Educar e informar para reducir el riesgo de desastres incrementados por el cambio climático:
¡Juntos podemos!

Por Amelia Calonge1 y Marta González2
CUADERNOS DEL INSTITUTO IKEDA · 3 · Jun. 2021


RESUMEN: El Instituto de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda nos invitó a participar en la II Jornada y Propuesta de Paz que llevaba por título «Avanzando juntos sin dejar a nadie atrás». En este escenario propusimos valorar uno de los temas científicos que más interés suscita entre los ciudadanos: el cambio climático y su interferencia en los riegos naturales.

Con el fin de intentar comprender cómo afecta el cambio climático a algunos riesgos naturales se explican algunas cuestiones geológicas básicas y después la inferencia del cambio climático en algunos riesgos naturales tales como los movimientos de ladera. Posteriormente se analiza la realidad que se constata a través de observaciones, y, a partir de la evaluación del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030, cómo se pueden valorar las posibles previsiones de futuro.

El conocimiento necesario se presenta, en un lenguaje sencillo, para que la comprensión del cambio climático sea adquirida por todos aquellos interesados. Esperamos que, con el contenido de este, los lectores puedan encontrar argumentos para cimentar sus conocimientos o para actualizar ideas y conceptos.

PALABRAS CLAVE: Catástrofes naturales, cambio climático, IPCC, alfabetización científica.


ABSTRACT: The Daisaku Ikeda Institute for Research in Education and Development invited us to participate in the II Conference and Proposal for Peace entitled “Advancing together without leaving anyone behind.” In this way we proposed to assess one of the scientific topics that arouses the most interest among citizens: climate change and its interference in natural risks.

In order to know why this circumstance is due, some basic geological questions such as slope movements are explained. Therefore, the reality that is verified through observations is analysed, and, based on the evaluation of the National Plan for Adaptation to Climate Change 2021-2030, how are the possible future forecasts that can be assessed.

The necessary knowledge is presented here, in simple language, so that the understanding of climate change is acquired by all those with an interest. We hope that with this paper readers can find arguments to consolidate their knowledge or to update ideas and concepts.

KEYWORDS: Natural disasters, climate change, IPCC, scientific literacy.


Amelia Calonge (a la derecha en la imagen) y Marta González

1. Introducción

El cambio climático es un tema de actualidad que pone de manifiesto uno de los grandes retos a los que se enfrenta la sociedad del siglo XXI. Dado el interés que despierta entre los ciudadanos, nos parece oportuno explicar algunos conceptos científicos que, a la vez, repercuten de forma notable en la gestión del problema. Hay que recordar que el cambio climático es el primer problema científico que ha originado varias cumbres mundiales de estados y ha convocado alrededor a toda la opinión pública. Desde 1998 a 2006, las Cumbres del Clima se dedicaron especialmente a ultimar detalles y pulir todos los aspectos del Protocolo de Kioto. Pero ¿qué pasa con el clima?

El clima de nuestro planeta, la Tierra, es el resultado de un balance energético que explicado en pocas palabras consiste en la diferencia entre la energía recibida por el Sol y la emitida por la superficie terrestre. En este sentido, si la energía recibida excede a la emitida, el planeta se calienta, pero si por el contrario nuestro planeta emite más energía de la que recibe, se enfría. El hacer hincapié en la energía recibida y emitida es relevante pero este proceso se complica más por la coexistencia de una serie de componentes del sistema climático que interactúan de forma continua, intercambiando materia y energía de diferentes formas (IPCC, 2013).

¿Se puede afirmar que el clima está cambiando? El primer paso para responder a esta pregunta es analizar qué ha sucedido en el pasado. En base al registro geológico conocemos que el clima ha variado a lo largo de la historia de la Tierra (Martín Chivelet y Muñoz-García, 2015) incluyendo varios episodios de glaciación en los que gran parte de la Tierra estuvo cubierta por hielo durante largos periodos de tiempo (millones de años). Entre estos episodios de hielo se suceden períodos interglaciares, cuando la temperatura de la Tierra es más alta. Estas fluctuaciones del clima se relacionan con diferentes factores como, por ejemplo, el movimiento de placas tectónicas, composición atmosférica, variaciones en la actividad solar y volcánica, cambios en los parámetros orbitales de la Tierra y en las corrientes oceánicas (Martín Vide, 2009; López Martínez, 2009). La enorme cantidad de variables (factores) que intervienen en el proceso dificultan toda previsión de futuro. A pesar de estas incertidumbres sobre la evolución del clima en las próximas décadas, los modelos climáticos anuncian un planeta aún más cálido y probablemente con una mayor frecuencia e intensidad de los riesgos meteorológicos.

