Competencias docentes para la educación de una ciudadanía global:
Ponencia presentada en el 11th International Academic Symposium on the Philosophy of Daisaku Ikeda

Por Ana B. García-Varela1, Alejandro Iborra2 y Luana Bruno3
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 4 · Dic. 2021


RESUMEN: Una educación para la ciudadanía global necesita educadores comprometidos con su propio contexto que creen situaciones de aprendizaje en las que los alumnos puedan crear valor (Makiguchi, 1998). Inspirados en el trabajo de Ikeda sobre «Educación para la Ciudadanía Global» (1994) que defiende un cosmopolitismo moral opuesto a una perspectiva imperialista, coincidimos con su concepción de una ciudadanía global que promueve profundizar en lo espiritual basados en virtudes como la sabiduría, el valor y la compasión. De acuerdo con esto, analizamos esta competencia clave para los futuros profesores en sintonía con la educación para la ciudadanía global a pdeartir de los datos obtenidos de la asignatura universitaria denominada «Educación para la felicidad». En esta asignatura, uno de nuestros objetivos desarrollados durante los últimos cuatro años, es entender cómo ayudar a los estudiantes de educación a reflexionar sobre su futuro papel en la sociedad y su responsabilidad con su comunidad. Lejos de priorizar una perspectiva intelectual, enfrentamos con nuestros alumnos las paradojas de lo que idealmente piensan y lo que finalmente hacen. En este artículo, presentamos un modelo para trabajar las competencias para una ciudadanía global basándonos en el desarrollo de los siguientes seis procesos clave de creación de significado (1) pertenecer, (2) apreciar, (3) relacionarse, (4) contextualizar, (5) desafiarse y (6) trascender.

PALABRAS CLAVE: Ciudadanía global, competencias, creación de valor.


ABSTRACT: An education for global citizenship needs teachers committed to their own context who create learning situations in which students can create value (Makiguchi, 1998). Inspired by Ikeda’s work on «Global Citizenship Education» (1996) that advocates a moral cosmopolitanism opposed to an imperialistic perspective, we concur with his conception of a global citizenship that promotes a spiritual upliftment based on the virtues of wisdom, courage and compassion. Accordingly, we analyze this key competency for future teachers in tune with global citizenship education based on data obtained from a university subject called «Education for Happiness». In this subject, one of our aims over the last four years has been to better understand how to help students of Education Sciences to be able to reflect on their future role in the society and on their responsibility towards their community. Instead of emphasizing an intellectual perspective, we engaged the paradoxes of what our students ideally think and what they finally do. In this article, we provide a proposal model for constructing a global citizenship competency based on the development of the following six key meaning-making processes: (1) belonging, (2) appreciating, (3) relating, (4) contextualizing, (5) challenges and (6) transcending.

KEYWORDS: Global Citizenship, competencies, value creation.


1. Introducción

En el mundo global y conectado en el que vivimos hoy en día, debemos tener en cuenta cuáles son las competencias necesarias para los docentes. La situación de pandemia ha puesto el foco en las competencias digitales para la enseñanza a distancia, pero sin embargo debemos considerar otras más centradas en la creación de un enfoque más humanista de la educación que pueda afrontar los retos de este siglo. Una educación para la ciudadanía global necesita profesores comprometidos con su propio contexto que creen situaciones de aprendizaje en las que los alumnos puedan crear valor (Makiguchi, 1998). La mayoría de las investigaciones sobre competencias cosmopolitas destacan la importancia tanto del lenguaje como de la comunicación como componentes clave de esta compleja habilidad social (Obelleiro, 2012). Sin embargo, existen más posibilidades que este marco comunicativo para el desarrollo de esta competencia ciudadana global. En este artículo presentaremos nuestra propuesta al respecto.

2. Educación para una ciudadanía global

Una educación enfocada hacia la ciudadanía global está estrechamente relacionada con el concepto de conciencia global, como la desigualdad y la pobreza, el cambio climático, el racismo y la guerra (Oxfam, 1997). La ciudadanía global debe desarrollar la comprensión, el interés y el compromiso con los problemas globales, las interconexiones locales y transnacionales y la diversidad de culturas (Merryfield, 2008). Debemos considerar esta conciencia global en términos de interdependencia como una condición esencial para el desarrollo de una ciudadanía global. De acuerdo con esta interdependencia, debemos ser conscientes de formar parte tanto de los patrones históricos del colonialismo como de la actual dinámica de globalización neoliberal. Para encarar un concepto de ciudadanía global que pueda abordar los problemas de nuestro siglo, requerimos una conciencia más profunda de nuestro propio lugar en la historia y en un mundo dividido por la economía y la desigualdad (Klein y Wikan, 2019). El ritmo de consumo y explotación imperante en los países industrializados está poniendo en peligro la convivencia del planeta, está contaminando el medio ambiente y está provocando grandes desigualdades entre las personas (Díez-Hochleitner e Ikeda, 2009).

