tiempo psicóloga y también pedagoga. He ejercido como psicoterapeuta durante más de diecisiete años y he formado a psicoterapeutas durante casi treinta años. Me gusta más definirme como pedagoga, porque la etiqueta pedagoga me parece una etiqueta más libre. Como nadie sabe lo que hacen los pedagogos (con ironía), me resulta algo más misterioso. En cambio, los psicólogos han adquirido una identidad social muy fuerte, pero a la vez muy vinculante. Además, la pedagogía se ocupa de la educación y de procesos educativos. Así que estoy muy contenta de reconocerme a mí misma dentro de esta etiqueta pues son entornos con los que me identifico.

La Pedagogía en mi país, Italia, tiende, en general, todavía a ser una disciplina muy filosófica y a veces muy teórica. Esto podría ser un problema porque yo, en cambio, por mi formación, tengo una orientación muy pragmática. Por ejemplo, he tenido formación en terapia familiar. Estoy interesada en hacer algo concreto porque, para mí, la epistemología es muy operativa. Es decir, las personas piensan haciendo, piensan interactuando con el mundo, interactuando con los demás e interactuando con ellas mismas. Así que de la educación me gusta este lado transformacional, activo. Y también la parte conectada con la creación de valor, es decir, pensar que mientras que estás educando estás tratando de contribuir a que el mundo sea mejor. Sé que para muchas personas esta puede parecer una postura ingenua, pero el mundo está lleno de injusticias y de cosas que te gustaría cambiar, y por eso lo que me gusta de la pedagogía es esa parte más activista.

He trabajado en distintos contextos, desde la educación formal a la educación no formal, desde programas de formación trabajando con educadores de muy distintos colectivos. ¿Por qué digo todo esto? Porque cuando alguien me pregunta sobre mi trabajo para mí es complicado poderlo definir de una forma más sencilla, pues he investigado sobre muchísimos temas y en muchísimos contextos. Por un lado, esto se podría ver como un defecto, porque al final no eres experto en nada. Yo he investigado, por ejemplo, sobre la familia, sobre tipos de familia, he enseñado sobre el sistema familiar, he investigado sobre violencia en la familia, etcétera, sobre cómo se cría a los niños, es decir, he investigado sobre muchísimos temas de estudio distintos. Esta trayectoria me ha llevado en la actualidad a investigar sobre educación para adultos. Este campo me parece muy interesante porque puedes investigar sobre cómo los adultos, hombres y mujeres, aprenden, se desarrollan, y como así adquieren nuevas formas de comportarse e interactuar. Y es desde aquí desde donde conecté con la teoría del aprendizaje transformacional. En este ámbito de la educación de adultos he visto que podía utilizar las ideas del enfoque sistémico. A lo largo de todo este viaje siempre he tenido como punto de referencia a Bateson[ii]. Podría decir que desde que cumplí los veinte años ya tenía como referencia a Bateson. A partir de su teoría, pensé que cuando estamos trabajando con personas adultas estamos creando un ecosistema. Y me llevó a entender que este ecosistema tiene su equilibrio que no se puede prestablecer, sino que se construye. Entonces, pensar que estás dentro de una estructura dinámica, que estás siempre siendo parte de un proceso, me ha permitido aproximarme a la educación de adultos pensando siempre en preguntas como: qué ocurre realmente en la vida de las personas y, en ocasiones, con ese tipo de trabajo, puedes ver las transformaciones de estas personas, puedes ver cómo cambian.

3. La investigación social desde la etnografía

Laura Formenti: Enfoqué mi tesis doctoral en la autoetnografía. Desde 1992 hasta 2015, he hecho investigación biográfica y autobiográfica. He llevado a cabo muchas investigaciones y publicado sobre biografías, autobiografías, usando la narración de uno mismo como una puerta para acceder al conocimiento del otro. En realidad, he llevado a cabo muy pocas entrevistas biográficas y autobiográficas, porque he trabajado mayoritariamente con grupos. He entrevistado o bien a grupos que ya tenían una historia como grupos de trabajo o familias, o bien he hecho entrevista a grupos que se han creado ad hoc para poder investigar sobre un determinado tema.

Como podéis entender a partir de esto que os estoy contando, a mí lo que me interesa es la investigación relacional. A partir del 2005, empecé a enfocar mi trabajo en la investigación relacional teniendo siempre presente la auto etnografía, porque siempre, aunque estemos en investigación relacional, hay una parte más autobiográfica.

Se puede decir que, en los últimos años, he trabajado principalmente con colectivos profesionales. He investigado, por ejemplo, cómo se desarrolla una identidad, una narración sobre uno mismo, siempre dentro de un desarrollo profesional. He trabajado mucho con educadores, pedagogos, maestros, pero, en los últimos años, he trabajado también con personas que no son profesionales que están en primera línea con los niños, si no, por ejemplo, con los coordinadores de equipos de trabajadores que trabajan en primera línea con los usuarios de los servicios educativos.

Es muy interesante hacer entender a estos coordinadores la importancia de su historia, lo importante que es su rol. Se trata de hacerles notar como ellos tienen una función de cuidar al grupo, que ellos pueden ayudar al grupo a facilitar relaciones más democráticas, como crear un mejor clima de equipo. Y es así como se puede reconocer una dimensión también de poder en esa relación; una dimensión que es interesante también explorar. Cuando comienzo un proyecto suele durar uno o dos años y, de manera regular, me encuentro con investigadores del mismo proyecto. Por ejemplo, en cada encuentro establecemos cuáles son las prioridades, establecemos los temas a trabajar y, se puede decir, que en cada encuentro también pueden cambiar ciertos aspectos, según lo que hayamos explorado hasta el momento. Al principio tú crees que tienes unas ideas claras, pero luego las cosas cambian durante el proceso. Entonces pueden emerger aspectos nuevos.

Yo he desarrollado incluso un procedimiento a partir del trabajo de John Heron[iii], que es un artista, profesor, investigador ecléctico. Él habla de cuatro saberes que se pueden ver como interconectados entre sí de manera cíclica. Estos saberes son el experiencial, el estético, el proposicional y el práctico. Y yo juego en los grupos con estos saberes. Entonces, cuando el grupo empieza también a entender de qué se trata este modelo, podemos entrar más en detalle en uno de ellos. Pero me encargo de que estén siempre los cuatro presentes. No hay ni un encuentro en el cual no se intente dar forma a estos cuatro saberes, ya sea nombrándolos o intentando compartir experiencias.

