Por Luana Bruno1
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 4 · Dic. 2021
En una sociedad occidental capitalista que busca su felicidad y su estructura en bienes de consumo, en fármacos que ayuden a sobrellevar la angustia y el peso de vivir, en falsos dioses a los que gritar ayuda en la abismal soledad que se siente en las casas llenas de nuevos dispositivos tecnológicos que nos hiperconectan en una red ficticia donde todos somos peces de grandes pescadores de datos y privacidad, mientras nuestras vidas y nuestras mesas están vacías de armonía y una real conexión con el otro; en los tiempos y en el sistema en el que nos ha tocado vivir, en la lógica de consumo en la que queramos o no, todos caemos, quien más quien menos, podríamos hacernos un regalo subversivo, uno de estos regalos que vayan contracorriente y que nos revolucionen por dentro, lentamente, página tras página, sorbo tras sorbo, es decir, podríamos leer y disfrutar de las páginas de Un nuevo humanismo de Daisaku Ikeda.
Este libro llegó a mí de manera inesperada. Fue un regalo. Como toda persona fiel a los tiempos que corren, efectivamente corriendo de un lado para otro todos los días, intentando gestionar los tiempos, las tareas, el estrés, la ansiedad y los problemas del día a día, me olvidé del mismo, durante un tiempo, hasta que finalmente me decidí a regalarme tiempo para disfrutar de su lectura. Lo mágico en todo eso fue que no solo me estaba regalando tiempo para leer, sino que me estaba regalando tiempo para leerme, para leer las capas de mi ser, para leer las páginas más frágiles de mí misma, las más duras, las más lindas, las más arrugadas…
Daisaku Ikeda, tercer presidente de la Soka Gakkai Internacional, uno de los movimientos pacifistas más célebres del mundo, pensador, filósofo, poeta y ferviente budista, en este libro que recoge las conferencias que pronunció entre 1974 y 1996 en distintas universidades y centros de investigación de todo el mundo, consigue acercarnos a nuestra faceta más humana, con una delicadez y unos tonos que tocan las fibras del corazón.
En las páginas del libro, Ikeda, conocido por su vehemente lucha para promover la paz, aborda temas relacionados con la educación, la cultura, el arte, la religión y el diálogo, vistos estos últimos como medios para alcanzar una revolución humana y un cambio de paradigma en la sociedad actual, transmitiendo al lector un generoso mensaje de aliento y una invitación a la reflexión, mediante una fina conexión entre fragmentos de sabiduría budista y las vidas o los pensamientos de grandes figuras históricas, artistas de todos los tiempos, pensadores y grandes revolucionarios pacifistas.
En tanto que, inmersos en la lectura del volumen, podemos tener una clara visión de los problemas, las fracturas y las plagas de la sociedad moderna, Ikeda nos recuerda desde dónde nacen las sombras que no nos dejan ver la luz y nos invita a promover un cambio social a partir de una autotransformación.
En sus discursos, Ikeda habla de la sociedad actual como adormilada, decaída, cómoda y conveniente. Los jóvenes, según el autor, “se dan por satisfechos con la comodidad inmediata”. El Occidente del mundo se ha perdido en un ultraindividualismo que no nos hace ver más allá de nuestro ego, deseos y bienestar.
En la sociedad actual, la racionalidad se ha vuelto el único valor, el conocimiento parece tener más peso que la sabiduría y educar se ha convertido en un negocio de títulos y honores, en lugar de ser el medio a través el cual dar brillo al camino de cada ser humano. Intelecto, espiritualidad y emociones han dejado de ir de las manos, llevando a los seres humanos a un caos interior y no dejando así espacio a la armonía en las personas y entre las personas.
Un nuevo humanismo nos invita, por medio de su lectura, a no hacer la vista gorda frente a los problemas que existen en el presente, ya que, como dice Ikeda por medio de un fragmento de la filosofía budista Nichiren, si queremos conocer los resultados que se manifestarán en el futuro, tendremos que mirar las causas que existen en el presente.
Esta invitación pretende no solo hacernos reflexionar sobre la importancia de tener una mirada crítica hacia los eventos que nos rodean, sino que, al mismo tiempo, lejos de sumergirnos en un pesimismo cósmico que nos inmovilice, apunta a despertar en nosotros un espíritu de beligerante paz, una paz promovida con el ímpetu y el coraje de quienes confían en sí mismos, en la humanidad y en el poder del diálogo, en lugar de las guerras, las armas y las barreras. Dicho espíritu nace a partir de una transformación intrínseca de la humanidad, una transformación de cada individuo que mire a revitalizarnos, a entrar en contacto con nuestro yo más esencial que nos ayude a trascender la transitoriedad de los fenómenos mundanos, a desapegarnos de lo que nos ata a una dimensión finita del mundo y que nos permita transitar en este tiempo y espacio con una nueva mirada que apunte a la eternidad.