Por lo tanto, la Educación para la Ciudadanía Global debe abordar los procesos de aprendizaje y las competencias necesarias para alcanzar un objetivo de ciudadanía mundial percibido (Nielsen y Klein, 2015). Tenemos que animar a los estudiantes a adoptar una comprensión crítica de la globalización y de las cuestiones interculturales que trascienda la perspectiva del Estado-nación superando el etnocentrismo (Pashby, 2012; Klein y Wikan, 2019).

Inspirándonos en el trabajo de Ikeda sobre la «Educación para la Ciudadanía Global» (1994) que aboga por un cosmopolitismo moral opuesto a la perspectiva del imperialismo, estamos de acuerdo con su concepción de una ciudadanía global que promueve profundizar en lo espiritual basados en virtudes como la sabiduría, el valor y la compasión. Debemos promover una educación humanista que permita concebir la paz como el momento en que los seres humanos no se teman y puedan apreciarse con confianza mutua, como un estado natural y ordinario de la vida. Solo cuando esta creencia se convierta en el principio rector, podremos crear una sociedad genuinamente humana (Ikeda, 2020). Ikeda hace un llamamiento a una revolución global que comience con la revolución humana de cada individuo para hacer frente a los problemas mundiales. La educación, en este sentido, es la clave misma para formar a las nuevas generaciones humanas para que sean respetuosas y tengan la responsabilidad de preservar el entorno natural y la vida en nuestro planeta (Ikeda, 2009).

3. Educación para la felicidad

Inspirados por estas ideas, analizaremos las competencias clave para que los futuros educadores puedan abordar una educación para la ciudadanía global, basándonos en los datos obtenidos en la asignatura «Educación para la Felicidad» de la Universidad de Alcalá (Guadalajara, España). En esta asignatura, uno de nuestros objetivos desarrollados durante los últimos cinco años, era entender cómo ayudar a los estudiantes de educación a reflexionar sobre su futuro papel en la sociedad y su responsabilidad con su comunidad. A través del ejemplo de los trabajos finales de colaboración realizados por nuestros alumnos en los últimos cuatro años, analizamos en este artículo lo complejo que resulta crear una auténtica preocupación por entrelazar el interés personal con el interés general de la comunidad social a la que se pertenece. Lejos de priorizar una perspectiva intelectual, discutimos con nuestros alumnos sobre las paradojas de lo que idealmente piensan y lo que finalmente hacen. Estas paradojas, contradicciones y escollos en el trabajo colaborativo final proporcionan información valiosa para ayudarnos en la construcción de una auténtica competencia ciudadana.

Le Borterf (1994) introduce que lo que caracteriza a una competencia no es el hecho de disponer de una serie de conocimientos, habilidades o valores, más o menos integrados, sino ser capaz de movilizarlos a la hora de afrontar una situación específica: “Cada día, la experiencia muestra que las personas que están en posesión de conocimientos o de capacidades no las saben movilizar de forma pertinente y en el momento oportuno, en una situación de trabajo. La actualización de lo que se sabe en un contexto singular (marcado por las relaciones de trabajo, una cultura institucional, el azar, obligaciones temporales, recursos…) es reveladora del ‘paso (pasaje)’ a la competencia. Ella se realiza en la acción» (Le Boterf, 1994, p.16). En relación a esta cita, Perrenoud (2004) plantea las siguientes consideraciones: a) que las competencias no son en sí mismas conocimientos, habilidades o actitudes aunque movilizan e integran tales recursos; b) que esta movilización sólo resulta pertinente en una situación y cada situación es única, aunque se la pueda tratar por analogía con otras situaciones ya conocidas; c) que el ejercicio de una competencia pasa por operaciones mentales complejas resultado de esquemas de pensamiento que permiten realizar una acción; y d) que las competencias se crean en formación pero también en la cotidianeidad de las situaciones de trabajo.

Si trabajar una competencia, teniendo en cuenta lo anterior, ya es complejo, imaginemos lo difícil que es trabajar una competencia como la felicidad en un contexto cada vez más global. Aunque son muchos los trabajos que han descrito en qué consiste la “felicidad” (Ben-Shahar, 2007; Ben-Shahar, 2014) pocos de ellos operacionalizan este concepto para aplicarlo en nuestras experiencias cotidianas. Por ello, decidimos dar sentido a un concepto tan complejo como el de felicidad diferenciando seis componentes competenciales más básicos, de manera que la experiencia emocional (diferencial) que llamamos “felicidad” surgiera de su compleja interacción en diversos contextos y momentos.

Figura 1. Competencias docentes para una educación de la ciudadanía global

4. Pertenencia

Maslow introdujo la pertenencia como una de las necesidades humanas básicas de la «teoría de la motivación humana». «Las necesidades humanas se ordenan en jerarquías de prepotencia. Es decir, la aparición de una necesidad suele depender de la satisfacción previa de una necesidad más poderosa. El ser humano es un animal que desea constantemente» (Maslow, 1943, p.370). La teoría de Maslow planteaba que la motivación humana se fundamenta en la consecución de ciertas necesidades fisiológicas que, una vez satisfechas, son sustituidas por otras de seguridad, pertenencia, autoestima y autorrealización.