Por ejemplo, cuando tomamos notas utilizamos muchísimo la escritura como método de documentación. Podemos considerar varias formas de escritura, como son la escritura autobiográfica, etnográfica, la poesía, etc., es decir, todo lo que pueda ayudar a dar forma a las ideas a través de la palabra. Hemos, incluso, llegado a escribir un libro todos juntos. En el 2009, escribimos un libro entre trece personas. Años después escribimos otro libro con seis mujeres[iv] que eran educadoras domiciliarias, que han pasado a ser tutoras parentales. Esto implica que tutorizan a los padres haciendo de guía para ayudarles a mejorar su relación, les ayudan a cuestionarse, a mejorar su conducta, a ver qué cosas buenas están haciendo, etc. en lugar de actuar como controladoras de esos padres y madres. La idea era romper la etiqueta de alguien que ayuda a los padres, para llegar a ser facilitadoras de manera que las familias generen sus propios recursos. En el caso de este proyecto, las facilitadoras trabajaban con padres que estaban alejados de sus hijos, y después de dos años de trabajo con ellos, todos los hijos han podido volver a estar con sus familias.

Esto para mí ha sido un punto de inflexión en mi experiencia como investigadora, porque saber que después de dos años de trabajo con estas veinte familias han conseguido que sus hijos pudieran volver a estar con sus padres significa que esos padres han recibido una valoración positiva donde dice que son capaces de poder cuidar a sus propios niños, y eso ha sido a través de estas mujeres que se han convertido en un valioso recurso para esas familias… Y todo esto lo hemos conseguido a través de esta investigación. Lo maravilloso es que yo con esas familias nunca he llegado a trabajar, porque yo con quien trabajaba era con esas trabajadoras que después intervendrían con las familias.

4. Revisar nuestros propios prejuicios para aproximarnos al otro

Laura Formenti: En esta investigación hemos utilizado la investigación cooperativa para hacer aflorar cuál era su idea de familia, y de ser padre o madre, dónde habían aprendido este rol, cuáles eran las emociones relacionadas con ellos, así como cuáles eran sus prejuicios. Uso las palabras prejuicio, como la usaría Gianfranco Cecchin[v], pues se presupone que las operadoras, estas educadoras que trabajan con familias, tienen sus propios prejuicios, así como su propia idea de familia, etcétera. Entonces cuando me refiero a los prejuicios, no me refiero a ellos como un aspecto negativo, al contrario, los prejuicios nos sirven para pensar. Saber que una persona tiene prejuicios puede llevarla a tener prejuicios reequilibrantes, es decir, que equilibran, de forma que puedes llegar a pensar en algo que sea, por ejemplo, opuesto a ese tipo de prejuicios para ver cuál sería el efecto que se consigue.

De los prejuicios más comunes y sencillos que se pueden tener cuando se trabaja con esos tipos de familia es pensar que las familias que tienen sus hijos alejados no son buenas familias. Es un tipo de prejuicio estructural, es decir, consideras que si tienen a los hijos alejados deben ser malas familias y, por eso, yo tengo que trabajar con ellos como educadora domiciliaria. El prejuicio existente ahí sería “soy educadora porque existen padres que no saben portarse como padres”.

Frente a estos prejuicios existentes, estas educadoras van aprendiendo que existen varios ingredientes que entran en juego, donde, por un lado, existen los límites de los padres, pero no es solo eso. Existen otros factores como, la falta de recursos económicos, la pobreza también de conocimientos, entre otros muchos factores. Hay padres que no saben que son padres negligentes, no tienen conocimiento de ello. En Italia, donde es muy frecuente que los padres estén hiper presentes, se llega a considerar a un padre o una madre negligente solo porque no hace la mochila a los hijos, o si no revisa la merienda, o cuando los hijos no tienen material… Es que incluso se llega escuchar a educadores y educadoras que consideran padres o madres negligentes a esos padres que no cambian de ropa a los niños todos los días y que, a lo mejor, les cambian de ropa cada dos o tres días. Estoy tratando de poner ejemplos de una forma un poco libre, aunque no son casos que hayan llegado a este punto.

Hace unos años también escribí sobre madres negligentes y publiqué un artículo[vi] donde hablo sobre mi propia negligencia. Lo he hecho porque estoy convencida de que cada profesional tiene que reconocer que no es perfecto. Es importante reconocer que somos vulnerables, que tenemos límites y que tenemos defectos, y esto es fundamental porque, aceptando nuestras imperfecciones, llegamos también a aceptar las imperfecciones en el otro. Es algo básico. Luego es importante entender que la negligencia es algo que tiene una historia; que la negligencia de una madre viene de generaciones anteriores, entonces es importante entender toda la historia familiar, los guiones familiares, toda la narrativa que se ha construido alrededor de ella. Para ello utilizo todos los términos y el lenguaje de la psicología clínica.

Hago estas investigaciones cooperativas por distintos motivos: por un lado, me gusta pensar que las personas que participan llegan a tener un aprendizaje y un deuteroaprendizaje[vii]. De esta forma aprenden a estar en ese tipo de contexto. Es un aprendizaje que tiene lugar a lo largo de un proceso, no es un curso como tal, sino que es un proceso. Por ejemplo, este verano una investigadora se puso en contacto conmigo para decirme que le gustaba este método en el que junto con los y las participantes construimos historias utilizando poemas, dibujos, etc., y en el que utilizamos varios instrumentos para dar significado a las cosas. Era verano y yo estaba de vacaciones entonces, y esta investigadora me decía que quería replicar lo que yo había hecho con otro grupo, pero que no se atrevía a hacerlo porque no lo había hecho nunca. Entonces yo le dije que, si ella había entendido el método, iba a ser perfectamente capaz de ponerlo en práctica y que después podríamos conversar sobre lo que había surgido de aquello. Le dije que seguramente iban a ocurrir cosas inesperadas y que, si quería, podríamos hablar después sobre esto que había ocurrido en el proceso.