2. Conocimiento geológico

La Geología es la ciencia que estudia nuestro planeta, la Tierra, en diferentes escenarios:

  • Nos ayuda a entender cómo se formó y su dinámica.
  • Permite deducir su edad y definir el marco temporal en el que se ha producido la historia de la Tierra (más de 4.500 millones de años).
  • Conocer su pasado nos ayuda a entender el presente y nos permite hacer predicciones fundadas acerca del futuro.
  • Vivimos en un “planeta vivo”, que durante su historia ha sufrido uniones y divisiones continentales, cambios climáticos, extinciones y apariciones de especies. Un planeta dónde, de manera continua, se producen fenómenos naturales como terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, inundaciones, aludes, desprendimientos, etc., que modifican nuestra vida.

Al conocimiento hay que sumar los efectos que pueden haber tenido las actividades humanas. Por ejemplo, el litoral es uno de los medios naturales más transformados por la actividad antrópica, ya sea directa o indirectamente. El 40% de la población mundial vive en la franja costera (un 44% en España), por lo que cualquier alteración del medio natural se convierte en un gran riesgo (Bardaji el al., 2009). En los últimos años, existe una creciente tendencia alarmista sobre el futuro de nuestro litoral, a punto de desaparecer por la subida generalizada del nivel del mar que va a arrasar gran parte de los terrenos costeros. Pero para poder entender cuál es el peligro real frente al cambio climático, es necesario entender bien cuál es la problemática. Es decir, tenemos que conocer antes que juzgar.

En línea con el punto anterior, la Geología permite valorar muchos de los riesgos a los que estamos sometidos, así como los impactos de las actividades humanas sobre la Geosfera. ¿Qué necesitamos conocer sobre estos riesgos?

2.1. Riesgos geológicos

Generalmente, cuando hablamos de riesgos naturales, y dentro de ellos, de riesgos geológicos, utilizamos como sinónimos los términos “peligro” y “riesgo”. Si queremos ser rigurosos, deberíamos emplear la expresión “peligro natural o geológico” cuando nos referimos al fenómeno natural, y cuando este fenómeno afecta al hombre y a su actividad, tendríamos que hablar de “riesgo”.

Según la definición propuesta en 1980 por la UNESCO, el riesgo es “la probabilidad de que las consecuencias sociales o económicas producidas por un fenómeno natural igualen o excedan los valores predeterminados, para un emplazamiento o área geográfica dada”. Es un concepto de orden social y económico que estima la probabilidad de pérdidas en vidas humanas o materiales debido a un suceso natural. Es decir, cuando un fenómeno natural interacciona con la actividad humana hablamos de riesgo. Así, el riesgo se define como la combinación de la peligrosidad, de la vulnerabilidad y de su exposición, y se expresa mediante la siguiente relación:

Riesgo = Peligrosidad x Vulnerabilidad x Exposición

  • La peligrosidad es la probabilidad de ocurrencia de un fenómeno potencialmente destructivo en un periodo de tiempo específico y en un área del territorio determinada. La probabilidad de ocurrencia está relacionada con la «frecuencia» del suceso y el potencial destructivo con la «magnitud» o la “intensidad” del fenómeno.
  • La vulnerabilidad se define como el grado de daño esperado en una estructura o territorio en el caso de sufrir la acción de un fenómeno. La vulnerabilidad depende de las características de las construcciones o infraestructuras o sistemas de prevención con los que se afronta un riesgo y es independiente de la peligrosidad del lugar. La vulnerabilidad está relacionada con el desarrollo económico de una región y con la adopción de medidas preventivas.
  • La exposición, es el conjunto de personas, infraestructuras, bienes, servicios expuestos a la acción de un peligro.