Otros autores como Brown (2017) han destacado que la pertenencia se construye sobre nuestra capacidad de experimentar y compartir nuestro sentimiento de vergüenza y nuestra vulnerabilidad porque son lugares donde podemos exponer con seguridad esas partes de nosotros mismos.

Además, nuestro sentido de pertenencia está profundamente conectado con nuestro sentido de autoaceptación porque nuestra naturaleza humana necesita pertenecer a un grupo para estar seguros de compartir con los demás. Podemos sentirnos aislados de diferentes formas: un aislamiento social objetivo porque decidimos apartarnos físicamente del contacto social; o un aislamiento subjetivo que sentimos incluso cuando estamos rodeados de gente (Ross, 2018).

Probablemente el encierro que vivimos al inicio de la pandemia nos hizo sentir que echábamos de menos a ciertas personas. Aunque muchas personas pudieron mantener el contacto a través de internet, nos hizo percibir ese aislamiento. Como compartió un estudiante:

A.D.: Me ha hecho reflexionar sobre la importancia de poder ver a nuestros amigos y familiares, de poder abrazarlos y besarlos, y de poder pasar una tarde simplemente charlando o dando un paseo. Es entonces cuando nos damos cuenta de que las cosas materiales no sirven de nada si nos faltan otras cosas como el amor y el cariño, y que las cosas materiales no son las que realmente nos hace felices.

La necesidad de pertenencia está vinculada a la construcción del apego en la infancia. Tras estudios como el de Spitz, los psicólogos analizan la importancia vital del apego en las primeras etapas de la vida. Descubrieron que las personas de todas las edades necesitaban algo más que comida y cobijo para llevar una vida sana: necesitaban ser amadas y cuidadas. Pero la forma de satisfacer nuestra necesidad de pertenencia cambia con los años. En nuestros primeros días, el amor de un cuidador es esencial para nuestra supervivencia. A medida que crecemos, la esencia es la misma, pero experimentamos diferentes tipos de pertenencia en las relaciones con los amigos, la familia y la pareja. En un sentido amplio, necesitamos sentirnos parte de una comunidad que nos valora y protege.

En esta época de aislamiento, posiblemente acrecentado por el desarrollo de la pandemia desde 2020, es tal vez más necesario que nunca buscar activamente grupos sociales y esforzarse por cultivar esas relaciones, sobre todo porque muchas formas tradicionales de comunidades están desapareciendo. Nos estamos separando unos de otros en muchos aspectos esenciales. El reto al que nos enfrentamos es averiguar cómo podemos construir relaciones a pesar de estas tendencias (Esfahani, 2017).

Por lo general, la mayoría de las personas tienen diferentes grupos de pertenencia, y probablemente la principal fuente básica de pertenencia es nuestra familia (aunque algunas familias pueden tener formas de relacionarse que son disfuncionales). Además, podemos definirnos por la pertenencia a determinados grupos como el racial, étnico, religioso, de organización social o laboral (Ross, 2018). Pero ¿realmente creamos ese ambiente de pertenencia en nuestras aulas? Y, ¿cómo podemos hacerlo?

A.D.: En esta asignatura hemos intentado conocer a todas las personas, los profesores han realizado dinámicas en las que hemos podido conocernos, compartir opiniones, sentimientos y muchas reflexiones personales. Para mí es muy enriquecedor poder escuchar la opinión de los demás y poder mejorar con la ayuda de otras personas, porque creo que el trabajo en grupo es enriquecedor cuando se ponen en común diferentes opiniones e ideas y se intenta encontrar juntos la mejor opción teniendo en cuenta todas las aportaciones. Además, en mis años de carrera he trabajado mucho en grupo y nos hemos visto obligados a crear grupos de trabajo con personas que no son de nuestro círculo más cercano, pero que nos han ayudado a entender que hay que respetar a todas las personas, aunque tengan ideas diferentes a las nuestras y que hay que buscar el acuerdo con todas ellas y pensar que somos compañeros, por encima de todo.

Según diferentes investigaciones sobre el desarrollo de la felicidad (Esfahani, 2017), uno de los elementos que más beneficia la creación de sentido en nuestras vidas es el sentido de pertenencia, que nos permite sentirnos integrados en un grupo o en una relación. Cuando uno se siente parte de un grupo, desarrolla una relación afectiva en la que las personas se sienten valoradas y frecuentan interacciones agradables con esas personas. La asignatura «Educación para la Felicidad» no sólo facilita estas situaciones, sino que hacemos reflexionar a los alumnos sobre la importancia de la pertenencia.

M.A.: Nuestro primer concepto fue pertenencia ¿Qué entiendes por pertenencia?, para mí sinceramente cuando lo hablamos en el grupo coincidíamos más de una. Que el verbo pertenecer y poseer son sinónimos, pero tras hablarlo y comentarlo, me di cuenta de que no son sinónimos. Pertenencia se produce con una relación bidireccional, es decir, sentirse que perteneces a un grupo de amigos es porque sientes que estas dentro de ese grupo y ellos tienen ese sentimiento hacia ti de que quieren que estés ahí. Mientras que poseer es unidireccional, poseer un lápiz es un ejemplo, porque para mí no puedes poseer a una persona, sino estar con ella o tener pertenencia con ella.