La experiencia que su grupo y ella tuvieron fue muy bonita. Decidieron utilizar un diario, hubo familias que usaban el diario cotidianamente, otras que habían construido el material todos juntos en familia, es decir, habían construido el mismo diario como material, como objeto, habían unido las páginas con el hilo, etc. A otra familia no le gustaba la idea del diario, entonces habían construido como una caja en la cual podían poner dentro tarjetitas, mensajes, y otras cosas. Otra familia había incluso creado una habitación específica en la cual podían meter dentro objetos, cosas materiales que les traía algún recuerdo, que asociaban a recuerdos, etcétera. Se había convertido en un santuario.

Recuerdo una familia en concreto, la madre era viuda y los hijos se posicionaban siempre en contra de ella. Entonces los hijos habían creado como una serie de mensajes, de tarjetitas en las cuales habían sido muy duros con ella y estos mensajes estaban llenos de prejuicios. En este caso, la educadora fue muy hábil porque consiguió recolocar la situación. En un primer momento la madre se sentía muy atacada y estaba muy a la defensiva, pero después la educadora consiguió que pudieran dialogar, conversar sobre estos mensajes, sobre lo que estaba ocurriendo y fue muy interesante ver cómo, a partir de esta conversación, esta apertura al diálogo, entre otros factores, se pudo ver un cambio, una transformación en las dinámicas familiares. Claramente eso no se debe solo a la conversación en cuanto tal, sino a todo un proceso que se llevó a cabo, pero fue muy hermoso poder ver esta transformación en su relación.

Así que he trabajado durante unos diez años sobre el concepto de cuidado. Es un concepto muy interesante y hermoso. A veces creemos que estamos cuidando a alguien, pero en realidad estamos usando nuestro poder. Es un concepto crítico que hay que usar con cuidado.

Incluso hay que tener cuidado cuando queremos siempre curar a los demás.

5. Aprender a reconocer al otro

Ana Belén García-Varela: Me llamaban mucho la atención todos los puntos en común que tenemos y, por ejemplo, cuando hablabas de la transformación, entendida la misma no sólo como un concepto filosófico o teórico, sino como un saber que llevar a la práctica… Cómo poder entender estos conceptos, estos procesos, para transformar a la sociedad… Hace poco tiempo colaboramos en un congreso con educadores de la Soka Gakkai, cuyo lema se inspiraba en la idea de la educación como medio para la transformación de la sociedad. Esto me parece muy interesante para trabajar desde la universidad porque podemos transformar muchos ámbitos y llegar a otras personas que trabajan con más personas; considero que eso es muy valioso.

Estaba pensando, no sé si es algo muy difícil para contestar, pero me gustaría saber cuál crees que es para ti la clave cuando trabajas con esas personas para que se abran a esa transformación. ¿Cuál es la clave para que esas personas cambien incluso su mente y sean capaces de ver a los demás con otros ojos, que sean capaces de darse cuenta de esa transformación misma? Como esos padres de los que hablabas, pues parece que hacen un giro en su forma de vivir después de los cursos.

Laura Formenti: La clave desde luego es relacional. En el último caso de las educadoras domiciliarias de las que hablaba, desde luego se trata de un caso de cambio en la relación. Hay que saber que, generalmente estas figuras, si son educadoras domiciliarias, suelen tener muchos prejuicios sobre los padres con los que tienen que trabajar. Dichas educadoras suelen estar con los hijos de estos progenitores cuando los padres no están. Entonces los padres se tienen que despreocupar de sus hijos mientras que están las educadoras, o bien las mismas suelen ejercer como una figura de poder desde la cual incluso tienen que llevar un control de cómo los padres están educando a sus hijos, de cómo están interactuando con ellos, etc. Entonces en este caso concreto, en esta última investigación de la que hablábamos, se ve claramente cómo la situación cambia, y cómo estamos trabajando desde una relación en la cual la educadora pasa de ser esa figura de control o de poder, a ser una figura que, en cambio, apuesta por la familia. La educadora tiene este rol de espejo donde ella refleja a la familia, cómo están actuando ahora y cómo podrían llegar a ser a través de un proceso. En el desarrollo de esta relación con los padres, entonces, la educadora les está diciendo: “yo apuesto por vosotros, podéis llegar a tener otra vez a vuestros hijos que ahora están alejados de vosotros, y podéis llegar a volver a estar juntos como una familia, sin ninguna figura externa que esté controlando vuestra relación. Para que lleguemos a este punto, hay que llevar a cabo un proceso para aprender, pero yo apuesto por vosotros y yo estoy disponible para trabajar en ello con vosotros.” Pues eso es mucho. También esas educadoras, cuando esas familias tienen estas resistencias, hacen entender que no van a juzgar, ellas están ahí para ayudar, no para juzgar.

Recuerdo que una de estas educadoras, en la formación que hicimos con el grupo, aprendió de verdad a no juzgar, porque no es fácil no juzgar, aprender a ser consciente de que el juicio está allí. Pero es importante también aprender que podemos usarlo de una manera constructiva, y es importante aprender a metacomunicar.

En estos cursos, en esos procesos se ve una evolución de la relación en la cual incluso se aprende a reconocer al otro. Había situaciones en la cuales era el otro el que te hacía darte cuenta de que tú estabas mejorando, porque el otro te hacía de espejo y te decía: “date cuenta de cómo estás mejorando por estas razones o por otras”. Por ejemplo, me acuerdo del caso de un padre que salía de esos encuentros, de lo que se llama en Italia el espacio neutro, que es un espacio donde el padre puede visitar a sus hijos por el derecho que tienen los hijos de ver a sus padres, y cada vez que salía de esos encuentros no salía satisfecho, al revés salía cabreado porque la hija no quería verle. Cuando él salía de sus encuentros, salía con esa sensación de fracaso… En cambio, en sus encuentros con la educadora, la educadora le decía, por ejemplo: “bueno, tú dices que ha sido todo un fracaso, pero ¿te has dado cuenta de que cuando dijiste esto o lo otro la reacción de tu hija fue positiva o de esta manera? ¿Qué podrías hacer la próxima vez para mejorar este aspecto?”. Luego está todo el tema del prepararse antes del encuentro. Entonces, la educadora puede hacerle preguntas tales como: “bueno, mañana vas a ver a tu hija, ¿qué te gustaría hacer?, ¿de qué te gustaría hablar con ella?, ¿cómo te gustaría que fuera el encuentro? Vamos a pensarlo juntos…”. Es un poco como un andamiaje Vigotzkiano.