Si nos autotransformamos, si cambiamos desde dentro, el paisaje frente a nosotros será un jardín donde construir relaciones de interdependencia que premien una conexión con el todo (personas, naturaleza, cosmos, vida, muerte) frente al predominio de un yo falsamente y erróneamente aislado de lo que le rodea.
Al cambiar desde dentro, podremos ser propiciadores de un diálogo, una danza entre las partes donde, en las diferencias que nos hacen únicos y en las similitudes que nos hacen sentir iguales en dignidad y derechos, podamos tejer nuevas redes de comunión entre pueblos, culturas, religiones y, sobre todo, personas.
La maestría de Ikeda, en sus discursos recogidos en el tomo en cuestión, yace en compartir su posición y anhelo por la paz, no insistiendo explícitamente sobre los mismos, sino explorando el legado que une a la humanidad, a través de las palabras de personajes como Tolstoi, Dostoyevsky, Gandhi, Leonardo da Vinci, Ortega y Gasset, Pascal, Borges o los sabios de la antigua China.
Y es así que, de repente, te encuentras dialogando con Leonardo, te imaginas en Florencia durante el Renacimiento y te parece escucharle mientras te habla de arte, de ciencias, de arquitectura, de botánica, de filosofía, de viajes y de sueños. Su disciplina, su motivación interna, su curiosidad por ir más allá de lo que los demás planteaban, le llevaron a ser maestro de sí mismo y “ciudadano del mundo” cuando los demás hablaban de patrias y de banderas. Sin darte cuenta, estás ya deseando imitar su ejemplo, de atender a tus talentos, de buscar en ti lo que enciende la llama de tu ser y de no olvidarte que nada se obtiene sin la autogestión, tu autoconocimiento y la paciencia, la misma paciencia que llevó a Leonardo a brindarnos joyas que todavía a día de hoy podemos admirar estupefactos.
Asimismo, viajando en el tiempo y en el espacio, cómodamente sentado en tu silla con tu tacita de té, te estás planteando el significado más profundo de la vida, de tu estar en el mundo, leyendo fragmentos de Ana Karenina o de otras obras (mencionadas por Ikeda) de León Tolstoi que te inviten a reflexionar y a esbozar formas posibles de dominio de tu propia vida, sacando como ejemplo la humildad, introspección y generosidad de los protagonistas de las obras de este último.
De pronto estás en la India, inspirado por Gandhi, y entiendes que el mejor líder es quien está con el pueblo, quien usa palabras de paz y amor para luchar frente al odio, propias de quien no le teme a la muerte, porque ha entendido el verdadero significado de la existencia y que, con imperturbable optimismo, invita a la humanidad a creer en la paz y luchar por ella. Y es así que te acuestas en la cama recordando sus palabras, pronunciadas por Ikeda (p.260), que decían así:
Tienen que ponerse de pie contra todo el mundo, aunque al ponerse de pie se den cuenta que están solos. Tienen que mirar al mundo de frente, a la cara, aunque cuando lo hagan, se den cuenta de que el mundo los mira con ojos inyectados en sangre. No teman. Confíen en ese algo diminuto que habita en su corazón.[i]
Al levantarte, al día siguiente, tras una noche desvelado, no parando de reflexionar, te sientes renacido, con ganas de un cambio, con ganas de salvar al mundo porque, mientras, te has salvado tú o has comenzado a hacerlo.
Un libro como este nos invita a una gran revolución, más que necesaria en los tiempos que corren, donde nos hemos olvidado valores como la empatía, la tolerancia y el respeto hacia todo lo que es otro a nosotros.
Ikeda es capaz de llegar al público más diverso con un lenguaje que abraza a todos y los hace sentir parte de un todo más grande que nos acomuna y que es propio de todos y de cada uno de nosotros.
Si queréis encontraros a vosotros mismos, si estáis hartos de querer hacer algo por y para el mundo, pero no sabéis cómo hacerlo, leed este libro y, como un cerezo que triste yace en el invierno frío sabiendo que reflorece a primavera, entrad en contacto con vosotros mismos, dejándoos acompañar por las páginas de este libro y las enseñanzas que nos ofrecen; y empezad por ser maestros y maestras de vosotros mismos, incluyendo, ayudando y pensando en el otro (naturaleza, personas, seres vivos, culturas distintas, etc.) para construir vuestro yo más profundo, porque, como nos dice un célebre aforismo a menudo citado por Ikeda, “si uno enciende una lámpara para iluminar la ruta de otro ser humano, también alumbra el propio camino”.
[1] Luana Bruno es Doctora en Educación. Es miembro de la Cátedra en Estudios de Género Isabel Muñoz Caravaca, investigadora en el IEDDAI y actualmente trabaja como docente en la Universidad Nebrija.
Nota
[i] Gandhi, M.K. (1990). All men are brothers: Autobiographical Reflections. The Continuum Publishing Company, 49.