Además, es importante entender que la pertenencia no puede convertirse en una relación tóxica de dependencia. Esto es especialmente relevante por la edad de nuestros alumnos (alrededor de los 20 años), ya que todavía están empezando con sus primeras relaciones sentimentales.

A.d.D.: Por último, quiero mencionar que esta palabra también la relacionamos a un ámbito más sentimental, cuando muchas personas tienen una pareja y piensan que esa persona les pertenece y que tiene que actuar como ellos consideran y surgen problemas pues ninguna persona debería ser propiedad de otra, pues todos somo libres de pensar y actuar como queramos y nadie debe limitarnos.

Es importante poder formar a los futuros educadores en el valor de reconocer la interconexión que tenemos con otros seres humanos, para generar comunidades más resilientes y sensibles a los problemas de los demás, una sociedad que también se reconoce interconectada con la naturaleza. «Una educación de este tipo es una oportunidad y una base importante para fomentar el reconocimiento de la naturaleza mutuamente interrelacionada de todos los seres vivos, el valor de comprometerse sin miedo con diferentes pueblos y culturas, y la compasión para empatizar con el sufrimiento de los pueblos de otros países» (Garrison, Hickman e Ikeda, 2014, p. 148).

5. Apreciar

Para tener un sentido de pertenencia, es necesario desarrollar la capacidad de apreciar. Hablamos de apreciar desde el doble sentido de valorar y agradecer, sentirse agradecido. No es habitual centrarse en crear ese sentimiento de pertenencia en un grupo de clase, pero es muy importante para poder desarrollar un trabajo colaborativo o transformador, donde los alumnos se sientan cómodos para poder construir su proceso de aprendizaje. En nuestra asignatura, Educación para la Felicidad, creamos situaciones en las que los alumnos pueden interactuar, compartir y crecer juntos.

M.B.: No quiero dejarme en esta reflexión a mis compañeras, nunca antes me había pasado esto, es decir, tener la necesidad de agradecer a mis compañeras el haber estado ahí. Y es que pese al no conocernos y no haber coincidido con ellas, siento una unidad especial con ellas. Tras haber expresado las ideas con ellas en pequeños grupos, me he sentido apoyada y respaldada en todo momento. Siempre he sido de las que opinan que si ya tienes un grupo de trabajo lo mejor es mantenerlo, pero tras esta asignatura he podido ver que muchas veces cambiar te da la oportunidad de ver otras realidades, puntos de vista que te hagan comprender mejor las situaciones. Así que gracias, compañeras, por haber sido un elemento tan importante.

Esta es la esencia de la construcción de una educación humanista que valora a todos los seres humanos, aprendiendo a apreciar la diversidad y ayudando a las personas a desplegar todo su potencial.

R.G.: Mi paso por la asignatura ha sido un recorrido que no me esperaba. No me esperaba esta conexión con la clase, ni con las compañeras ni con los profesores. He descubierto una nueva forma de interactuar con los alumnos, mucho más cercana, más real, sintiendo que los profesores se involucraban en las clases; buscando un acercamiento real a nosotros, sintiendo que les importamos y que buscan un feedback fluido con el grupo.

La posición del docente es clave para la creación de valor en la educación. Como nos dice Ikeda (Ikeda, 2020), la escuela no existe en los edificios inanimados, sino en los docentes que se dedican a servir a los alumnos; los que son en sí mismos una escuela viva. La vida de los alumnos se transforma no escuchando conferencias, sino estimulando el contacto con otras personas. A partir de la construcción de estas relaciones, es posible trabajar en un aprendizaje transformador que permita a los alumnos profundizar en sus propios procesos de construcción de identidad.

6. Relacionarse

Las relaciones son el principal motor de la felicidad, el que recordamos cuando somos mayores. Pero es la calidad de cómo nos relacionamos, no la cantidad de relaciones, lo que marca la diferencia (Waldinger 2015; Waldinger y Schulz, 2010). Esto ocurre a medida que construimos relaciones como miembros de una comunidad, desarrollamos vínculos estrechos, generando una red de confianza y apoyo entre todos sus miembros (Esfahani, 2017). El deber que sienten los miembros de servir y ayudarse mutuamente no solo surge de la comunidad, sino que es lo que la sostiene. Siguiendo estas ideas, es fundamental trabajar en el aula para construir relaciones basadas en ser parte activa del grupo a través del diálogo.

S.M.: En esta asignatura palabras como la pasión, vocación, dedicación, y reflexión sobre temas que nos gustaban e interesaban consiguieron que nos juntásemos, lo que formó el compañerismo y la unión, a la vez que con cada aprendizaje y crecimiento personal fomentaba que encontrásemos esa felicidad.