En cambio, cuando se trata de mí misma, cuando soy la que ha trabajado directamente con un grupo grande, cuido mucho de no ser yo exclusivamente la facilitadora del trabajo de grupo. A mí me encantan los trabajos grupales porque te das cuenta, cuando trabajas en el grupo, que siempre hay alguien que en el momento apropiado tienen el cuidado exacto para poder lidiar con la situación que está viviendo otro o con algo que está diciendo el otro, entonces no estoy yo facilitando el proceso, sino que lo está facilitando un igual. Esto es mucho más poderoso, te das cuenta enseguida de que es el grupo mismo quien se convierte en un recurso; el grupo mismo me cuida a mí y también me hace notar cuando, por ejemplo, cometo algún error, de manera que son capaces de reconducirme cuando me equivoco.

Ana Belén García-Varela: Parece una forma de cuidado basada en el respeto; muy inspiradora. El respeto al otro, el respeto de la dignidad de la vida del otro, y el respeto al otro tal y como es, sin intentar cambiarlo, aceptándolo tal y como es, dejando el espacio para que el otro pueda fluir o dejando el espacio para poder ver hacia dónde el otro puede llegar.

Laura Formenti: Exactamente, pero al mismo tiempo para mí el respeto no significa un concepto pasivo. Lo mismo ocurre con la escucha; no entiendo la escucha como una escucha pasiva. Yo soy discípula de Gianfranco Cecchin. Antes de morir él estuvo trabajando sobre el respeto, y decía que, si tú tienes curiosidad, el respeto no puede ser pasivo. No se trata simplemente de decir, “ah, bueno, te acepto tal y como tú eres”, sino de empujar también al otro para que sea su mejor versión. Entonces hay que hacer algo para que también el otro llegue a entender lo bueno que puede llegar a ser, cuáles son sus talentos, sus cualidades. Por ejemplo, una persona podría pensar que ahora mismo tiene ciertas necesidades, pero no es capaz de ver otras necesidades, entonces hay que ayudarle a darse cuenta de qué necesidades no está viendo ahora mismo y que podría estar excluyendo de su visión.

6. El poder del diálogo y el lenguaje

Luana Bruno: Al principio de la conversación hablabas del poder del lenguaje, del diálogo. Dónde hay relación, hay diálogo. No se puede tener relación sin un diálogo, un diálogo que va mucho más allá de lo que se comunica verbalmente, sino que tiene que ver también con lenguaje no verbal, posturas, premisas, prejuicios. Si en un diálogo, sabemos hacer preguntas que abren, preguntas de curiosidad, preguntas que iluminan, los diálogos mismos pueden facilitar nuevas conversaciones y, por medio del diálogo, podemos generar transformaciones.

Me llamaba la atención cómo, justamente a través del diálogo, podemos transformar todo; podemos incluso transformar ciertas etiquetas, ciertos prejuicios, ciertos conceptos o estereotipos. Me estaba acordando de este concepto batesoniano sobre ¿qué hacemos con las diferencias?, y me estaba acordando de tu trabajo donde defines una nueva etiqueta para las personas extranjeras que llegan a un país, llamándola no migrantes, sino newcomers.

Estaba pensando en el poder del lenguaje para crear una diferencia con respecto a la transformación de conceptos que llevan estereotipos, como el concepto de migrante, y vivir las diferencias como algo que nos enriquece, algo que nos transforme como sociedad y que nos ayude a cambiar la sociedad en positivo. ¿Cómo podemos transformar esta sociedad para que asuma estas diferencias de forma que integre y enriquezca a la misma?

Laura Formenti: Cambiar la sociedad es duro, pero es cierto que sobre los inmigrantes hay un vocabulario muy pobre y existen unos conceptos muy estereotipados sobre los mismos. ¿Quiénes son los migrantes? En una sociedad como la nuestra, donde todo el mundo se mueve de un espacio a otro, tú tienes miles de categorías, pero también allí tienes muchas diferencias. Hay muchas diferencias.

Por ejemplo, en mi última investigación con los migrantes nosotros trabajamos con una categoría más específica de migrantes, es decir, refugiados y personas en búsqueda de asilo político, hay muchas diferencias también. Te puedes encontrar a la persona que antes vivía en la selva sin recibir ningún tipo de educación, que no sabe leer y escribir, y también te puedes encontrar a otra persona que llega al país siendo campeón de atletismo, otros que tienen una educación muy elevada, etc.

El concepto de newcomer nace desde una experiencia autobiográfica. Recuerdo que en mi primer año de educación primaria llegaba al norte gente del sur de Italia. Recuerdo que en segundo de primaria llegaron a mi clase dos niñas de la región Apulia. Por aquel entonces, yo no había entendido que mi maestra era racista y además sádica, porque a estas dos niñas cada día las ponía en evidencia delante de la clase. Para nosotros la gente del sur no era italiana, era extranjera.

Ana Belén García-Varela: ¿Eso ocurría dentro del mismo país?

Luana Bruno: Ha habido siempre como una diferencia brutal entre sur y el norte, de hecho, hubo un partido político en Italia que ha intentado dividir el país en dos partes, desde Bolonia hacia arriba y desde Bolonia hacia abajo. Muchas veces, por ejemplo, en el norte había gente que no alquilaba un piso a las personas del sur porque se las consideraba como extranjeras. Ahora ya no tenemos esta diferencia entre norte y sur de Italia, ya no se considera a la gente del sur como extranjera, porque ahora los extranjeros son los que vienen del norte de África.