Para que exista riesgo tienen que coincidir las tres componentes: si no hay peligrosidad, o no hay vulnerabilidad, o no hay exposición no habrá riesgo. Esto significa que si en un determinado lugar es imposible que se produzca un fenómeno (por ejemplo, un tsunami a 1000 km de la costa) el riesgo es inexistente. Del mismo modo, tampoco tendremos riesgo en una zona sin presencia humana en la que suceda un fenómeno natural peligroso (por ejemplo, un desprendimiento rocoso en una zona deshabitada y remota del Tíbet).

Así, definimos como peligros geológicos a aquellos procesos naturales en los que interviene algún aspecto geológico de modo mayoritario o en los que entender la geología del fenómeno resulta imprescindible para una buena caracterización del proceso (Llorente y Laín, 2009). En España, los fenómenos geológicos susceptibles a producir daños son los generados por la geodinámica interna (terremotos, erupciones volcánicas y tsunamis) y por la geodinámica externa (movimientos de ladera: deslizamientos, desprendimientos, flujos torrenciales, etc., aludes de nieve, hundimientos y subsidencias). En esta clasificación también se consideran los riesgos costeros y las inundaciones, ya que pese a tener un alto componente meteorológico, están fuertemente condicionados por la geomorfología. Otros fenómenos a considerar en esta descripción son los relacionados con problemas geotécnicos como, por ejemplo, las arcillas expansivas o la licuefacción. La licuefacción de un suelo se define como la transformación de un sólido saturado a un estado líquido como consecuencia de un incremento de la presión que ejerce el agua contenida en los poros del material (Seed e Idriss, 1971).

Según la Dirección General de Protección Civil y Emergencias (DGPCYE), en el periodo comprendido entre 1995 y 2019 se han producido 773 víctimas mortales provocadas por riesgos geológicos. Los riesgos que mayor impacto han ocasionado han sido las inundaciones con 386 víctimas y los temporales marítimos con 271. Las generadas por aludes de nieve, deslizamientos y terremotos ascienden a 58, 49 y 9 respectivamente. Con respecto a los daños, las inundaciones constituyen el peligro que ha generado los más graves. Según el Consorcio de Compensación de Seguros (CCS) y la DGPCYE cada año se produce una media de 10 episodios graves de inundación y sus daños materiales ascienden a unos 800 millones de euros por año (MITECO, 2018).

Figura 1. Impacto de los riesgos geológicos en España (1995-2019). Fuente: Base de Datos Nacional de fallecidos por riesgos naturales de la DGPCE (2020).

La evaluación de los riesgos geológicos tiene por finalidad minimizar los efectos que pueden producir sobre la sociedad y constituye una herramienta indispensable para su gestión y mitigación. En las últimas décadas, se ha producido un gran avance en el conocimiento de la dinámica de estos fenómenos con el desarrollo de diferentes técnicas de análisis, sin embargo, actualmente no es posible predecir de forma exacta (día, hora, lugar e intensidad) muchos de ellos. Por tanto, las únicas estrategias posibles para reducir sus efectos y protegernos son la prevención, la mitigación y la preparación ante el desastre. Esto último debe realizarse a través de los planes de emergencia de Protección Civil y de la preparación de la población frente a los diferentes fenómenos a través de la comunicación y la educación.

2.2. Movimientos de ladera

Si nos centramos en los movimientos de ladera, podemos definirlos como partes de ésta que se desplazan vertiente abajo por efecto de la gravedad (Copons y Tallada, 2009). Los movimientos de ladera pueden también clasificarse en base a distintos criterios. La clasificación más utilizada (Tabla I) se basa en el mecanismo de rotura y en la propagación del movimiento (Varnes, 1984). Los materiales inestabilizados pueden ser tanto de roca como de formaciones no consolidadas.

Tabla1. Tipos de movimiento de ladera
Movimientos de ladera Desprendimientos

Vuelcos

Deslizamientos rotacionales

Deslizamientos traslacionales

Flujos

Avalanchas

Expansiones laterales

Movimientos complejos

Corrientes de derrubios

En la Figura 2, a modo de ejemplo, mostramos 4 tipos de movimientos de ladera: desprendimientos, deslizamientos, flujos de tierra y corrientes de derrubios.