La asignatura Educación para la felicidad trata de facilitar un proceso de aprendizaje transformacional a través de la exploración del significado de felicidad desde la idea de creación de valor de Tsunesaburo Makiguchi. Para ello, es fundamental la colaboración de diferentes profesionales relacionados con la educación que trabajan en ámbitos formales y no formales (como el teatro, el deporte, los museos, etc.). La experiencia de estas personas sirve como inspiración para que los estudiantes puedan pensar sobre su propia experiencia y trasladarlo a su vida. En este sentido debemos tener en cuenta que «una palabra de aliento puede ser increíblemente importante, una preciosa semilla de inspiración que se convierte en algo grande y maravilloso en el futuro» (Garrison, Hickman e Ikeda, 2014, p.52).

Se trata de construir relaciones en el grupo que nos permitan compartir experiencias y que ayude a los estudiantes a conocerse mejor a sí mismos. Generando esta relación como grupo podemos explorar juntos y entender mejor cómo estamos interconectados con los demás. Pues para encontrar sentido en nuestra vida no podemos encerrarnos en nosotros mismos pues el sentido lo encontramos en conexión con los demás. Como «enseña la doctrina budista del origen dependiente, nada existe independientemente de otras cosas, y todas las cosas se influyen mutuamente y están interrelacionadas entre sí» (Garrison, Hickman e Ikeda, 2014, p. 23).

Como vemos en el siguiente ejemplo, es necesario crear esa relación con el otro para dar sentido a lo que estamos trabajando en clase. Por lo tanto, es necesario conocer al otro y construir un verdadero diálogo:

A.d.D.: Este tipo de dinámicas fomentan el espíritu de grupo y creo que, si no se realizaran, muy probablemente, hubiéramos pasado por esa clase sin saber poco más que un nombre de cada una de nosotras. Esto me hace pensar, que en la carrera de muchos compañeros con lo que he pasado 4 años de mi vida, no se prácticamente nada de ellos, nunca hemos trabajado juntos, no hemos compartido opiniones y cuando lo veo desde esta perspectiva me da mucha pena, pues creo que para que una clase pueda funcionar al completo y trabajar de manera conjuntos, los miembros deben conocerse y sobre todo respetarse. Para mi cono futura maestra, creo que es fundamental que como docentes trabajemos en equipo, aportando ideas conjuntamente y prosperando para conseguir unos objetivos comunes que beneficien a todos.

La compasión es fundamental para construir un sentido de pertenencia (Esfahani, 2017). Cuando abrimos nuestro corazón a los demás y nos acercamos a ellos con amor y bondad, ennoblecemos a quienes nos rodean y a nosotros mismos, y los efectos de nuestros actos de compasión persisten mucho tiempo después de haberlos realizado. «El budismo enseña que la verdadera alegría es la existencia de sabiduría y compasión tanto en uno mismo como en los demás. La felicidad verdaderamente inagotable se encuentra, en otras palabras, en el aprendizaje conjunto, en el estímulo mutuo y en el esfuerzo conjunto por desarrollar todo nuestro potencial. Este es el camino para construir la sociedad activa, creativa y pacífica» (Garrison, Hickman e Ikeda, 2014, p. 157).

A continuación, vemos un claro ejemplo de una estudiante que reflexiona sobre ser capaz de trascender las diferencias para aprender a trabajar juntos en la construcción de la educación de las futuras generaciones:

A.d.D.: Estas reflexiones creo que deben llevarse a nuestra vida diaria y hacernos pensar que no siempre trabajaremos con personas que nos caigan genial y piensen como nosotros, hay ocasiones en las que tenemos que saber que a pesar de los aspectos negativos vivimos en sociedad y el respeto es lo primordial, sobre todo si queremos conseguir buenos resultados, pues en mi caso, en el ámbito de la educación es crucial que los profesores trabajen de manera conjunta si queremos que el sistema educativo cambie y sea mejor cada día.

Como vemos, trabajando las competencias de relación los alumnos pueden comprender la teoría de los orígenes dependientes. Esta teoría sostiene que todos los fenómenos, sociales o naturales, son el resultado de sus vínculos con otros fenómenos. Nada existe en total aislamiento; todo mantiene una estrecha interrelación (Ikeda, 2020). Como miembros de una sociedad global debemos aprender a respetar y valorar a todas las personas.

7. Contextualizar

Otra competencia clave es ser capaz de contextualizar para comprender el sentido de las situaciones en las que nos encontramos, entendiendo la influencia del contexto histórico, económico, político, cultural, social y nuestros propios propósitos personales. Es la competencia de contextualizar la que promueve que demos sentido a una situación actual (Iborra, García, Margalef y Pérez, 2010).

En este sentido, proponemos a los estudiantes reflexionar sobre cómo se posicionan ante alguna situación concreta que generamos en clase para que sean conscientes de cómo siempre estamos ejerciendo un papel en nuestra vida. Así explica una de las estudiantes su vivencia:

A.d.D.: Nos hizo reflexionar sobre las ideas de cómo las personas actuamos de manera distinta en función del contexto en el que nos encontramos y que muchas veces hacemos una especie de “actuación” en la que sabemos cómo debemos adaptarnos en función del contexto y que hay cosas que ya tenemos interiorizadas de cómo hablamos y nos expresamos en las distintas situaciones de nuestra vida. Además, esto cambia mucho si varían las intenciones de las personas, es decir, si tenemos un objetivo concreto, actuamos de manera que buscamos cumplir con ese objetivo y muchas veces olvidamos otras cosas importantes en nuestras vidas.