Laura Formenti: Cuando hace treinta años llegaba con más frecuencia la gente del norte de África, al extranjero no se le llamaba extranjero, sino que se llamaba marroquí, es decir, que ni siquiera había una distinción entre países, daba igual si una persona llegaba de Túnez, Argelia, Marruecos o incluso del centro de África, a todos se les llamaba marroquíes. Yo desde muy pequeña he tenido presente que el lenguaje tiene un rol importante y que había palabras, etiquetas usadas a propósito con un sentido negativo. Por ejemplo, cuando se hacía referencia al ajo o a la comida del sur, era comida que, por ejemplo, en mi región no se comía, era comida que se decía que olía muy mal. Yo recuerdo que comí mi primera pizza con nueve años, porque antes no se comía pizza en mi región. Tengo un tío que ha vivido toda su vida sin comer pizza, porque rechazaba esta comida del sur de Italia, no era comida nuestra, no era comida de nuestra tierra. Y yo todo esto lo vivía desde muy pequeña con un sentido de injusticia. Yo era una niña que tenía muy presente y era consciente de la injusticia social. Entonces tenía esta rebeldía contra toda esa forma de injusticia, ejercía como abogada de los vulnerables. Desde entonces empecé a tener esta pasión por el lenguaje, por cómo con las palabras se puede jugar y se puede transformar para bien o para mal… y escribía mucho. Desde siempre he querido ser escritora y de pequeña me inventaba historias, usaba mucho la imaginación. Las personas generalmente no usan la imaginación, porque desde muy pequeño te dicen que es algo inútil de utilizar. Yo en cambio usaba mucho la imaginación.

Actualmente trabajo con los psicoterapeutas yungianos y es interesante cómo usan la imaginación, porque puedes ver cómo cuando tú haces funcionar la imaginación, esta te ayuda un montón.

Andrea Prandin[viii], uno de mis colaboradores, tiene esta capacidad de jugar con las palabras y transformarlas, creando belleza. Cuando trabajé con él en las cárceles con los funcionarios de las cárceles, él empezó a jugar con el término cuidador en lugar de guardia. Entonces, llamándoles cuidadores les hacía notar que su función era como la de un ángel que tiene que cuidar la vida de las personas, de forma que les hacía sentir que ellos eran los cuidadores de las personas que estaban en las cárceles, en lugar de sus guardianes.

La palabra sistema, por ejemplo, está cargada de connotaciones negativas porque para una persona cualquiera recuerda un poco al sistema como término más grande. Un sistema que te ahoga, un sistema que te pisotea, un sistema con sus mecanismos que ya vienen predefinidos. Con mis estudiantes he trabajado durante mucho tiempo en la búsqueda de palabras que evoquen al sistema, pero no de una forma negativa, sino de una manera más orgánica. Por ejemplo, la palabra organismo ya es distinta a la palabra sistema. El organismo de un ser vivo es algo que vive, es un sistema, pero te da una idea distinta a la del sistema, te suena efectivamente a algo que vive.

La palabra epistemología, por ejemplo, para mí es maravillosa, pero para la gente común hablar de epistemología es como hablar de algo pesado. Entonces incluso las palabras a las que estamos acostumbrados a usar o escuchar y que nos gustan, en algunos contextos producen efectos no deseados. En otras ocasiones, incluso las usamos sabiendo que son palabras que asustan, hasta que podamos conseguir apropiarnos de las mismas, hacerlas nuestras y darles el sentido que queramos que adquieran.

7. Los newcomers

Luana Bruno: Entonces, volviendo a los newcomers, ¿cómo nace esta idea? ¿Por qué la usáis?

Laura Formenti: En mi trabajo con Silvia Luraschi[ix], nos preguntamos cómo queríamos llamar a los migrantes. Nosotras nos dimos cuenta de que la única diferencia que había entre un migrante y una persona que ya vivía en un país era el acto de llegar a un país, la diferencia consistía principalmente en el acto de llegar, nada más. Entonces lo que queríamos era desnudar a la persona que llegaba de connotaciones que ya le daban otro peso, o que ya le daban otro tipo de valor a su llegada, como, por ejemplo, el país de origen. Porque tenéis que daros cuenta de que donde yo vivo, en Brianza, ya solo una persona que vive en un pueblo y que va a otro pueblo se la considera una persona de fuera. Recuerdo que, cuando mi hija era una bebé y yo la llevaba en el carrito por el pueblo donde vivimos actualmente (nosotros no somos de allí), cuando pasaba entre la gente, recuerdo a algunas señoras que paraban de hablar, nos miraban y decían en su dialecto local que nosotras éramos personas de fuera, éramos gente forastera. Este pueblo se encuentra a solo siete kilómetros del pueblo dónde he nacido. Volviendo al tipo de investigación que llevamos a cabo con los newcomers, hay que decir que es una investigación compleja donde realizamos lo que llamamos paseos sensobiográficos y que son sólo una pequeña parte de la investigación. Se trata de entender la idea de espacio, cómo las personas habitan el espacio y cómo viven el espacio habitado por otras personas. Cómo vivo también el espacio compartido con otros, donde habito con otras personas. Entonces compartimos el mismo espacio, pero yo veo unas cosas y tú ves otras. También, el sentido de lo que es extraño nace porque yo no sé qué ves tú, no sé lo que sientes. No te lo pregunto, entonces no lo sé. También cuando tú me ves a mí, si tú hablas en otro idioma, y se entiende que tú vienes de otro lado, yo no entiendo si tú eres amigo o enemigo.

Luana Bruno: A mí me gusta este término newcomers porque lo asocio con novedad, con un sentido de bienvenida… cuando alguien es nuevo hay que acogerlo, hay que cuidarlo, y ya desde la misma etiqueta de newcomer a mí me da la impresión de una transformación, aunque sea una transformación lingüística, porque me genera como una idea de bienvenida, de acogida. En cambio, la etiqueta de extranjero me da como esa impresión de extraño, de algo que está fuera. Entonces ya solo cambiando una etiqueta lingüística podemos crear una transformación. Newcomer lo asocio incluso a la idea de un recién llegado, como un bebé que nace y que hay que acogerle y hay que integrarle.

El lenguaje lo es todo. Entonces con el lenguaje podemos transformar todo. Esto me recuerda a las prácticas dialógicas narrativas. Recuerdo a nuestro maestro Josep Seguí Dolz[x], quien decía que todo es lenguaje y si no, habría que demostrar lo contrario, pero sin usar el mismo. Todo es relacional y todo es mediado por el lenguaje. Yo puedo saber quién soy porque hay un otro, por mi interdependencia con los demás, porque en el otro me veo reflejado o veo mis errores, etc.