Figura 2. (A) Desprendimiento en Malanyeu (la Nou del Berguedà, Berguedà, Cataluña). (B) Deslizamiento de Puigcercós (Tremp, Pallars Jussà, Cataluña). (C) Flujo de Valarties (Naut Aran, Val d’Aran, Cataluña). (D) Corriente de derrubios de la Aubeta (Naut Aran, Vall d’Aran, Cataluña). Fuente: Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña.

De forma muy simplificada, se puede decir que existen dos tipos de factores (desencadenantes o condicionantes) que controlan la inestabilidad gravitatoria de una vertiente. Los factores desencadenantes actúan modificando las características y propiedades de equilibrio del terreno y son responsables de la magnitud y velocidad del fenómeno. Los factores condicionantes dependen de la naturaleza y estructura del terreno, y modifican las propiedades naturales de los materiales.

Generalmente, cuando se produce un movimiento de ladera, las causas se atribuyen a la acción de algún factor desencadenante, ya sea una precipitación intensa, unas lluvias constantes durante varios días, o un terremoto, etc. Sin embargo, la inestabilidad de una ladera requiere de unas condiciones favorables previas que controlan las propiedades físicas y resistentes de los materiales. Éstas, están relacionadas directamente con la litología, con sus características morfológicas y geométricas, con sus condiciones hidrogeológicas, con su resistencia y con su capacidad para deformarse.

El papel del relieve es importante, ya que es necesario que haya pendiente para que se generen movimientos gravitatorios Así, las regiones montañosas son más propensas para los movimientos de ladera.

La estructura geológica, estratigráfica y litología determinan la potencialidad de los movimientos en los diferentes tipos de materiales rocosos y suelos. Por ejemplo, la existencia de planos de discontinuidad puede crear superficies de rotura. Otros factores que los condicionan son la resistencia de los materiales, la deformabilidad, el grado de alteración, la fracturación, la porosidad y la permeabilidad.

Por último, el comportamiento hidrogeológico de los materiales, el agua influye de forma negativa en su resistencia, grado de alteración, meteorización, etc., aspectos relacionados con las condiciones climáticas de una zona. Por ejemplo, en regiones lluviosas si nos encontramos con un espesor grande de regolito sobre un sustrato rocoso, los niveles freáticos altos pueden influir en las condiciones de estabilidad de los materiales. En resumen, el agua influye de negativamente en la resistencia de los materiales.

3. Cambio climático

El año 1994 el Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático definió que el sistema climático estaba formado por la atmósfera, la hidrosfera, la biosfera y la geosfera y sus interacciones.

En relación con la geosfera el conocimiento que nos aporta el estudio de las rocas nos permite conocer los cambios climáticos del pasado, en todos los rangos temporales (de años a millones de años) y en todas las escalas y ámbitos espaciales posibles (local a global, continental o marino, latitudes altas y bajas…). Disciplinas como la quimioestratigrafía de isótopos estables de oxígeno están resultando de gran éxito a la hora de aportar claves para caracterizar, con una resolución sin precedentes, los cambios climáticos, sus causas y sus impactos, y tiene por ello un gran interés en un mejor entendimiento del cambio climático actual y su evolución futura. (Martín Chivelet y Muñoz-García, 2015).

Precisamente, el estudio de las rocas nos revela que la Tierra ha sobrevivido a varios cambios climáticos a lo largo de su historia. ¿Cómo responderá en esta ocasión nuestro planeta? Hay evidencias de que el calentamiento global está causando que los glaciares y los campos de hielo se derritan rápidamente, cambiando el enorme peso de la Tierra al mar, lo que podría derivar en riesgos naturales.

A título de ejemplo, todos conocemos que un porcentaje elevado del suelo de la superficie terrestre se encuentra permanentemente congelado. Este suelo, conocido como permafrost, se atribuye en su mayor parte al Pleistoceno (López, 2009) y su origen se asocia principalmente al descenso de la temperatura atmosférica que tuvo lugar durante los periodos glaciares del Cuaternario. El calentamiento posterior durante los periodos interglaciares provoca el descongelamiento parcial del permafrost, liberando gases de efecto invernadero a la atmósfera (Alonso, 2017). Esta fusión podría desencadenar un mecanismo con efectos no deseados para la humanidad.