Ser consciente de tu papel para poder transformar el contexto es uno de los elementos clave para poder tomar la iniciativa sobre él. Por este motivo, Ikeda manifiesta que el cambio social parte siempre de un cambio individual, es la llamada ‘revolución humana’, pues no hay felicidad que nos pertenezca solo a nosotros, así como no hay padecimientos que afecten solo al resto de la gente (Ikeda, 2019).

En ese sentido, facilitamos que los estudiantes se hagan conscientes del momento histórico, económico, político y cultural en el que viven para que puedan tomar libremente sus propias decisiones sobre cómo actuar sobre él. Aquí vemos la reflexión de una de las estudiantes sobre ello:

P.G.: Aunque cada uno tengamos nuestra forma de ser, según las personas con las que estemos y el lugar, nos comportaremos de una forma u otra. […] En mi caso, aunque tenga una personalidad fija […] dependiendo del contexto en el que me encuentre soy más o menos tímida. […] Por otro lado, se podría decir que el contexto también hace referencia a la época en la que nos encontremos. No es lo mismo los patrones de comportamiento de la gente que vivía en la Edad Media que los que tenemos que seguir ahora, pues en aquel entonces había unas normas y costumbres muy distintos a las que existen en pleno siglo XXI. […] Incluso el contexto en el que nos encontrábamos cuando éramos pequeñas, en el cual teníamos que seguir unas normas, estábamos formando nuestra personalidad y nuestra capacidad de decisión y nuestras vidas y el lugar en el que nos encontrábamos era diferente. Todo influye, tanto nosotras mismas como la situación en la que nos encontremos. Por todo ello, hay que tener muy en cuenta en qué contextos nos desenvolvemos, y, si podemos, elegirlos con cuidado, ya que van a hacer mella en nuestra forma de actuar, de pensar y de ver el mundo que nos rodea.

La toma de conciencia sobre su papel como futuros educadores les hace sentirse actores de su propio contexto. Es desde esta conciencia desde donde se puede transformar la escuela asumiendo con responsabilidad la educación de las futuras generaciones. Pues una de las responsabilidades primordiales de la verdadera educación consiste en desarrollar una lúcida conciencia social (Makiguchi, 1998).

8. Afrontar retos

Las dificultades pueden ser percibidas como un ejemplo de reto u oportunidad, pero sin perder de vista los recursos de los que disponemos, que no son los mismos para todos. Más allá de los modelos clásicos de afrontamiento de situaciones estresantes (Biggs, Brough y Drummond, 2017) consideramos una perspectiva más constructivista y humanista, como la propuesta por Ikeda (2020), citada por uno de nuestros alumnos:

A.d.O.: También se nos planteó la siguiente reflexión de Daisaku Ikeda «Un valor humano debe tener fortaleza. Aunque en su corazón alberguen los sentimientos más puros y nobles, si es débil, no podrá construir la paz ni brindar felicidad al pueblo. Así pues, busquen alguna habilidad que les dé esa fuerza. No importa qué sea; el punto es que tengan algo a lo cual dedicar todo su ser». Creo que no hay mejor frase para acabar esta sesión donde se nos mostró la fuerza y el valor de una persona dispuesta a luchar hasta conseguir lo que quiere. A ponerse metas y a perseguirlas, no conformarse con lo que tiene, sino seguir luchando y descubriendo nuevas formas de mejorar y de alcanzar sus sueños.

Ikeda afirma que uno de sus ejemplos favoritos sobre la sabiduría vital de Dewey es: «Uno puede encontrar la felicidad en medio de la incomodidad; estar contento y alegre a pesar de una sucesión de experiencias desagradables, si tiene valor y ecuanimidad de alma» (Garrison, Hickman e Ikeda, 2014, p.43). Así, para Ikeda (Ikeda, 2020), los elementos básicos de un ciudadano global son: la sabiduría para reconocer la red de lazos que nos unen a los demás; el coraje para respetar y comprender a los demás mientras crecemos juntos; y la solidaridad para cultivar la empatía por todos los seres del mundo.

A través de las experiencias de los colaboradores en cada sesión, los estudiantes pueden apreciar el valor de la persistencia, la determinación y el coraje, haciéndoles reflexionar sobre su propia posición en la vida. En sus reflexiones podemos ver el miedo a lo desconocido, a la incertidumbre, estrechamente ligado a su momento evolutivo de construcción de la identidad (Erikson, 1970):

A.G.: A veces pienso que educar es una gran responsabilidad y por un momento me da miedo el hacerlo mal, el no poder transmitir a mis futuros educandos lo que deseo, pero… ¿qué es la vida sin retos?

Por eso es importante que los jóvenes aprendan a valorar los nuevos retos como oportunidades de crecimiento y darles oportunidades y ejemplos para reflexionar sobre ello, como vemos en estos casos.