Laura Formenti: Hay algo controvertido también en otra palabra que utilizamos en la investigación que es la palabra nativos. La palabra nativos es una palabra también controvertida. Por ejemplo, los nativistas son personas como Salvini en Italia… Los nativistas son personas que dicen yo soy de aquí porque yo he nacido aquí y mi tierra es esta. También se usa ahora la palabra nativo en estas investigaciones postcoloniales en las cuáles se tiene como esa idea de que el nativo pertenece a su cultura, pero eso no existe, eso no puede ser, no se puede pensar así.

Las personas supuestamente nativas de nuestra investigación, por mucho que vengan de un mismo territorio, no son iguales entre sí, entonces no existe este concepto de pertenecer a una misma cultura. ¿Qué significa eso? Cada uno de ellos tiene una cultura distinta, es portador de una cultura distinta, entonces utilizamos la palabra nativo también de una forma irónica. Algo curioso que ocurrió durante la investigación es que, supuestamente en los paseos sensobiográficos los newcomers han compartido lugares que los nativos desconocían siendo oriundos de estos lugares.

De hecho, una frase recurrente por parte de los nativos era “yo soy de aquí, yo he nacido aquí y no sabía que este sendero te lleva desde este sitio a este otro lugar que no conozco en absoluto”. Por ejemplo, había un sendero donde había moras, y una chica nativa desconocía el sendero y en el paseo entusiasmada comía moras, pero no lo conocía antes de que llegara hasta allí caminando con la persona no nativa, no sabía que ahí había moras y no conocía el sendero.

El problema es que todavía no tenemos un lenguaje o una visión que nos permita vivir bien en una sociedad multicultural, no lo tenemos todavía, balbuceamos en este sentido. Todavía hay mucho que hacer y la investigación educativa puede realizar una contribución importante en este sentido.

8. Generar nuevas prácticas que creen valor

Luana Bruno: Me llamaba la atención lo que decías al principio sobre la educación como creadora de valor. Me llamaba la atención que decías que quizás sea un poco ingenuo pensar que a través de la educación podamos crear valor y transformar la sociedad, pero justamente eso que tú decías me llamaba la atención porque no creo que sea algo ingenuo, lo veo como un valor al cual tenemos que aspirar. Eso mismo, lo comentamos en el pasado con Tetyana Hoggan-Kloubert[xi] en una charla fuera del contexto académico, en la cual ambas sosteníamos que no somos naive o ingenuas al pensar que con la educación podamos cambiar el mundo. Nosotras somos muy conscientes de los obstáculos, de la lucha que tenemos que enfrentar por intentar cambiar el mundo, pero adoptamos una postura desde la cual decidimos seguir apostando y luchando por la educación y por la paz, y para que la educación llegue a transformar la sociedad. A lo mejor no veremos los resultados tan inmediatos, pero sabemos que estamos en proceso y que la única solución posible es seguir apostando, seguir dialogando y seguir luchando por la educación y la paz. Es el proceso lo que cuenta. Creemos en un diálogo que transforma.

La única clave para luchar contra todo lo que estamos viviendo es la educación y el diálogo. Porque los diálogos abren, los diálogos generan inquietudes, los diálogos hacen que la gente se dé cuenta de sus imperfecciones, de sus prejuicios y a partir de allí se pueden abrir al cambio.

Laura Formenti: Hay una experiencia que me gustaría compartir con vosotras. Desde 2006 existe en Milán una sociedad que se llama Filo prácticas filosóficas[xii] y yo pertenezco a esta sociedad. Al principio era un poco escéptica, después me han involucrado con algunos compañeros que trabajan desde la sociología, la filosofía, la pedagogía, la psicología, o el psicoanálisis. Son personas de ramas muy distintas. La idea de partida era generar un espacio de encuentro para toda persona que compartiera cierto tipo de valores. La idea de partida es que el cambio social empieza por ti mismo, y que entonces hay que trabajar sobre el yo, pero no de una manera egoísta o individualista, sino que es una comunidad de prácticas donde, en pequeños grupos, exploramos. Por ejemplo, hay personas de muchas religiones distintas en la sociedad. Yo ahora mismo estoy siguiendo a una pastora de la comunidad Valtese de Milán. Ella es una teóloga maravillosa, es protestante y es jefa de la Iglesia Valtese. Luego hay otra persona que sigue el budismo Nichiren, hay muchas personas que hacen prácticas de meditación. Hay personas muy distintas entre sí, personas laicas, personas ateas, personas religiosas. Al principio éramos un pequeño grupo, ahora tenemos muchísimos socios y llegamos a los centenares. La gente va a esos encuentros que son la mayoría gratuitos, aunque tenemos también unos cursos que son de pago para formar a profesionales de varias disciplinas para que puedan hacer estos tipos de prácticas. No son solo profesionales de la psicología o de la sociología. Esto es muy raro en una sociedad donde todo debe tener una etiqueta, pero es precioso. Crecemos juntos en esta comunidad. Yo tengo un laboratorio donde usamos el método batesoniano para reflexionar sobre educación. Las personas pueden venir, hacer todo el ciclo o solo participar en algún encuentro. Es un espacio enriquecedor y único. En nuestra sociedad, espacios así son de gran privilegio. En este espacio lo maravilloso es que hay personas de orígenes diferentes, incluso a nivel social.

Ana Belén García-Varela: Estaba pensando en lo importante que es poder conocer al otro para poder llegar a un nivel más profundo y a una transformación. Este es un punto muy interesante que me gusta mucho en el planteamiento de Daisaku Ikeda, cuando nos habla de la importancia de conocer al otro y que incluso a través del conflicto, de las diferencias, podemos llegar a comprender la realidad. Poder entender la postura del otro, nos ayuda a interpretar la realidad de otra manera. Eso es muy diferente a pensar que es el otro el que tiene que cambiar.

Entender que cada uno es una pieza más, un engranaje más para poder generar ese cambio en la sociedad.