Sobre la atmósfera hay que recordar que está formada por una combinación de gases entre lo que se encuentran los clasificados como gases de efecto invernadero. Estos gases han existido desde el origen de nuestro planeta y contribuyen a que la temperatura media del aire sea adecuada para la vida en la Tierra. Lamentablemente, las actividades humanas contribuyen al aumento de la concentración de estos gases, lo que desencadena un incremento de la temperatura media del planeta (IPCC, 2013). De hecho, entre los gases de efecto invernadero que contribuyen a cambiar la composición de la atmósfera, el dióxido de carbono es el más emitido (originado por las actividades humanas). Este gas se produce, por ejemplo, por la respiración, la quema de combustibles fósiles, la actividad industrial y la deforestación. El aumento de la concentración de gases de efecto invernadero repercute en todos los componentes del sistema climático provocando cambios en el clima.

Asimismo, la hidrosfera se ve afectada por el aumento de la temperatura del océano y el nivel del mar; la criosfera al descongelarse, la atmósfera presenta eventos extremos como la intensificación de olas de calor, períodos más prolongados de sequía y una mayor frecuencia de eventos extremos de lluvia (INCT, 2014) son algunos ejemplos.

La biósfera también afecta los flujos de ciertos gases invernadero, tales como el dióxido de carbono y el metano. Entre otras consecuencias, se prevén alteraciones notables en la pluviosidad, una mayor frecuencia de fenómenos extremos como sequías o inundaciones, la elevación del nivel del mar, la acidificación de los océanos y cambios prolongados en las distribuciones de lluvias y temperaturas. Cualquiera de esos fenómenos trastornaría con severidad los ecosistemas de los que dependemos (De Sherbinin et al., 2011).

En base a lo anterior nos gustaría insistir en el papel de la actividad humana en el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera:

  • Proceso de urbanización: debido al cambio de uso del suelo para la construcción de ciudades, el flujo de energía cambia debido a que la cantidad de vegetación en las ciudades se reduce, por lo que la mayor parte de la energía absorbida por la vegetación se utiliza para calefacción en lugar de evaporación.
  • Uso de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) para generar energía, actividades industriales, transporte, entre otros.
  • Agricultura: emisión de CH4, CO2, CO, N2O que provocan el calentamiento global.
  • Incendios: contribuyen a incrementar el efecto invernadero en la atmósfera, debido a la emisión de CO2 y CH4.

Los dos últimos informes del IPCC (2007 y 2013) reflejan que, si no se suma el factor antrópico en las simulaciones climáticas, es imposible reproducir el aumento de la temperatura media global de las últimas décadas basándose únicamente en factores naturales. En relación con los factores naturales, existen evidencias, por ejemplo: variación en los parámetros orbitales de la Tierra (Martin Chivelet et al., 2015), actividades volcánicas (Martín Vide, 2009), manchas solares (National Research Council, 2012), etc.

Por otro lado, existen factores que alteran las fuerzas climáticas (posibilidad de absorber más o menos energía) que, a su vez, provocan cambios a largo plazo de la temperatura del aire y alteraciones climáticas que derivan en olas de calor más frecuentes, lluvias intensas que favorecen inundaciones, mayor frecuencia de ciclones tropicales o variaciones en la frecuencia e intensidad de eventos como El Niño son alguno ejemplos (Benito et al., 2009; Bardaji et al., 2009).

3.1. Cambio climático: Realidad constatada a través de observaciones

El registro continuo de diferentes parámetros indica que el cambio climático ya es una realidad y que sus impactos se muestran en todas las regiones del planeta. En la Figura 3 podemos observar cómo las temperaturas, el nivel de mar y la concentración de gases de efecto invernaderos van en aumento y cómo la superficie de hielo terrestre disminuye. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, 2019), indica que el escenario más optimista, en el que la temperatura del planeta aumenta en 1,5º C, tendrá consecuencias fatales para la calidad de la vida de millones de personas. Y que sobrepasar ese límite y llegar hasta los 2º C, podría producir el doble de sequías, el doble de olas de calor y dos veces más desapariciones de especies. El informe señala que en el área Mediterránea la reducción de la escorrentía será de casi el doble con un calentamiento de 2°C que con un calentamiento de 1.5°C.