A.d.O.: Creo que es gratificante buscar nuevas formas de trabajar, nuevos compañeros, nuevas perspectivas, para no quedarse parados y estancados en una forma de trabajar. Porque no hay nada más interesante que seguir en constante aprendizaje y renovación. Lo que hace bueno a un profesor es la forma de adaptarse y ser resolutivo. No puedes quedarte parado si algo no sale como esperas. Y en esto nos ayuda trabajar en grupos dispersos donde no sabes cómo va a salir nada.

A.d.D.: Los retos son objetivos que son plantemos en nuestras vidas o que nos plantean de forma externa y que sentimos el desafío de ir superando. El hecho de ver las cosas con retos personales hace que las personas le demos sentimos a nuestras acciones y trabajemos para mejorar cada día y conseguir todo lo que nos proponemos. Creo que es un fundamental inculcar esta idea de la importancia de trabajar cada día para superarse y ser mejor persona, pues todos debemos luchar por nuestros sueños y por las cosas que nos hacen felices.

Para que comprendan mejor cómo aprender de los retos de la vida, a lo largo del curso les hacemos verse reflejados en el ejemplo de los demás:

A.d.D.: En mi caso ya he comentado muchas veces en el blog que todas las personas que han venido en las distintas sesiones me han trasmitido un mensaje muy importante. Todos son personas que luchan día a día por conseguir su sueño, por tratar de conseguir un mundo mejor, en que se valore el arte, la educación, el medio ambiente, los sentimientos, los valores humanes, el bienestar emocional y muchos otros aspectos que creo que son cruciales en la vida de las personas y que en muchas ocasiones no les damos valor o la importancia que realmente deberían tener.

Esta competencia va más allá de jugar con el lenguaje para ver los problemas como oportunidades. Como afirma Kegan (2000), más allá de tener que resolver un problema, el problema te resuelve a ti. Esto nos deja en un buen lugar para trabajar la última competencia: trascender.

9. Trascender

Esta es probablemente la más compleja y sutil de las competencias que estamos discutiendo. Se trata de la necesidad de ir más allá, lo que implica también ser crítico para superar nuestras necesidades personales teniendo en cuenta también las necesidades de los demás.

En este sentido, crear valor es también otra forma de trascender una situación (García-Varela e Iborra, 2021). Como dice Ikeda (2020), crear valor es la capacidad de dar sentido a cualquier circunstancia. Pero más allá de ser un ejercicio intelectual, a través de este acto de dar sentido, podemos mejorar no sólo nuestra propia vida, sino también la de los demás. Incluir a los demás en el proceso de cambio es también otra forma de trascender, en este caso, el hecho de atender a los demás en lugar de a uno mismo, implica también trascenderse a uno mismo. Por tanto, al atender a los demás, acabamos transformándonos también a nosotros mismos.

Cuando se ha estudiado qué significa dar sentido o crear valor en nuestras vidas, se han identificado tres componentes principales: la creación de un propósito (los objetivos que queremos conseguir a largo plazo); la creación de significado, que contribuye a pensar que nuestra vida importa, que es valiosa y por último la coherencia percibida en las experiencias vitales (Martela y Steger, 2016). Si combinamos estas investigaciones actuales que tratan de clarificar cómo construimos valor y sentido en nuestras vidas, con los tres componentes del valor planteados por Makiguchi (beneficio, bondad y belleza), tendremos una visión aún más compleja e integrada. Para Makiguchi todo valor conlleva un beneficio, lo que coincide con la propuesta de construir un propósito en nuestra vida. Qué mayor beneficio que contribuir al propósito que nos planteemos conseguir. Además, el hecho de que exista una coherencia a la hora de integrar nuestras experiencias, nuestras decisiones, proporciona cierta belleza estética a esa manera de vivir, apreciable por uno mismo, pero también por los demás. Que, en definitiva, podría contribuir a proporcionar un tipo especial de significado en una vida buena, una vida que persigue el bien, no sólo para nosotros sino también para los demás. Dar valor a nuestras vidas, por tanto, podría también facilitar el proceso de trascender nuestra situación en este momento de desescalada en el que nos encontramos.

En este sentido, trascender entendido como crear valor supone una tarea generativa en el sentido eriksoniano de contribuir a la sociedad. En nuestra asignatura Educación para la Felicidad desarrollamos esta competencia a través de la construcción de un legado. Se trata de elaborar algo más allá del típico trabajo que se puede realizar en una asignatura y que trate de conectar con lo que se ha aprendido y lo que se quiere dejar como grupo. Para ello, durante las dos últimas sesiones de clase, les dejamos dialogar sin apenas intervenir para no condicionar sus decisiones. El legado que decidan debe ser genuinamente suyo como grupo.

De esta forma, el legado integra la relación entre diferentes generaciones, para afrontar desafíos futuros, recontextualizando el aprendizaje en una acción concreta, apreciando no solo lo aprendido sino lo que puede enseñar a otros, creando un sentido de pertenencia alrededor de la experiencia de ser estudiante de la asignatura, de la facultad, de la universidad. Como un ejemplo de trascender sus necesidades individuales por las grupales, su curso por los cursos venideros, los límites de la clase, de la facultad.