Luana Bruno: Me llama la atención el hecho de que cuando tú estás con los demás y se genera un espacio de intercambio entre más personas, esto es también una forma de bajar tu ego porque, si de verdad existe un diálogo entre las partes, cada persona aprende a salir poco a poco de sus prejuicios, de sus premisas, de sus expectativas y, cuando estás escuchando al otro, te estás olvidando de ti. Cuando te estás olvidando de ti, entonces prestas tu atención al otro y allí hay como una magia, porque todo el mundo lo que busca es el reconocimiento por parte de los demás. Toda persona busca que el otro la escuche, busca que el otro le preste atención. Entonces cuando una persona está hablando y se siente escuchada, admirada y reconocida siente que existe, que su vida importa a alguien en un mundo donde existimos solo en las redes sociales, pero no existimos para los que están a nuestro alrededor. En esos diálogos, sí que podemos llegar a volver a sentirnos humanos, a sentirnos reconocidos, a ser parte de una comunidad.

Todo eso me recuerda a la idea que tenía Palmer Parker[xiii] que plantea que, si nosotros nos centramos en el tema del que tenemos que trabajar, salimos de nuestro ego para centrarnos en el tema mismo. Entonces, incluso si discrepamos en algo, mientras conversamos, no nos ofendemos ni pensamos en nuestro ego porque nuestro principal foco de atención es el tema y no nuestra postura, o quien sepa más, o quien sepa menos. Entonces ahí se puede generar un espacio de encuentro que transforma.

Laura Formenti: En los grupos hay que ser muy creativos. Esa es una de las razones por la cual hacer terapia en grupo a veces te obliga a entender la perspectiva de los demás. Yo creo muchísimo en el grupo, en el poder de la colectividad, y este poder puede ser incluso negativo, porque si la colectividad te obliga a adoptar la perspectiva de todos los demás, cuando discrepas del grupo, puedes llegar a sentirte solo. Este es también es un punto para considerar, ¿no?

A mis estudiantes cuando hacen los trabajos de grupo les digo que, cuando todo el mundo está de acuerdo, se tienen que asustar, les tiene que tocar como una campanilla de alarma porque, a lo mejor, se están ilusionando y entonces se crea una única narrativa, una única versión de la realidad. En cambio, en la terapia sistémica hay que multiplicar las historias no crear una única verdad.

El juego, cuando trabajas en grupo o en terapia sistémica, consiste en mantener abierta la conversación. Esta es la clave. No está en curar a las personas. El trabajo consiste en mantener abierta la conversación. Cuando ya la conversación se cierra, entonces indica que no hay nada más que decir.

9. El educador sistémico

Ana Belén García-Varela: A mí me preocupa mucho cómo motivar a los educadores a poder generar un diálogo, una transformación en su propio contexto. ¿Tienes algún consejo sobre esto, Laura?

Laura Formenti: Ante todo hay que discutir críticamente el lado normativo de la educación, porque la educación se da en contextos donde hay contenidos, expectativas, normas. En los contextos de educación formal, los profesores se centran mucho más en los contenidos. Entonces muchas veces la educación es una normalización del otro. Si tú como alumno entras en el estándar, entonces nosotros como profesores estamos tranquilos, porque significa que hemos trabajado bien. Pero yo trabajo con educadores sociales donde el contenido es más frágil, trae un aspecto normativo también. Entonces volvemos a tener que deconstruir los prejuicios.

Yo he aprendido desde Cecchin ese mantra que es quién soy yo para ti, quién eres tú para mí y que estamos haciendo aquí. Cecchin repetía mucho esa idea.

El educador sistémico es diferente a otro tipo de educador y se hace visible porque se plantea estas preguntas continuamente. A veces, con estas preguntas podrías descubrir que el educador es el otro.

Este año he leído algunos textos interesantes sobre ceder la autoridad de forma tal que el otro también pueda liderar la conversación. Rachel Watson[xiv] habla de poder deóntico, emocional y poder epistémico. En esta misma conversación que estamos llevando a cabo hay un poder deóntico, porque cada una tiene un rol… yo ahora tengo el rol de la persona entrevistada y vosotras tenéis derecho a hacerme preguntas. Pero en una conversación hay también un poder epistémico en el cual cada persona tiene algo que decir. Por ejemplo, en el caso de una psicóloga que habla con una madre y le dice “háblame de cómo ves a tu hija”, allí te está diciendo implícitamente que tú tienes una visión de ella que tu hija no tiene y entonces te está cediendo autoridad. Lo mismo ocurre en la investigación cualitativa, donde se crean datos y existe una responsabilidad a la hora de crearlos. No es como en una investigación cuantitativa positivista. Con los años, yo en particular, he hecho las paces con la investigación cuantitativa. Bateson decía que también los números son historias. Entonces, me gusta pensar que un investigador positivista ve cosas que yo no veo, por ejemplo, datos estadísticos sobre cuántas personas llegan a un país, cuántos de ellos son menores de edad, cuántos son padres, etc. son datos que yo no poseo y que también son relevantes.

Luana Bruno: Creo que mezclar métodos de análisis es también importante porque nos abre.

Laura Formenti: Yo intento recordar siempre que Bateson no era irracionalista. Él decía que la racionalidad humana es maravillosa y el problema es que no es equilibrada. Si tú solo te fijas en la racionalidad consciente, no estás teniendo en cuenta la razón del corazón, no hay equilibrio. Si pierdes este equilibrio y te vas totalmente a lo irracional, hay que tener cuidado en no caer en un universo mágico.

Luana Bruno: Qué interesante conversación, Laura.

Ana Belén García-Varela: Muchísimas gracias por tus aportaciones y reflexiones. Hay que seguir luchando y apostando por la educación para generar nuevos valores cívicos en nuestra sociedad.

De izquierda a derecha de la imagen: Ana Belén García Varela, Laura Formenti y Luana Bruno, en la Universidad de Alcalá

[1] Laura Formenti es profesora titular de Pedagogía General y Social en la Universita’ degli Studi di Milano Biccoca y coordinadora del Laboratorio Permanente de Investigación sobre Pedagogía de las Transformaciones Laborales.

[2] Ana Belén García-Varela es Subdirectora del Instituto Universitario de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda, en la Universidad de Alcalá. Es también Profesora Titular de Universidad e imparte docencia en el Departamento de Ciencias de la Educación de dicha Universidad.