Figura 3. (A) Evolución del cambio en la temperatura anual media global del aire a nivel de la superficie terrestre desde mediados del siglo XIX, con relación al período 1986-2005. (B) evolución del cambio en el nivel global medio del mar desde principios del siglo XX, con relación al período 1986-2005. (C) Evolución de las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero desde mediados del siglo XIX: dióxido de carbono (CO2, verde), metano (CH4, naranja) y óxido nitroso (N2O, rojo) determinados a partir de muestras de hielo (puntos) y de mediciones atmosféricas directas (líneas). Fuente A, B y C: MAPA (2016). (D) Pérdida de hielo terrestre. Fuente: https://skepticalscience.com

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha analizado los datos de los últimos 40 años, y en nuestro país, el cambio climático está caracterizado por: el incremento de las temperaturas, veranos más largos (prácticamente 5 semanas más que a comienzos de los años 80), más días de olas de calor y noches tropicales y un aumento de la temperatura superficial del Mediterráneo de 0,34º C por década. Por otra parte, las precipitaciones y los caudales medios de los ríos disminuyen, el clima de tipo semiárido se expande, aumento de la temperatura del agua marina, acidificación de las aguas y ascenso del nivel del mar.

Con respecto a las proyecciones futuras realizadas para España, en base a los modelos climáticos utilizados en el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, indican unas tendencias acordes a las observadas actualmente. Las temperaturas máximas y mínimas irán en aumento, así como el número de días cálidos. Las precipitaciones y la nubosidad disminuirán de forma moderada, los vientos extremos no vararían de forma significativa. El nivel medio del mar seguirá en ascenso, así como el aumento de la temperatura del agua del mar y la evapotranspiración potencial; se prevé que los caudales medios de los ríos y la recarga de los acuíferos disminuyan, las sequias irán en aumento, y en algunas zonas, pueden aumentar los episodios de lluvias torrenciales e inundaciones. Todas estas tendencias provocan impactos sobre los ecosistemas ecológicos y económicos del país. El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030 destaca como principales la disminución de los recursos hídricos; diferentes impactos sobre la fauna y la flora; cambios en la distribución de especies terrestres y acuáticas; expansión de especies exóticas invasoras; deterioro de ecosistemas; aumento del peligro de incendios; aumento del riesgo de desertificación e impacto sobre la salud humana.

4. Movimientos de ladera en un contexto de cambio climático

Cómo hemos descrito anteriormente para que se produzcan movimientos de la ladera es necesario que haya cierta pendiente y unas condiciones favorables previas que controlen las propiedades físicas y resistentes de los materiales, relacionadas directamente con la litología, con sus características morfológicas y geométricas, con sus condiciones hidrogeológicas, con su resistencia y con su capacidad para deformarse. Por otra parte, el agua es un agente importante, no solo como factor desencadenante, sino también como factor condicionante, puesto que la presencia de agua puede modificar las propiedades naturales de los materiales, disminuyendo su resistencia. En este sentido, el clima es un factor que influye directamente en la generación de movimientos de ladera.

Tal y como se ha comentado, el ascenso de la temperatura producida por el cambio climático ha provocado una prolongación del verano; un aumento de las noches tórridas, de los días con ola de calor, del nivel medio del mar y de su temperatura, así como de la acidificación de las aguas marinas. Al mismo tiempo, se ha observado una disminución de las precipitaciones, de los caudales medios de los ríos y un retroceso de los glaciares (PNACC 2021-203). Los nuevos escenarios indican que las condiciones climáticas serán más extremas, con un mayor número de precipitaciones excepcionales (frecuencia e intensidad), y periodos de sequías más largos (Gariano y Guzzetti 2016; Alvioli et al. 2018). Este hecho podría implicar una variación, no sólo en el número de movimientos del terreno que se desencadenen, sino también en el impacto que producirán sobre el territorio. Estas nuevas condiciones climáticas no sólo influirán en los factores desencadenantes sino también en los degradantes.