De esta manera, la construcción del legado genera un significado conjunto para el grupo a partir de su propio aprendizaje tal y como nos expresa aquí una estudiante:

R.G.: No sé cuál es la fórmula del éxito, pero si tengo claro que para que salga adelante hay que ponerle ganas e ilusión por hacerlo posible y sacarlo adelante. Esto es lo que hemos querido lograr todas nosotras como proyecto final de clase. Nos hemos unido todas para crear algo nuestro, algo que surja de la unión de todo el grupo y que recoja nuestro paso por la asignatura. Quiero que sirva como un recuerdo que me ayude a recordar todo lo que me ha aportado y ayudado estar en este grupo. No ha sido una clase convencional, pero eso ha sido lo mejor. Empezamos como desconocidas que acudían a una clase, y nos hemos convertido en un solo grupo.

10. Conclusión

Probablemente la Educación es el camino más directo y seguro hacia lo universal y, por tanto, hacia la paz en el mundo. Sin duda, es la que nos permite trascender los diferentes orígenes y descubrir los rasgos comunes que nos unen; lo que nos lleva a pensar en nosotros mismos como seres humanos (Ikeda, 2020). Compartir y profundizar en valores universales como la dignidad humana, la armonía con la naturaleza, la responsabilidad hacia las generaciones futuras, etc., son los valores que nos permitirán resolver problemas complejos como los que afronta el mundo actual. Para ello, en los próximos años, será especialmente importante que la educación tenga una firme base filosófica.

El microcosmos de la vida individual contiene todo lo que hay en el macrocosmos del universo, toda su extensión sin medida y su potencial. Tenemos que abrir la mente de los jóvenes a esta visión de la vida y del universo. Es esencial que, desde lo más profundo de nuestro ser, despertemos plenamente a nuestro valor y dignidad inherentes. Debemos aprender humildemente de nuestras diferencias y, enriqueciéndonos y elevándonos mutuamente, crecer juntos. El camino seguro y firme para lograrlo es el proceso continuo de diálogo de corazón abierto. (Garrison, Hickman e Ikeda, p. 149)

En este artículo hemos analizado seis competencias que consideramos fundamentales para los docentes del siglo XXI (pertenecer, relacionarse, apreciar, contextualizar, afrontar retos, y trascender) poniendo ejemplos concretos de la asignatura Educación para la Felicidad que desarrollamos en la Universidad de Alcalá. En nuestro trabajo como docentes es necesario profundizar en los valores de una educación humanística confiando en el potencial infinito de cada persona para que pueda crear valor en su vida. Es necesario educar a las nuevas generaciones para que puedan poner en común su sabiduría para encontrar soluciones a los problemas globales que nos aquejan hoy en día.

El budismo (Ikeda, 2020) enseña que tanto el bien como el mal existen en cada ser humano como potenciales innatos. La solidaridad es el esfuerzo valiente y sostenido de buscar el bien en los demás, sean quienes sean, sea cual sea su comportamiento; significa esforzarse, mediante un compromiso continuo, por cultivar cualidades positivas en uno mismo y en los demás. Sin embargo, hace falta valor para comprometerse. La educación debe ser el vehículo para cultivar, en la propia personalidad, el noble espíritu de valorar y enriquecer la vida de los demás. La educación debe dar a la persona el impulso para superar sus propias debilidades y persistir en el esfuerzo, a pesar del desánimo que a veces impone la realidad social.

Así, reflexionando sobre cada una de estas competencias que hemos propuesto en este trabajo, como conclusión sobre su proceso de aprendizaje, una alumna nos compartió la siguiente reflexión:

A.d.D.: Creo que todas estas palabras están relacionadas porque todas las palabras llevan a una o a otra y al fin y al cabo eso es nuestra felicidad para nosotras, pertenecer a un contexto, conseguir los retos que nos hemos propuesto, aunque tengamos dificultades, apreciar las pequeñas cosas de la vida, los gestos.

Así, podemos ser conscientes de que cada ser tiene una vida impregnada de dignidad y posibilidades ilimitadas; aunque la realidad de la sociedad internacional sea grave y parezca inamovible, no hay que aceptarla ni resignarse a ella, ni ahora ni en el futuro (Ikeda, 2019). Para educar a las generaciones futuras para que superen los desafíos que enfrentamos y enfrentaremos, necesitamos «el triunfo de la lógica del humanismo sobre la lógica del capital» (Garrison, Hickman e Ikeda, 2014, p.149).


[1] Ana Belén García Varela es Subdirectora del Instituto Universitario de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda de la Universidad de Alcalá. Además, es profesora Titular de Universidad e imparte docencia en el Departamento de Ciencias de la Educación de dicha Universidad.

[2] Alejandro Iborra Cuéllar es Director del Instituto Universitario de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda de la Universidad de Alcalá. Es también profesor Titular de Universidad e imparte docencia en el Departamento de Ciencias de la Educación de dicha Universidad.

[3] Luana Bruno es Doctora en Educación. Es miembro de la Cátedra en Estudios de Género Isabel Muñoz Caravaca, investigadora en el IEDDAI y actualmente trabaja como docente en la Universidad Nebrija.


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