[3] Luana Bruno es Doctora en Educación. Es investigadora postdoctoral en la Universidad de Alcalá y colabora en el IEDDAI.


Notas

[i] Puede verse en diferido la conferencia de Laura Formenti que fue parte de esta actividad en el canal de Youtube de la Universidad de Alcalá: https://youtu.be/nVEwOgprsPg

[ii] Gregory Bateson (1904-1980) fue un antropólogo inglés que realizó importantes aportaciones a distintos campos como la lingüística, la epistemología y las ciencias cibernéticas. Esto se debió a su enfoque en la teoría de sistemas, un marco científico multidisciplinar. Bateson y sus colaboradores, principalmente Donald Jackson, Jay Haley y John Weakland, fueron pioneros en el desarrollo de las terapias familiares y sistémicas. Además de la teoría del doble vínculo, Bateson estudió la evolución de los organismos, el concepto de homeostasis aplicado a la psicología y a la antropología y la metodología científica, entre otros temas. Entre sus libros destacamos: Bateson, G. (1998). Pasos hacia una ecología de la mente. Lohlé-Lumen.

[iii] John Heron (nacido 1928) es un pionero en la creación de un método de investigación participativa en las ciencias sociales, llamado investigación co-operativa. Este se basa en su trabajo en 1968-69 en la fenomenología de encuentro social, y ha sido aplicado por practicantes en muchos campos de desarrollo profesional y personal. Personalmente, Heron está comprometido al proceso de investigación co-operativa en cualquier campo donde sea aplicado, como forma básica de práctica espiritual relacional y participativa. Entre sus libros destacan: Heron, J. (1996) Co-Investigación operativa: Búsqueda a la Condición Humana. Salvia. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/John_Heron

[iv] Se refiere al libro Formenti L. (ed.) (2013). Si può fare! Gli sguardi del tutor familiare. AEPER, Bergamo.

[v] Gianfranco Cecchin fue un reconocido terapeuta familiar italiano. padre de la terapia familiar en Italia. Destacamos su libro Irreverencia: Una estrategia de supervivencia para terapeutas, que puede encontrarse traducido al castellano, donde desarrolla ideas fundamentales de su propuesta de intervención.

[vi] Se refiere al artículo Formenti L. (2019). Reinterpretare la negligenza genitoriale in una cornice critica: uno studio autoetnografico. La famiglia, 53/263, 230-249.

[vii] Concepto desarrollado por Gregory Bateson que implica aprender a aprender. Para saber más: Bateson, G. (1998). Pasos hacia una Ecología de la Mente. Lohle-Lumen.

[viii] Andrea Prandin es Licenciado en Ciencias de la Educación y se especializó en Clínica Educativa. Colabora en el grupo de investigación Pedagogía Familiar y Asesoramiento Familiar – Universidad Bicocca. Junto con Laura Formenti y Silvia Luraschi dirige el Círculo Permanente de Prácticas y Miradas Sistémicas ‘GRASS’ desde 2014. Para saber más: https://www.scuolaphilo.it/docente/andrea-prandin/

[ix] Silvia Luraschi es Doctora en Ciencias de la Educación y la Comunicación por la Universidad de Milán-Bicocca y profesora del Método Feldenkrais. Su investigación se orienta hacia la experimentación del movimiento y las experiencias sensoriales en contextos educativos. Es autora de Hay que vivirse como un pueblo entero (2019, Animamundi). Colabora habitualmente con Laura Formenti en sus investigaciones. Para saber más: https://www.researchgate.net/profile/Silvia-Luraschi

[x] Josep Seguí-Dolz es licenciado en Psicología y magister en Psicología Social. Es presidente de ENDIÁLOGO, Asociación Española de Prácticas Colaborativas y Dialógicas. Miembro asociado del TAOS Institute, sirviendo en la actualidad en su Consejo Latino Americano y en su Red Internacional de Investigación Relacional. Director docente y profesor del Certificado Internacional de Prácticas Colaborativas Dialógicas en España (con Harlene Anderson, TAOS Institute, Houston Galveston Institute). Autor de diversas publicaciones de las que destacamos los libros de ensayo Mentalidad humana. De la aparición del lenguaje a la psicología construccionista social y las prácticas colaborativas y dialógicas (2015) y Sociología para no iniciados y otros ensayos insolentes. Construccionismo social en la vida cotidiana (2018). También escribe novela, habiendo publicado dos hasta la fecha: La esencia de las cosas (2019) y Lo que tenga que ser, será (2020). Para saber más: https://www.taosinstitute.net/about-us/relational-research-network/relational-research-network-video-series/josep-segui-dolz

[xi] Tetyana Hoggan-Kloubert es profesora en la Universidad de Augsburgo. Investiga sobre la educación cívica y de adultos en diversas sociedades migratorias y en contextos post-totalitarios. Obtuvo su doctorado y habilitación en la Universidad de Augsburgo (Alemania), centrándose en los temas de adoctrinamiento, propaganda y democracia. De sus diversas publicaciones, destacamos el libro Adult learning in migration society publicado por Routledge donde se reflexiona sobre prácticas y teorías de la educación, el aprendizaje, el diálogo, la capacitación, la mitigación de traumas y la narración de historias. Para saber más: https://www.researchgate.net/profile/Tetyana-Kloubert

[xii] El sitio web de la Sociedad Philo Prácticas Filosóficas es: https://www.scuolaphilo.it/evento-philo/grass-in-presenza_202207312151/

[xiii] Parker J. Palmer es un escritor, conferenciante y activista que centra su trabajo en temas como la educación, la comunidad, el liderazgo, la espiritualidad y el cambio social. Destacamos de su obra el libro El coraje de enseñar publicado en castellano, publicado por la Editorial Sirio.

[xiv] Rachel Watson es psicoterapeuta familiar sistémica. Es directora del Instituto de Terapia Familiar de Londres. Su trabajo de investigación se centra en el análisis de la conversación en psicoterapia sistémica. Queremos destacar su publicación Watson, R. (2019) Jointly created authority: a conversation analysis of how power is managed by parents and systemic psychotherapists in children’s social care. Journal of Family Therapy, 41: 357–383. Para saber más: https://ift.org.uk/team/rachel-watson/

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