En este sentido, algunos estudios indican como el Permafrost, las precipitaciones extremas, los huracanes y los incendios forestales podrían tener una incidencia directa sobre la inestabilidad de las laderas.

A modo de ejemplo, un estudio realizado en el macizo del Mont Blanc por Ravanela et al. (2017) indica que hay una conexión clara entre el aumento de temperatura provocada por el calentamiento global y la frecuencia de los desprendimientos. Para llegar a esta conclusión los autores elaboraron un inventario de desprendimientos que abarca desde el siglo XIX hasta la actualidad, realizado a partir de la revisión de informes de montañeros y una gran base de datos de fotografías antiguas y modernas. Del análisis del inventario se observa que el 80% de los desprendimientos se produjeron entre 1990 y 2015, coincidiendo con el aumento de la temperatura del aire; y que casi un tercio de todas las caídas ocurrieron en los últimos 5 años.

También se observa que todos los desprendimientos provenían de áreas con permafrost y que éstos eran más probables en zonas dónde éste tenía temperaturas cercanas a 0º C. Por otra parte, se constató que la frecuencia de las caídas de rocas aumentó durante los veranos más calurosos, con importantes desprendimientos en los veranos de 2003 y 2015 que fueron extremadamente calurosos (Figura 4).

Figura 4. Inventario de desprendimientos del Macizo del Mont Blanc de los años 2003 y 2015. Fuente: Ravanela et al. (2017).

La relación entre el calentamiento global y los movimientos de ladera también se ha observado en otras regiones. En el fiordo Barry Arm, en la bahía de Prince William Sound, situado al sur de Alaska, la retirada del glaciar Barry podría generar un deslizamiento con consecuencias muy grandes para la zona (Figura 5). El deshielo del glaciar ha provocado una desestabilización de la ladera que podría generar un gran deslizamiento de tierra que impactara con el agua de la bahía y desencadenara un tsunami que se podría extender decenas de kilómetros, afectando a diversas zonas pobladas, devastando la zona. La ciudad de Whittier, a 50 kilómetros al suroeste de la ladera, podría ser golpeada por una ola de 10 metros de altura en 20 minutos. El riesgo aumentaría durante el verano, ya que en esta zona la población aumenta en temporada estival a unas 500 personas (pescadores, navegantes recreativos y campistas). Desde hace más de una década esta zona está en vigilancia (Chunli Dai et al., 2020) y según los datos obtenidos entre 2010 y 2017 la ladera afectada por el deshielo se ha deslizado en dirección al mar unos 120 metros. Actualmente, el desplazamiento es lento, pero no se descarta una caída repentina de grandes proporciones. Ante esta situación, las autoridades de Alaska recomiendan que las personas eviten las zonas identificadas como peligrosas hasta que los científicos comprendan mejor los peligros involucrados (USGS).

Figura 5. Fiordo de Barry Arm, en el sur de Alaska. Fuente: USGS.

5. Consideraciones finales

Este artículo pretende describir los componentes del sistema climático y sus interacciones, centrándonos en los cambios asociados con las actividades antrópicas. El término cambio climático, de manera genérica, se utiliza para designar las variaciones que experimenta el clima a causa de las actividades humanas, es decir, para denominar una serie de fenómenos que aparecen de forma generalizada en la opinión pública desde hace varios años (Enric, 2009).

El balance energético, que es el mecanismo que impulsa el clima del planeta Tierra, involucra procesos que ocurren entre los componentes del sistema climático: atmósfera, biosfera, hidrosfera y geosfera. Por tanto, los cambios en uno de estos componentes afectan a los demás a través de los mecanismos de retroalimentación y pueden provocar cambios en el clima.

Un reto complicado, pero no difícil, es despertar cambios en nuestras conductas para conseguir un desarrollo sostenible. Nadie tiene la receta de cómo hacerlo, pero hemos repasado algunas cuestiones básicas sobre conocimientos geológicos y hemos completado estas reflexiones con datos y evidencias que pretendían acercar al lector a alguna de estas complejidades, matizando aspectos científicos que, a la vez, inciden de forma notable en la gestión del problema.

¿Cuál es el verdadero RETO que está en la raíz de todo esto? El desconocimiento generalizado de la Geología; qué es y para qué sirve. Los contenidos que aporta la Geología a la educación básica trascienden al propio interés científico para mostrar su papel troncal en aspectos de especial significación social, económica o ambiental fundamentales para cualquier ciudadano. La enseñanza obligatoria debería garantizar que el alumnado concluya su etapa de formación con una visión clara del funcionamiento del planeta y de la perspectiva temporal que ofrecen la Geología para abordar, entre otros, temas de tanta relevancia como:

  • la procedencia y dependencia de los recursos geológicos (minerales, rocas, agua, suelos, hidrocarburos…);
  • la potencial afectación de los riesgos naturales (terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis, inundaciones, inestabilidades gravitatorias…);
  • la necesidad de conocer y preservar el patrimonio geológico como testigo de los procesos que han configurado el planeta y de la evolución de la Vida en el pasado.
  • los factores influyentes, evidencias y efectos del cambio climático y el calentamiento atmosférico.
  • el papel del medio físico en el equilibrio ecológico en el contexto de la sostenibilidad ambiental y la gestión responsable del territorio y los recursos naturales;
  • el reconocimiento de las labores desarrolladas por profesionales de esta disciplina en múltiples parcelas de la actividad económica y la vida cotidiana.

El marco legal que regula la educación obligatoria, actualmente la LOMCE, carece (o incluye de forma difusa) competencias actitudinales (el saber ser). Es decir, aspectos actitudinales relacionados con el interés y el respeto hacia el entorno natural y hacia el trabajo propio de las ciencias y su carácter social no se trabajan suficientemente.

Cabe insistir en el papel prioritario de la Educación con un ejemplo. Tilly Smith, una niña británica de 10 años, que cursaba el equivalente a nuestro 4.º de Educación Primaria, aprendió sobre los tsunamis con su maestro dos semanas antes de irse con sus padres de vacaciones a Phuket (Tailandia). Al llegar a la playa aquel 26 de diciembre reconoció las señales de aviso del agua retrocediendo de la costa y avisó a sus padres. Tilly salvó a casi cien turistas extranjeros en la playa por advertir a los bañistas unos minutos antes de la llegada de un tsunami que causó el terremoto del océano Índico (26 de diciembre de 2004). Tanto es así que Tilly Smith apareció en las Naciones Unidas en noviembre de 2005 durante el primer aniversario de lo sucedido en Phuket, como parte de una campaña para destacar la importancia de educación. Lamentablemente muchas de las víctimas que se producen a causa de los riesgos naturales son debidas al hecho de no poder reaccionar a tiempo frente a la catástrofe. ¿A dónde queremos llegar? La educación salva vidas.

6. Conclusiones

Es evidente que no podemos cuidar lo que desconocemos y, en este sentido hay que conocer Nuestro Planeta para poder “cuidarlo” en condiciones y garantizar la edificación de sociedades futuras más saludables, prósperas y exentas de riesgos en todo el planeta. Es un compromiso que nos implica a todos.


[1] Amelia Calonge García es investigadora del Instituto Universitario Mixto de Investigación en Educación y Desarrollo Daisaku Ikeda de la Universidad de Alcalá. Además, es Catedrática de Escuela Universitaria e imparte docencia en el Departamento de Geología, Geografía y Medio Ambiente de dicha Universidad.

[2] Marta González Díaz es geóloga del Institut Cartogràfic i Geològic de Catalunya, donde ejerce de coordinadora del Mapa para la prevención de riesgos geológicos de Cataluña 1:25.000.


Referencias

Alonso, V. (2017). El permafrost, un suelo congelado afectado por las variaciones climáticas del Cuarternario. Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 25(1), 48-48.

Alvioli, M.; Melillo, M; Guzzetti, F.; Rossi, M.; Palazzi, E.; Hardenberg, J.V.; Brunetti, M.T. y Peruccacci, S. (2018). Implications of climate change on landslide hazard in Central Italy. Science of The Total Environment. Volume 630, 15 July 2018, 1528-1543, https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2018.02.315

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